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Columna
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Ñam, ñam

Hay una expresiva foto hecha por Mati de la Cruz. Salió el miércoles en la primera de este cuadernillo. El nuevo alcalde de Granada, José Torres Hurtado, toma posesión de su cargo. El instante no tiene nada de particular; lo hemos visto muchas veces en otras fotografías: un alcalde de cualquier ciudad que recibe la maza de mando o el collar a su dignidad debido. Torres Hurtado no dibuja en su rostro un gesto solemne ni parece abrumado por las responsabilidades que asume. Está exultante el tío. Su sonrisa, amplia, blanquísima, ocupa el centro geométrico de la foto y tiene algo de mamífero satisfecho. Ñam, ñam. Su rostro no expresa la humilde satisfacción de quien ve premiado un trabajo bien hecho, sino el obsceno regocijo de quien va a reventar de gusto. ¡Por fin!, parece pensar. La foto -esto nos ha pasado a todos alguna vez- lo capta en una pose simiesca: axilas abiertas y codos flexionados hacia los hombros, como el forzudo que presume de bíceps. Pero no presume de bíceps; se está colocando el collar de alcalde sobre los hombros. Observo sus manos, y creo que no sostienen el collar, sino que lo aferran. Quizás la sonrisa no sea tal, sino la huella de un esfuerzo. Podríamos ponerle un bocadillo saliendo de su boca, como hacían antes las revistas satíricas. El bocadillo llevaría una leyenda: "Es mío". Y no quedaría mal; la exclamación se correspondería con ese gesto. Y no me refiero ya al gesto de su cara, sino a ese otro gesto, tan feo, de subirse el sueldo un millón y medio de pelas en el primer pleno extraordinario que celebra el Ayuntamiento de Granada.

Todavía resuenan en nuestra memoria los ecos de la precampaña y la campaña electoral, las promesas de amor eterno, los compromisos. Ninguno de los candidatos dijo que lo más urgente para el buen funcionamiento de su ciudad era que los concejales ganaran más pasta. Todos ellos estaban en política -si no recuerdo mal- para servir, no para servirse. Se sacrificaban por nosotros, me parece. Y ojo, que lo de Granada no ha sido una medida corporativa: el pleno extraordinario sólo ha subido el sueldo a los cargos con responsabilidad de gobierno; la nómina de la oposición ha sido congelada. El portavoz del PP lo ha explicado con ese cinismo chulesco y un poco gangsteril que les sale cuando están satisfechos, ñam, ñam: como a la oposición no le parecía justo que nos subiéramos el sueldo -ha venido a decir-, hemos preferido ser justos con su salario y terriblemente injustos con el nuestro.

Empezando por mí, continuando por los concejales socialistas y populares de Jaén (que también se estaban haciendo una subida sueldos encima, y no han podido aguantarse los pobres), y terminando por los miembros de la Diputación de Almería, que acaban de resolver sus querellas internas nombrándose todos ellos vicepresidentes de 59.000 euros, todo el mundo debería cobrar más. Pero quizás esos sueldos tendrían que fijarse en los Presupuestos Generales del Estado junto al salario de los demás funcionarios. Un alcalde cobra tanto. No se trata de ahorrar dinero; se trata de ahorrarse la contemplación de este impúdico festín.

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