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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Bosque de cuernos y esquinas

A las películas de Michel Blanc se les nota que las ha dirigido un actor, porque el punto de vista de la pantalla no elige en ellas el rincón de la neutralidad y, como todo histrión encaramado en su reino, Blanc toma partido en el juego y simpatiza o desprecia a cada oficiante de la comedia que tiene entre manos. En Besen a quien quieran, al director Blanc se le nota que casi todas las varillas del abanico del reparto -comenzando por sí mismo, enlazado a un terrible y viscoso personaje de marido celoso con aires de fantoche de Molière- le caen mal, las considera gente esquinada, cobarde, sobona, imbécil, sin horizonte.

BESEN A QUIEN QUIERAN

Dirección y guión: Michel Blanc. Intérpretes: Charlotte Rampling, Carole Bouquet, Jacques Dutronc, Michel Blanc, Karin Viard, Denis Podalydès, Clotilde Courau,Vincent Elbaz. Francia, 2003. Género: comedia. Duración: 103 minutos.

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Sólo simpatiza (y con reservas) con los que sostienen, por un lado, Jacques Dutronc, que se gana un soplo de limpieza redentora gracias a la magnífica y dolorosa locura que empuja detrás de sus enormes ojos inundados de fatiga; y, por otro lado, el magnífico choque de trenes entre Charlotte Rampling y Carole Bouquet, únicos rostros a los que Blanc concede el respiradero de un encuentro (prolongado en pasillos, alcobas y en los espacios simbólicos del rigodón final) en las nubes, que las pone por encima del rastrero mundo que las cerca y les da capacidad irradiadora de luz sobre los personajillos que lo pueblan. Y si el maniqueo Blanc echa de la pantalla a brochazos a la gente que no le gusta, por contra mima a los tres salvados de la quema y acaba sus perfiles buscando darles nitidez con delicadas pinceladas de miniaturista, como las que Charlotte Rampling llena de elegancia y emoción en su magnífica escena de amor, que tiene un arranque poco creíble que luego la actriz llena de verdad por sí sola.

Pero es presumible que los intérpretes avispados que se metan en una película de Blanc prefieran que su personaje caiga mal al director, porque éste es más eficaz cuando da brochazos que cuando matiza, y maneja mejor el esparto que la seda. Es Blanc un fustigador, un malvado vocacional, y le satisface abrir una grieta en la fachada de los personajes que odia, para que dejen ver el pozo de estrechez que ocultan. Y de ahí que el personaje más repulsivo, pero también el más convincente, de esta comedia esté en el choque entre Carol Bouquet y su marido loco celoso, que es interpretado por el propio Blanc con rotunda precisión y maestría.

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