Condenado a prisión un ex general argentino por apología de tortura
Suárez Mason declaró que la dictadura debía haber legalizado los malos tratos a detenidos
El ex general y comandante del Primer Cuerpo del Ejército de Tierra durante la dictadura militar, Carlos Guillermo Suárez Mason, fue condenado a tres años y medio de prisión en juicio oral y público por violación a la ley antidiscriminatoria y apología del delito. Suárez Mason dijo que la dictadura militar debió haber "legalizado" la tortura a los ciudadanos secuestrados "para cubrir algunos excesos, como hacen los judíos, que dan unas palizas de muerte".
Estas declaraciones se encuentran en la entrevista que publicó el semanario argentino Noticias en octubre de 1996. Pajarito Suárez Mason, como se le conoce entre los miembros retirados de las fuerzas armadas, fue finalmente condenado por lo que dijo y no por lo que hizo. El ex general, sujeto a una prisión preventiva en su domicilio por ser mayor de 70 años, sigue bajo proceso, acusado de participar en el robo de niños nacidos en cautiverio o secuestrados junto con sus padres entre 1976 y 1983. Se le imputa también en otro expediente por su responsabilidad en el asesinato de un grupo de dirigentes de los Montoneros, la guerrilla peronista, que intentaba volver clandestinamente al país en 1979.
Suárez Mason reconoció en la entrevista que tenía "prevención" contra los judíos y su "poder mundial" y descalificó al ex militante de la derecha peronista Guillermo Patricio Kelly, de quien dijo: "Es un hombre que no me merece respeto, más ahora que está al servicio de los judíos". Su defensora oficial, Perla Martínez de Buck, alegó que en sus declaraciones sobre la legalización de la tortura Suárez Mason se había referido a la autorización de la Corte Suprema de Israel a ejercer "presión física" sobre los detenidos.
Abrumado por la evidencia y la declaración del único testigo -el periodista que elaboró la entrevista con las conversaciones que mantuvo "fuera de registro"-, el ex general pidió la palabra al presidente del tribunal para justificarse: "No soy antisemita, no ha sido mi intención agraviar a ninguna comunidad". Su "prevención" contra los judíos se debió a una "mala experiencia" en el trato personal con el empresario David Graiver y el periodista Jacobo Timerman.
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