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Reportaje:

Hamás se prepara para enfundar las armas

El grupo armado se ve presionado por los países árabes, debilitado militarmente y acuciado por la pérdida de influencia en Cisjordania

Un mes de presiones internacionales, incluidas las de los "hermanos árabes" de Egipto y Arabia Saudí, han obligado a la dirección de Hamás a adoptar una nueva estrategia, que supone el fin de la hegemonía de su ala militar por encima de los proyectos políticos. El primer paso de este recién estrenado rumbo ha sido la firma de una tregua en su lucha contra los israelíes, arrastrando con esta decisión a otras dos formaciones radicales palestinas, Yihad Islámica y las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa, que se han comprometido todas ellas a anunciar en las próximas horas oficialmente la suspensión de las actividades militares.

Las milicias de Hamás, las temidas unidades de las Brigadas de Ezedine al Kasam, se preparan para enfundar por primera vez en su historia sus armas. La orden supondrá el congelamiento de todas sus actividades en los territorios de Cisjordania, Gaza y el interior de Israel, por un periodo de al menos tres meses. El cumplimiento de este cese de hostilidades es una prueba de acero para la dirección de este partido fundamentalista, y sobre todo para ese anciano líder espiritual de la organización, Ahmed Yasin, de 65 años y de voz aflautada, que desde los 14 años permanece inmovilizado en una silla de ruedas como consecuencia de una caída accidental en un partido de fútbol.

Son todos militantes sin rostro, sólo recuperan la personalidad si llegan a morir en combate
Hamás impulsa una acción caritativa legítima e imprescindible para los palestinos
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Nadie sabe con exactitud cuántos palestinos se sentirán vinculados directa o indirectamente con la orden de alto el fuego decretada por Hamás. No hay cifras oficiales que permitan revelar el número de sus militantes, entre otras razones porque esta organización fundamentalista carece de censos y no está estructurada como un partido clásico de corte tradicional. Hamás es un movimiento de masas, etéreo y difuso, al que se sienten vinculados no sólo los miembros de la comunidad islámica, sino también muchos laicos que preconizan a ultranza la lucha armada contra Israel y su lema es "el todo o nada".

Aunque Hamás no tiene cifras, los expertos aseguran que su ejército secreto -los Combatientes Sagrados de Palestina- y su policía interna -Sección de Seguridad- suman en total una milicia de cerca de 1.000 hombres. Los militantes más disciplinados y obcecados de estas fuerzas son seleccionados para participar en las operaciones puntuales de los comandos de las Brigadas de Ezedine al Kasam, las encargadas de llevar a término los ataques contra el ocupante israelí. Son todos militantes sin rostro, que sólo recuperan la personalidad si llegan a morir en combate.

Las acciones de las Brigadas son aplaudidas con fervor por los simpatizantes y militantes de Hamás, especialmente en los feudos de los campos de refugiados de Gaza, donde, por ejemplo, el pasado mes de diciembre lograron congregar en una reunión conmemorativa del 15 aniversario de la fundación a más de 40.000 personas. Esta formación, sin embargo, ha sido diezmada en Cisjordania, como consecuencia de la represión israelí, la oposición y las críticas constantes de amplios sectores de la población, que consideran el movimiento fundamentalista como una amenaza a sus prácticas laicas o islamistas moderadas.

Esta legión de militantes y simpatizantes han conseguido poner en pie una densa red de instituciones caritativas, educacionales y asistenciales, que llegan a cubrir una parte importante de las necesidades de la población; un 10% en Cisjordania y un 40% en Gaza, según un estudio realizado por el International Crisis Group, un think tank (organización de análisis político) con cuartel general en Bruselas y representaciones en Washington, Nueva York, París y Ammán.

Un dato ilustrativo de la influencia de Hamás es que su red de escuelas asegura la escolarización del 65% de los muchachos de Gaza. En términos globales, constituye la red asistencial más importante en los territorios después de la UNRWA, la agencia de la ONU para los refugiados palestinos. Se asegura que maneja un presupuesto total anual de entre 40 y 70 millones de dólares, en un 85% proveniente de donaciones del exterior.

Estas cifras ilustran por sí mismas la ambigüedad de Hamás, que impulsa al mismo tiempo una acción militar ilegítima, con actividades terroristas, y una acción caritativa, legítima e imprescindible para la supervivencia de los palestinos, sobre todo teniendo en cuenta que tres cuartas partes de su población viven con menos de dos euros al día.

El desmantelamiento y erradicación de esta organización, como preconizan algunos sectores de la comunidad internacional, especialmente Estados Unidos o Israel, preocupa a muchos analistas, que temen que hunda en la indigencia a un amplio sector de la sociedad palestina, especialmente el más necesitado, en Gaza.

El acoso y las presiones de la comunidad internacional han logrado doblegar esta semana a las dos direcciones de Hamás, la del interior en Gaza y la del exilio en Damasco, que se han visto obligadas a relegar la lucha y el aparato militar a un segundo plano, para dar paso a los planteamientos políticos y a la estrategia de diálogo. Se abre a los fundamentalistas una senda que puede conducirles a ingresar en la Organización para la Liberación de Palestina, donde se encuentran agrupadas la mayoría de las fuerzas políticas palestinas, a participar en el Gobierno de la Autoridad Nacional Palestina y en la actividad parlamentaria. Podría ser el principio de un adiós a las armas.

Reclutas de la policía naval palestina desfilan durante unos ejercicios de entrenamiento ayer en Gaza.
Reclutas de la policía naval palestina desfilan durante unos ejercicios de entrenamiento ayer en Gaza.ASSOCIATED PRESS

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