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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Hamás y los asesinatos

Poco más de dos semanas después del estreno oficial de la Hoja de Ruta con la visita del presidente Bush a Oriente Próximo, tras varias docenas de muertes que sumar a la lista, la zona se ha llenado estos días de personalidades internacionales que pugnan por salvar un proceso de paz que goza de muy mala salud.

El Foro Económico Mundial concluía ayer, al cabo de tres días de trabajos, en la costa jordana del mar Muerto, con grandiosos planes para la creación de una zona de libre comercio entre los países limítrofes y Estados Unidos, a lo que hay que sumar variadas declaraciones de los miembros del Cuarteto -Estados Unidos, UE, Rusia y la ONU- que fletaron el plan de paz, exhortando a los dos Gobiernos, israelí y palestino, a que no dejen que la violencia haga descarrilar las modestas negociaciones en curso.

Para que todo ello sea verosímil hace falta primero que cese la carnicería de ambos lados en Palestina, y que la ocupación de Irak dé paso a un verdadero Gobierno soberano. A ello no ayuda lo más mínimo el reconocimiento del jefe de Estado Mayor israelí, Moshe Yaalon, de que hasta septiembre pasado su Gobierno había contemplado la conveniencia de asesinar al presidente Arafat, hoy marginado, pero no impermeablemente excluido del proceso negociador.

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La situación sobre el terreno no es hoy ni mejor ni peor que antes de la botadura de la Hoja de Ruta. Los muertos se suceden y no hay por qué creer que haya culpables prioritarios. ¿Quién toma represalias contra quién? Hamás atenta criminalmente contra objetivos civiles israelíes y militares, y el Gobierno de Sharon, aunque propone treguas, no desaprovecha oportunidad de practicar el llamado asesinato selectivo, como hizo anteayer, contra el jefe del aparato militar de ese movimiento en Cisjordania. De esa forma, las conversaciones entre el primer ministro palestino, Abu Mazen, con los terroristas, para que éstos acepten una tregua, tienen escasas posibilidades de éxito.

Ni Hamás ni el Gobierno israelí dan pruebas fehacientes de que estén dispuestos a hacer sacrificios por la paz. Ya puede Sharon desmantelar teatralmente colonias deshabitadas o de quita y pon; lo que de verdad queda es una presión creciente para que sea la propia Autoridad Palestina la que arreste o liquide la resistencia suicida, y eso parece casi imposible porque desencadenaría una guerra civil en los territorios.

Tan sólo un gesto verdaderamente significativo por parte de Israel, como sería el comienzo de una retirada de envergadura -de todo Gaza, quizá, como se ha sugerido- podría darle a Mazen los argumentos que precisa para poder vender el alto el fuego a los terroristas. En otro caso, la Hoja de Ruta no será más que papel mojado. De sangre.

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