_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Errores nacionalistas

"Separatismo, señores, significa y es revolución", les decía a sus compatriotas en 1923 Eduardo de Landeta, un nacionalista vasco liberal, añadiendo con escepticismo que no veía entre los patriotas que le escuchaban a guerrilleros heroicos como "los Maceo, Gómez, Rizal" de la independencia americana o filipina. En Euskadi, les decía, se vive bien, y si "en un momento de buen humor se habla de separatismo, se piensa con buen sentido en la mujer, en los hijos, en los ahorros guardados en el banco y no se deja seducir".

En una entrevista publicada el domingo pasado en el diarioDeia, Joseba Egibar, portavoz del PNV, proclamaba su condición de independentista "sin matices" y advertía a eventuales nacionalistas críticos que "la estrategia política de los últimos cuatro años es irreversible. Este país ha entrado ya en otra dimensión". ¿En qué dimensión? Ya no hay dudas: en la del desafío abierto a la legalidad mediante una estrategia que recuerda a la de acción-represión teorizada por ETA hace 40 años. Se lanza una provocación al Estado, a veces en forma de ultimátum: que se traspasen antes de dos meses las competencias en discusión; y si no se cumple, se considera roto el pacto estatutario por la otra parte, y legítimo incumplir los propios compromisos. Egibar culminaba sus declaraciones argumentando que si el Estado se niega a aceptar el Plan Ibarretxe "estará negando la convivencia". Y entonces, añadía, "¿qué salida le queda a este país?". La ruptura con España, por supuesto.

Ibarretxe lleva un año aplicando esa lógica. Por ejemplo, negándose a pagar una parte del cupo. También se inscribe en ella la negativa a acatar las órdenes del Supremo sobre la disolución del Grupo Parlamentario de Batasuna. La negativa ha desembocado en una querella contra Atutxa (y otros dos parlamentarios) que habrá de solventarse ante el Tribunal Superior del País Vasco. Caben dos posibilidades: que archive la querella, lo que que sería un triunfo contra los intentos de criminalizar al nacionalismo, etcétera; o que siga adelante y procesen a Atutxa, lo que sería un atentado contra la autonomía vasca que demostraría la necesidad de un poder judicial propio. ¿Hay que recordar que un punto esencial del plan soberanista de Ibarretxe es la reclamación de un poder judicial vasco autónomo? Y si se trata de eso, ¿no resulta algo ingenuo el empeño de algunos expertos en proporcionar coartadas que ayudan a disfrazar de controversia jurídica el desafío al Estado de derecho?

El procesamiento de Atutxa podría no desagradar a un sector del nacionalismo a la búsqueda de aliento heroico para su programa rupturista. Ya que no hay héroes de la independencia, al menos que haya víctimas del centralismo. Para ello es necesario construir un franquismo imaginario, aún peor que el histórico porque se disfraza de democracia. La pretensión de que el Parlamento acate la resolución judicial sobre Batasuna es un "golpe de Estado", según el presidente del PNV de Vizcaya. Sería bien paradójico que fuera Atutxa quien pagase el precio de ese heroísmo por delegación que necesitan otros para curar su mala conciencia cuando se entrevistan con Otegi.

Es injusto el empeño de algunos por borrar a Atutxa de la foto, como a Trotski. Cuando tantos nacionalistas se pasaban las horas buscando pretextos para no enfrentarse a ETA, Atutxa cumplió con su deber y ello le valió cinco intentos de asesinato cuando era consejero de Interior, y también secas advertencias de Egibar, recordándole que la política de pacificación la marcaba el partido, no el Gobierno vasco. Quien se enfrenta a ETA queda marcado de por vida, y eso explica la dificultad de abandonar los cargos públicos de los que un día se significaron por hacerlo. Una vez en la presidencia del Parlamento, se le forzó a jugar papeles poco airosos en defensa de la nueva estrategia soberanista, lo que arruinó sus posibilidades de convertirse en alternativa a Arzalluz al frente del PNV, tras el fracaso de Lizarra. Ahora, Egibar sugiere aplazar una vez más la retirada de Arzalluz, prevista para enero, ante la crisis planteada por la querella. Es todo tan confuso como las razones del cese de Del Bosque.

La conferencia que Eduardo Landeta Aburto pronunció en el Centro Vasco de Bilbao el 5 de agosto de hace 80 años llevaba por título "Los errores del nacionalismo vasco y sus remedios".

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_