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Los historiadores alertan del riesgo de la manipulación de los términos políticos

El Congreso de Historia de los Conceptos aboga por huir de las definiciones simplistas

La necesidad de conocer el valor de los términos clave usados en la actividad política, como los de democracia, sociedad civil, pueblo o ciudadanía, se convirtió en la base argumental con la que comenzó ayer en Vitoria la quinta edición del Congreso Internacional de Historia de los Conceptos, organizado por la Universidad del País Vasco (UPV). Uno de sus padres, el profesor de la Universidad de Nueva York Melvin Richter, defendió la relevancia de esta vía de investigación como freno a las definiciones simplistas y manipulaciones de estos términos que realizan a veces los políticos.

Richter, artífice de la creación de la red de investigación de la Historia de los Conceptos -que ha hecho posible la celebración de las sucesivas ediciones de este congreso internacional-, resaltó el papel de esta vía de estudio como forma de comprensión de la historia pasada y del presente, además de ser también instrumento de tolerancia. "Revolución, democracia, sociedad civil... son conceptos y realidades complejas y controvertidas que los políticos, les guste o no, tienen que utilizar porque son inseparables de su actividad. Estudiar su significado es importante porque permite que esos mismos políticos sepan que no hay un único concepto cierto, el suyo, que suele ser una creencia que suele estar muy extendida entre ellos", explicó.

Richter insistió en subrayar los riesgos que supone utilizar sin la prudencia que proporciona el conocimiento histórico términos angulares en la historia occidental como democracia. "Resulta peligroso entender la democracia únicamente como gobierno de la mayoría", comentó el historiador. "Si no se conocen los matices de la palabra, sus límites, es posible llegar a la idea errónea de que el bien de la mayoría justifica y ampara el sufrimiento y el olvido de las minorías".

Una línea de argumentación similar utilizó el historiador y vicerrector del campus de Álava de la UPV, Antonio Rivera, en su bienvenida a los cerca de 150 investigadores participantes, llegados de 20 países de Europa, América y Australia. Rivera expresó su esperanza de que los debates iniciados ayer tengan eco en la convulsa política vasca. "Cuando términos como los que aquí se estudiarán -opinión pública, ciudadano, intelectual y pueblo- son tan manoseados, la idoneidad del congreso es indiscutible", sentenció.

La delicada salud del profesor Reinhart Koselleck, principal precursor y referencia de esta corriente historiográfica, impidió su presencia en la capital alavesa. Sin embargo, sí remitió un texto inédito sobre la relevancia de los conceptos políticos y sociales como objetos y sujetos históricos y la variedad de sus ángulos de estudio.

Una de sus palabras clave es el propio término de política -y el de político-, que arrastra en la actualidad una evidente carga negativa. Esta visión peyorativa no es nueva, puntualizó el profesor de la Universidad Complutense de Madrid Juan Francisco Fuentes. "El estudio de este concepto nos enseña que el desprestigio de la política y de la clase política -los repúblicos de oficio, como los llama un autor español del siglo XIX- es muy anterior a lo que se piensa. Si acaso la sociedad de masas y la democracia contemporánea, con sus costosas campañas electorales y su gestión de grandes presupuestos, han agudizado un viejo mal del régimen representativo", señaló Fuentes.

Pueblo y ciudadanía

La evolución y los cambios en los dos últimos siglos de estos y otros términos no presenta, sin embargo, rasgos homogéneos. "Los conceptos se parecen a las personas: cada cual envejece a su manera y son víctimas a menudo del carácter arbitrario de la memoria", aclaró Fuentes. El término pueblo es uno de ellos. Según este historiador, ha perdido buena parte del protagonismo que tuvo en el siglo XIX, "salvo en los populismos más trasnochados".

La palabra ciudadanía, por el contrario, goza de buena salud. El catedrático de Historia de la Universidad Autónoma de Madrid Manuel Pérez Ledesma será uno de los ponentes que disertará sobre sus vaivenes históricos. En el caso español, Pérez Ledesma recordó que la ciudadanía, tras surgir alrededor de la Constitución de 1812, desaparece ante el apogeo de conceptos como clase para recuperarse con Azaña y la II República. Hoy ocupa un papel destacado, aunque paradójico, en la actividad política. "El lenguaje de clases, que lo desplazó, ha dejado paso a la noción de ciudadanía con una vocación integradora. Sin embargo, la connotación participativa es muy baja, ya que el ciudadano es más bien un sujeto pasivo", describió Ledesma.

De izquierda a derecha, los profesores Fernández Sebastián, Melvin Richter, P. Springborg, Elías Palty y J. L. Villacañas, ayer en Vitoria.
De izquierda a derecha, los profesores Fernández Sebastián, Melvin Richter, P. Springborg, Elías Palty y J. L. Villacañas, ayer en Vitoria.P. J. P.

Recambio complejo

La corriente de la Historia de los Conceptos ha comprobado que la carga semántica de los términos políticos ha sufrido grandes variaciones a lo largo del tiempo. Pero estas modificaciones de sentido y el uso intensivo de esos términos no ha supuesto, sin embargo, el nacimiento de nuevas palabras. El vocabulario básico que rige la actividad política se ha mantenido estable durante los dos últimos siglos.

Según las impresiones del profesor Melvin Richter, de la Universidad de Nueva York (CUNY) , esta situación no tiene visos de cambiar. "No podemos controlar lo que hacen las personas con el lenguaje. Se ha intentado más de una vez limpiar la lengua y crear conceptos unívocos, pero siempre se ha fracasado", manifestó ayer.

La razón, según Richter, se halla en la esencia variable de las palabras. "El principio de los conceptos políticos ha sido siempre el debate y la discusión. Y eso no va a cambiar", sentenció.

No obstante, su colega Pim den Boer, profesor de la Universidad de Amsterdam, defendió la conveniencia del acercamiento del significado de los conceptos en los diferentes idiomas, para que Europa no se convierta en "una nueva Torre de Babel".

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