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Reportaje:

Un dispensario en los cuarteles

Médicos del Mundo asiste semanalmente a 30 personas en el recinto de Sant Andreu

Clara Blanchar

Daniel no puede dormir. Iouad tiene los brazos comidos por los mosquitos. A Yasim le duele una muela. Abdelasis tiene fiebre. Y Karim arrastra problemas intestinales desde hace meses. No están en un hospital ni en la sala de espera de un ambulatorio. Están en los cuarteles de Sant Andreu de Barcelona, donde malviven unas 600 personas. Como todos los jueves, el pabellón que ocupan los inmigrantes procedentes de Ghana se transforma por unas horas en un dispensario médico donde voluntarios de la ONG Médicos del Mundo atienden a todos los que se acercan.

Es un espacio grande y luminoso, donde todavía quedan señales de que un día fue utilizado como capilla. Las ventanas están desnudas, por lo que hace un calor considerable. A un lado de la sala se amontonan diarios y cartones perfectamente ordenados, y en el otro están las camas y los colchones donde duermen los inmigrantes ghaneses. Hay también ropa tendida y algunos desvencijados sofás. El dispensario consiste en una camilla, una silla y un biombo de tela, y los voluntarios utilizan el antiguo altar para dejar sus instrumentos y cajas de medicamentos.

Los médicos de la ONG llevan dos meses acudiendo al antiguo recinto militar y cada semana visitan a entre 30 y 40 de sus habitantes, sobre todo inmigrantes magrebíes y subsaharianos, aunque por el dispensario también han pasado ciudadanos de Europa del Este. Las patologías más frecuentes son problemas traumatológicos, dermatológicos, respiratorios y gastrointestinales. Tras la exploración, en función de cada caso, realizan curas o facilitan medicamentos. Si es necesario, derivan a los pacientes a centros de atención primaria e incluso a hospitales si se trata de algo grave o urgente.

Sin embargo, pese a lo que pudiera parecer teniendo en cuenta las condiciones de vida en los cuarteles, Quico Auquer, médico de la organización, explica que las enfermedades de sus habitantes "no son distintas ni más graves que las del resto de la sociedad". Auquer asegura que, al contrario de lo que se afirmó hace unos meses, no se ha encontrado ni un solo caso de tuberculosis o sarna, "cuando aquí hay condiciones para que haya de todo", agrega. "Después de dos meses viniendo cada semana, lo que más me ha impresionado es que, con un solo grifo y viviendo a pocos metros de toneladas de basura, 600 personas hayan sido capaces de mantener unas condiciones de salud relativamente buenas", señala, y añade: "Si este recinto lo ocupáramos occidentales, ya hace tiempo que tendríamos una epidemia". Ellos son más resistentes a este tipo de problemas y además "han hecho un esfuerzo de protección y de dignidad brutal". Hasta la fecha, el caso más grave que Médicos del Mundo ha detectado es el de un chico enfermo de neumonía con pleura al que hubo que evacuar de urgencia.

Otra cuestión que se plantea Auquer es si, además de las precarias condiciones de higiene y alimentación, muchas de las dolencias que tienen los habitantes de los cuarteles, como el insomnio, la falta de defensas y las frecuentes diarreas, pueden tener origen psicosomático. "Está claro que donde hay un conflicto hay patologías psicosomáticas derivadas de una situación muy estresante". Pero el poco tiempo que la organización lleva en los cuarteles y la falta de intimidad durante la atención le impide ir más allá de la sospecha.

Operarse o trabajar

"Lo cierto es que el de Sant Andreu es un conflicto muy complejo que yo calificaría de emergencia, no por la gravedad de las enfermedades que presentan sus habitantes, sino por las condiciones que afrontan", dice. Como ejemplo, Auquer explica el caso de un ciudadano ruso al que atendió el jueves pasado: le diagnosticaron una grave afección intestinal que requiere una intervención quirúrgica, pero el hombre no quiere operarse porque, asegura, si coge una baja le echarán del trabajo que proporciona los ingresos para que coma toda la familia. Auquer prefiere no opinar sobre la actuación de las administraciones en el conflicto, puesto que ellos actúan de forma independiente y asegura que no ha podido contrastar su actuación. Pero sugiere que uno de los fallos ha sido "de comunicación".

Médicos del Mundo está documentando su intervención en los cuarteles de Sant Andreu con material fotográfico y audiovisual, con el que piensan montar una exposición y un corto. "Esto sí que será el Fòrum, pero del 2003", dice Auquer. Además quieren conseguir financiación para comprar una unidad móvil que les permita continuar prestando atención a los inmigrantes cuando sean desalojados.

Derecho a un médico

Además de la asistencia en el dispensario, los voluntarios de Médicos del Mundo explican a los inmigrantes que en Cataluña tienen acceso a la sanidad pública, algo que muchos ignoran, y les acompañan en el proceso de tramitación de la tarjeta sanitaria. Para ello tienen que acudir al Servicio de Atención a Inmigrantes, Extranjeros y Refugiados y después a cualquier oficina de atención al ciudadano del Ayuntamiento, donde se empadronan y obtienen una tarjeta provisional. Pasados dos meses, pueden recoger la definitiva. Pero la ONG ha constatado que muchos inmigrantes no acuden a los centros sanitarios. "La mayoría de los que tienen tarjeta no tienen carnet de vacunaciones", afirma Auquer, y admite que no entiende por qué: "Puede ser que no se atrevan a ir al ambulatorio por el temor derivado de su situación irregular o a que, una vez allí, no les entiendan o no les atiendan por algún motivo".

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Sobre la firma

Clara Blanchar
Centrada en la información sobre Barcelona, la política municipal, la ciudad y sus conflictos son su materia prima. Especializada en temas de urbanismo, movilidad, movimientos sociales y vivienda, ha trabajado en las secciones de economía, política y deportes. Es licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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