Río de Janeiro intenta sacar de las calles a miles de niños mendigos
Más de 1.100 policías y 500 cámaras vigilarán el barrio turístico de Copacabana
La ciudad de Río de Janeiro, la tarjeta postal del turismo de Brasil, va a vivir a partir de los próximos días una imponente operación conjunta de los gobiernos del Estado y de la ciudad contra la violencia que se está apoderando de calles y plazas. La gobernadora del Estado, Rosinha Matheus Garotinho, y el alcalde de la ciudad, Cesar Maia, a pesar de militar en fuerzas políticas opuestas, han decidido colaborar juntos ante la gravedad del problema.
El Estado de Río ostenta el récord negativo de muertes violentas de jóvenes de Brasil, con un total de 285 muertes por 100.000 habitantes, frente a la media nacional de 175. La operación, que está inspirada en la que años atrás se llevó con éxito en Nueva York, de Tolerancia Cero, afectará a toda la ciudad, pero se iniciará en el castizo barrio de Cocapacabana, donde se concentra el 80% del turismo de Río y que se ha convertido en el barrio preferido por los jubilados, que ya habían comenzado a encerrarse en sus casas ante el miedo de ser asaltados en la calle.
La primera medida consistirá en retirar de las calles a todos los niños abandonados, mendigos, moradores al aire libre o en las playas (familias enteras) y vendedores callejeros que comercian con lo robado entre ciudadanos y turistas. Lo más delicado es la retirada de los miles de niños, ya que, según explicó el alcalde Maia a este corresponsal, existe una ley por la que no se puede impedir a un niño vivir en la calle si lo desea. De hecho, el juez de la Infancia, Siro Darlan, declaró que sólo apoyará la iniciativa del Gobierno si va unida a "acciones sociales" a favor de los niños y jóvenes, como hacer que frecuenten la escuela.
La alcaldía de Río ya ha intentado retirar a los niños de la calle en muchas otras ocasiones, pero sin éxito. A los pocos días vuelven de nuevo. Generalmente han escapado de la violencia familiar o sus propios padres los mandan para que vivan en las calles atracando a la gente. Lo mismo sucede con los mendigos y con las familias enteras que han tomado la playa de Copacabana como dormitorio, muchas veces frente a los hoteles más lujosos de Río.
El problema es que los narcotraficantes se sirven de todo ese submundo de miseria para sus planes y para aterrorizar a los ciudadanos. Buena parte de los vendedores ambulantes acaban revelándose como vendedores de droga y alcahuetes de los traficantes.
La operación para la limpieza de Copacabana implica colocar en plazas y calles a 1.100 policías más e instalar 500 cámaras de televisión, con un coste de 35 millones de dólares, para vigilar el barrio por todos sus costados. Además, intervendrán policías militares y técnicos de la Fundación León XIII, que busca abrigo para los que viven al raso.
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