Ciudadanos de Madrid
Los ciudadanos progresistas de Madrid, que a juzgar por los resultados de las pasadas elecciones son mayoría, venían ya muy trabajados antes de las elecciones con el tema del Prestige y lo de la guerra. En aquellos momentos ya habían dejado sus ocupaciones diarias en más de una ocasión, para participar activamente en la política del único modo con el que les dejaron hacerlo: en la calle.
Luego, después de que acudieron a los colegios electorales el 25 de mayo a ejercer de un modo más normalizado su soberanía a través del voto, fueron sometidos a la incertidumbre de quién había ganado qué, durante tres largos días.
Y ahora esto: lo de los dos de la lista del PSOE que, sin mediar ninguna explicación a sus compañeros, han detenido el proceso de puesta en marcha de un Gobierno de progreso en la Comunidad Autónoma de Madrid. Ante esta situación, los ciudadanos progresistas pueden tomar dos posiciones.
Lo que urge ahora es que los ciudadanos perseveremos en conseguir un Gobierno de progreso en Madrid
La más comprensible es la de encogerse de hombros, pensar que ya está bien de molestarse por la política, de salir a la calle para que nada cambie, de depositar el voto para que los socialistas dirijan el Gobierno regional... para encontrarse con el chasco de que, a la primera vez que el socialismo madrileño toca poder, se le abren las filas en el primer minuto del partido. La frase "ya no os vuelvo a votar" es la conclusión lógica de esta reacción comprensible.
La segunda posición es más racional y a la vez más compleja. Consiste en darse cuenta de que es muy difícil poner en pie un Gobierno de progreso en Madrid, es decir, en la más floreciente región de toda España.
Conozco a Simancas desde hace muchos años. Y confieso que, a pesar de que me pareció muy pobre el proceso de su elección como candidato, me gustó sin embargo su discurso: un discurso fuerte frente a los especuladores, un discurso recio en el que se traslucía que el poder político, por una vez, iba a intentar poner algún coto, como debe hacer la política, a los poderes económicos regionales. Pues eso, ha cundido el miedo entre los poderes fácticos. Y algunos representantes de estos poderes han encontrado un eslabón débil, y le han prestado gasolina y apoyo.
Los ciudadanos progresistas que coincidan con este análisis comprenderán la conclusión racional que se deriva del mismo. Parece que se ha tornado muy difícil la formación de un Gobierno de progreso en Madrid; que todo se le ha vuelto dificultades a Simancas desde la misma noche electoral. Si esto es así, los ciudadanos progresistas racionales, en vez de mirar para el otro lado, deberíamos activarnos y arrimar el hombro. ¿Cómo? Quizá, ahora, organizando una gran ola de presión ciudadana para exigir que estos dos tránsfugas nos devuelvan nuestra soberanía renunciando a sus actas de diputados. Ésta es la única salida democrática al conflicto ocasionado por estas dos personas, puesto que realizar unas nuevas elecciones significará devaluar el voto soberano que ya hemos ejercido. Y, en cualquier caso, si ni aun así se consigue el respeto a la voluntad ciudadana, votando más y votando otra vez progreso en una hipotética reelección dentro de unos meses...
Y hay un tercer elemento inescapable en esta reflexión de color ciudadano. No basta con pedir disculpas porque dos diputados electos hayan salido ranas. Los dirigentes socialistas, como los de todos los demás partidos, deben cambiar drásticamente sus métodos de selección de candidatos. No es de recibo que los ciudadanos voten a partidos y, por tanto, no conozcan el perfil personal de los elegibles, pero que, cuando éstos pasan a ser elegidos puedan hacer personalmente lo que quieran con su mandato. O cambia la ley electoral, hacia las demarcaciones unipersonales o las listas abiertas, de modo que elijamos a los mejores en las urnas, o cambian los métodos internos de elección de candidatos, de modo que los partidos nos presenten, a ciencia cierta, a los mejores en sus listas. Y como lo primero nadie lo va a querer cambiar por ahora, habrá que urgir lo segundo.
De hecho, en el PSOE ha habido voces que arreciaron en el congreso en el que fue elegido Zapatero, pidiendo que los candidatos presenten un currículo político a la atención de los afiliados en sus demarcaciones electorales, y que sean efectivamente elegidos en listas abiertas. No se ha hecho caso hasta ahora. Hoy el tema se ha convertido en un problema que exige una obligada y perentoria solución.
Esta reflexión hay que hacerla, es inescapable. Pero no es aún el momento.
Lo que urge ahora es que los ciudadanos nos demos cuenta de lo difícil que es un Gobierno de progreso en Madrid, y perseveremos en conseguirlo por todos los medios democráticos.
Manuel Escudero es profesor de Entorno Económico del Instituto de Empresa.
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