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Crítica:EQUIPAJE DE BOLSILLO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La adicción más placentera

Fernando Savater

Supongamos -por favor, sólo se trata de una suposición- que usted, amiga o amigo lector, es una persona de gustos literarios trascendentales. Los únicos autores que frecuenta escriben libros de unas quinientas páginas (a veces son menos, pero cuando uno los lee parecen por lo menos quinientas) que cuentan la historia de ocho generaciones de una misma familia (el autor prefiere llamarla "dinastía") en Nueva Inglaterra o en el Punjab, a veces primero en un sitio y luego en el otro. Supongamos que usted considera tiempo perdido dedicarse a leer crónicas que no abarquen por lo menos sesenta personajes de diversa ralea, movidos por la ambición y la lujuria, obras en las que se cuenta la fragua o la decadencia de un mundo, que tratan de grandes conspiraciones financieras, de seres traumatizados en busca de su identidad maltratada por la sociedad inmisericorde, de voraces amantes que se torturan y expolian entre aullidos de placer. La vida misma, la realidad palpitante. En fin, no sé, cosas así.

FELICES PESADILLAS

Varios autores y traductores

Valdemar. Madrid, 2003

982 páginas. 14,90 euros

Si tal fuera su caso, Dios no lo quiera, está usted gravemente intoxicado y la cosa puede acabar mal. Ya sé que todos acabamos mal pero ahora estamos hablando de usted: necesita urgentemente un antídoto, un contraveneno. Quizá aún no sea demasiado tarde. El mejor remedio que puedo aconsejarle es que consiga un ejemplar en buen estado de Felices pesadillas y se administre un cuento cada noche antes de acostarse durante cuarenta jornadas. No conviene que exceda la dosis porque esta medicina crea adicción. Pero si de todas formas cuando cierre el volumen definitivamente nota un temblorcillo de manos y una ansiedad en la garganta que nada calma, recuerde que cada uno de esos relatos proviene de un libro entero dedicado a su autor por la editorial Valdemar y que, haciéndose con todos ellos, puede seguir automedicándose morbosamente durante mucho más de otras cuarenta noches...

Desde hace ya más de tres lustros, Valdemar ha venido publicando a la mayoría de los narradores del género fantástico y sobrenatural, en ediciones cuidadas y muy bien presentadas. Durante cierto tiempo compitió con la también excelente colección El Ojo sin Párpado de la editorial Siruela, pero hoy su catálogo no tiene ya prácticamente adversario entre nosotros y puede medirse sin demérito ninguno con cualquier otra serie de publicaciones semejantes en cualquier lengua o país. Ahora ha reunido en un solo volumen cuarenta joyas representativas del amplio y tenebroso tesoro que administra. He leído en mi vida muchas docenas de antologías de cuentos de terror pero me atrevo a decir que ésta las supera a todas, tanto por su generosa amplitud como por el tino de la selección. Entre los cuentos que ofrece no sólo están los más representativos de este género sino también algunos de los mejores relatos que jamás se han escrito en cualquier categoría, como La pata del mono de W. W. Jacobs, El elíxir de la larga vida de Honorato de Balzac, Sredni Vashtar de Saki o La extraña cabalgada de Morowbie Jukes de Rudyard Kipling (mi estremecimiento predilecto desde que lo leí por primera vez hace cuarenta y cinco años). El único reparo que podría hacerse es que los muy aficionados o muy viciosos ya conocemos buena parte de estas lúgubres maravillas, pero ése es un problema nuestro y no del libro. Además la relectura es también un placer, como el reencuentro con los viejos amigos

Entre estas pesadillas, sólo una proviene de autoría española y es también la única firmada por una mujer: Mater Tenebrarum de Pilar Pedraza. Baste decir que se codea de igual a igual con las de Dickens, Stevenson o Lovecraft que la acompañan. No puedo imaginar ninguna excusa válida para que el lector inteligente se prive de esta fiesta de escalofríos que le aliviarán por unas horas de los otros terrores menos imaginativos y más brutales de lo que solemos llamar realidad.

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