Fábrica de sueños
¿A quién quiere engañar, así de entrada, José Luis Borau, un guionista y director de cine muy especial, y tocado desde siempre por el talento literario, con que es un escritor bisoño y que alguien -un editor, un amigo- le sacó de la gaveta este puñado de sorprendentes historias y con ellas, casi a la fuerza, ha salido este libro de relatos que dará mucho que hablar? No a él, ni tampoco al lector. Lo que le ha robado -ese
amigo, ese editor- no es una carpeta con proyectos cinematográficos, descartes, sueños irrealizables, sofocos para un productor pusilánime.
Serían, sí, en su origen, acaso, sueños sin cumplir, cortos sin posibilidades, películas sin financiación, pero han acabado, como un puñado de relatos liberados de toda convención. Camisa de once varas es un emocionante ejercicio de libertad creadora. Borau que ya lo es como director y productor (de sí mismo) ha utilizado esa misma libertad que posee para lanzarse como escritor. Ha escrito una inquietante historia de hotel, con las ventanas bien abiertas al ruido juvenil de los sábados-noche y de las litronas. Ha escrito una emotiva carta a los mitos del cine, al Gordo y al Flaco, de su juventud (hay en muchos relatos continuas referencias a esa fábrica de sueños, donde respiró aire fresco su generación, en aquella posguerra triste y atroz).
CAMISA DE ONCE VARAS
José Luis Borau
Alfaguara. Madrid, 2003
318 páginas. 17,95 euros
Pero, sobre todo, ha es
crito dos historias largas, hermosísimas y terribles, de "freaks", a lo Borau, con Tod Browning en la lejanía, dos extraordinarios relatos; uno, el de la cuadrilla de enanos para la película de El mago de Oz, es en realidad una novela corta, una bella historia de amor, terrible como lo es (aún más) Ratones sin remedio, que empieza siendo un triste relato de posguerra, con "mutiladito" de la Cruzada y niña-bien madrileña y acaba siendo la historia de amor más hermosa y atrevida que uno ha leído en mucho tiempo. Borau nunca se atreverá a hacer esta película, por eso se ha hecho escritor, ahora, insólito y valiente. Sí, sí, bisoño.
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