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Columna
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Inmigración y etcétera

El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) acaba de publicar su barómetro de mayo, a partir de un sondeo centrado en la inmigración; tema que, por lo menos en la apariencia estadística, se encuentra entre los que más preocupan a los españoles. Se ha pedido a los encuestados que opinen sobre cuestiones como la necesidad de contratar trabajadores extranjeros, la influencia positiva o negativa, para los países desarrollados, de la inmigración; o la relación de ésta con la inseguridad ciudadana. Las respuestas obtenidas dibujan un panorama ambiguo, contradictorio, en el que se nos dice, por ejemplo, que la inmigración es positiva, y al mismo tiempo que influye en la inseguridad ciudadana; o que España necesita inmigrantes pero que los inmigrantes que hay en nuestro país son demasiados y vistos con desconfianza.

Los resultados de los sondeos contienen a menudo contradicciones o extravagancias
Se incorpora gente de fuera pero no se avanza en la reflexión sobre la pluralidad

Los resultados de los sondeos contienen a menudo contradicciones o extravagancias; y la culpa suele ser de sus propias preguntas, tan reductoras o tendenciosas o teledirigidas que se vuelven palas de recoger, más que verdaderas respuestas, simples rebotes o ecos de la voz de quien las formula. Pero creo que la contradicción que revela esta última encuesta del CIS, ese sí pero no de la opinión pública española frente a la extranjería, es el reflejo de una contradicción previa -que contiene y alimenta el propio enunciado del sondeo-, una contradicción que es en realidad una indistinción, una confusión entre el concepto de inmigración, esto es, la entrada de extranjeros en un país; y el de xenofobia, es decir, el rechazo, el temor o la desconfianza que algunos de esos extranjeros inspiran.

Los encuestados del CIS han tenido también que jerarquizar por orden de simpatía (de 0 a 10) a grupos de extranjeros, desde europeos del oeste y del este, hasta norteafricanos, pasando por el resto de la humanidad, incluidos los portugueses (sic). Esta metodología, esta invitación a clasificar a la gente a bulto, a partir de su pertenencia a una colectividad nacional, etnia o pueblo me parece ya en sí misma un deplorable ejemplo de racismo; y entiendo que lo que ha buscado el CIS es medir la temperatura xenófoba de la sociedad española, más que conocer su actitud frente a la incorporación, a todas luces necesaria, de extranjeros a nuestra vida productiva. Y ha buscado, en el mismo sentido, someter a la ciudadanía la visión, o mejor, someter a la ciudadanía a la visión que del asunto tiene el Gobierno popular y que podría resumirse así: la inmigración es un mal inevitable cuyo impacto hay que minimizar, ajustándolo estrictamente a las necesidades de nuestra productividad, de nuestro sistema de pensiones y de nuestra demografía; promoviendo un flujo de inmigrantes controlados y a la carta, con preferencia por los blancos, cristianos e hispanoparlantes, y con exclusión de los de siempre: los que menos puntos-simpatía han cosechado han sido -cito- "los norteafricanos: marroquíes, etcétera".

El debate sobre extranjería que se está conduciendo en España me parece un falso debate o un medio debate, porque se centra en la cuantificación, la administración y el control de la inmigración; mientras descuida o relega o encubre o embarulla interesadamente el de la xenofobia. De ese modo nuestro país incorpora gente de fuera pero no avanza ni en la reflexión ni en la discusión sobre la pluralidad y el mestizaje. Y aunque parece abrirse a la convivencia multicultural, habría que averiguar si se abre realmente o si por el contrario se ensimisma -el orden de simpatías del sondeo es muy significativo, por arriba los iguales, por abajo los otros-, si se blinda en su identidad.

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Una identidad que me parece más virtual que real, por otra parte, clonada mediáticamente con los rasgos y los apriorismos del modelo global norteamericano. Una identidad además empobrecida, amputada del sentido político y cultural de su pasado emigrante y mestizo. Tan mestizo que es incluso norteafricano por el costado de los iberos sin ir más lejos, y de los mismísimos etcéteras.

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