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Reportaje:MÚSICA

En busca del barroco americano

Es un auténtico tesoro escondido. Con la dificultad añadida de tener que ir encontrándolo moneda a moneda, joya a joya, a veces una muy lejos de la otra. El programa de Repsol YPF -auspiciado por la Unesco- para las músicas de Latinoamérica empezó en 1996. Desde entonces han encontrado cerca de 11.000 páginas de partituras dispersas en pequeñas parroquias del altiplano andino o iglesias centroamericanas, en las casonas de viejos asentamientos mineros (la riqueza de los dueños de las minas les permitía tener músicos) y también en las grandes catedrales americanas, desde México hasta Argentina. De esas partituras se han restaurado hasta el momento unas mil páginas y se han grabado 300 en los seis discos compactos editados hasta el momento. Las mejores entre ellas.

"Lo primero que encontramos fueron unas partituras de Esteban Salas (1725-1803) en un arca de música de la catedral de Santiago de Cuba", recuerda el musicólogo y compositor Alejandro Massó, director de este programa de recuperación. "Salas, que fue maestro de capilla de esta catedral del oriente cubano, es el mayor músico americano hasta Gershwin. El impacto de la obra de Salas ha sido enorme, no se sospechaba que piezas de tal calidad se estuvieran componiendo en América en esa época. Se pensaba que sólo había músicas populares. Las suyas son obras que además no están viciadas por el virus de la música europea".

Han ido emergiendo algunos nombres propios aunque la mayoría son obras anónimas. "Por lo general se trata de composiciones corales, más bien tranquilas y elementales, alejadas del barroco europeo, de una gran belleza. Tienen ecos de la música española de su tiempo, pero carecen de ese dramatismo tremendista de la condenación y la muerte. Los indígenas, para acercarse a la religión, comprendían mejor un lenguaje más amable, poético y de melodías bellas", dice Massó.

Las diferencias con el barroco europeo continúan. "La mayoría de las obras corales son para voces de tiple, interpretadas por niños y mujeres indígenas, a las que en América sí se les permitía cantar en los templos. Casi no hay partes para bajos, porque son escasos en las voces andinas. Las obras instrumentales puras casi no existen hasta el siglo XIX, salvo seis manuscritos ecuatorianos, dos mexicanos y el extraordinario Libro de tecla de Ymelda Bungo -una novicia negra de algún convento de Arequipa o Cusco (Perú)-, descubierto en 1998 en un mercadillo andino".

Según Massó la calidad de algunos de los compositores americanos no es inferior a la de grandes genios de la música europea. "Otro de los compositores rescatados es Mathias Maestro de Lima, compositor de guitarra, o el también limeño Ignacio Quispe, que, en mi opinión, no es inferior a Haydn. Tampoco tiene nada que envidiara lagunas de las piezas de Mozart las de Manuel de Moraes Pedrozo, un músico probablemente de origen portugués que vivió en Cusco. Una canción como Los negritos, de Juan de Araújo (probablemente de origen leonés, que vivió y murió en Chuquisaca, Bolivia, en 1712), no es peor que los bailes de Monteverdi, tienen una armonía similar y una gran riqueza de sentimientos".

Entre los hallazgos también figuran piezas de Carlos Patiño (1600-1675), maestro de capilla del Alcázar madrileño, cuya obra se perdió en el incendio de 1734. "Encontramos copias de sus obras en la catedral de Cuenca, Ecuador", dice Massó. Ahora han sido editadas en un disco dentro de esta serie.

El trabajo de investigación

y recuperación está a cargo de un pequeño grupo de profesores españoles de la Universidad de Murcia: Enrique Máximo y Manuel Pérez Sánchez, dirigidos por Cristóbal Belda. Junto a ellos han ido trabajando una serie de especialistas en cada uno de los países latinoamericanos y algunos estudiantes españoles que han acudido como voluntarios temporalmente. "Hemos estado trabajando en Ecuador, Bolivia, Perú, Argentina, Cuba, Colombia, Brasil, México, Guatemala y Panamá. Después del hallazgo, consolidación y transcripción del documento intentamos completar las obras e interpretarlas, siempre con músicos de América Latina. Es un programa de ayuda para ellos y ahí hay músicos lo suficientemente buenos para hacerlo. No sólo eso, sino que si les das una partitura la interpretan de una manera sencilla, probablemente como se hizo en su momento. Se la das a un europeo y te hace unas florituras versallescas que desvirtúan por completo la obra original".

Además de este trabajo, se han localizado también más de quinientos instrumentos antiguos, algunos delos cuales se han restaurado. El primero de ellos fue el órgano de la iglesia de Andahuaylillas, cerca de Cusco, uno de los más antiguos de América, construido alrededor de 1610. "Han ido apareciendo órganos y clavecines. Hallamos incluso la huella de instrumentos llevados al extranjero en los últimos años. Como uno de una hacienda de Oropesa (Cusco), un virginal (clavecín doble) regalo de Felipe II al virrey Toledo y de Leyva, que se sacó de Perú subrepticiamente y ahora se exhibe en el Metropolitan de Nueva York totalmente restaurado".

Tapas decoradas del órgano de la iglesia de Andahuaylillas (Cusco), restaurado por el programa Repsol.
Tapas decoradas del órgano de la iglesia de Andahuaylillas (Cusco), restaurado por el programa Repsol.

Los sonidos del pasado

HASTA AHORA se han publicado seis discos, producto de las investigaciones de este programa. Los primeros fueron El gran barroco de Perú, El gran barroco de Bolivia, Selva y vergel de músicas y América sacra. Las dos nuevas referencias son Carlos Patiño (1600-1675) y Yanahuitlan. Compositores barrocos americanos, con obras de los maestros de tecla. Junto a éstos acaba de aparecer también una especie de antología, que incluye varias piezas inéditas hasta ahora, titulada El gran barroco.

Las grabaciones se han realizado con frecuencia en las mismas zonas en las que se hacen las tareas de recuperación, en condiciones a veces difíciles. Por eso no es raro escuchar al fondo los grillos y el mar en las obras grabadas en La Habana y, en el territorio andino, el sibilante ruido del viento. Las interpretaciones corales están a cargo del coro de cámara Exaudi de La Habana, dirigido por María Felicia Pérez. "Tienen la ventaja de que su educación musical es excelente y que, pese a su trayectoria internacional, están estilísticamente alejados de las formaciones del Viejo Mundo", aclara Massó.

Alejandro Massó es, evidentemente, un entusiasta que ha ido alimentando su pasión y que se siente satisfecho. "Lo que más me compensa es que el oyente de América Latina se emociona al encontrarse con su historia; el español también puede reconocer la suya en esta música y el europeo puede describir una América desconocida y llena de belleza".

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