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La ONU toma bajo su control el reparto de comida entre los habitantes de Bagdad

Naciones Unidas comenzará el lunes a repartir alimentos entre 1,6 millones de personas

Jorge Marirrodriga

Tras más de tres meses sin tener acceso a la distribución gratuita de alimentos mientras los precios en el mercado se vuelven día a día más prohibitivos a causa de una inflación desbocada, el próximo lunes, 1.600.000 vecinos de Bagdad recibirán alimentos distribuidos por Naciones Unidas al amparo del programa Petróleo por Alimentos. Esto supone el primer paso en la reanudación de la entrega de comida con cartillas de racionamiento a la población civil, sistema que se inició en 1995 luego del bloqueo al régimen de Husein en 1991.

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"Hasta ahora, el Programa Mundial de Alimentos [PMA, organismo dependiente de la ONU] se dedicaba a supervisar el proceso, pero ahora se tiene que encargar de todos los pasos, con lo que esto se convierte en la mayor operación logística de la historia de Naciones Unidas", indicó Antonia Paradela, portavoz del PMA en Irak. "Ahora nos encontramos con que nos faltan sacos donde meter harina, máquinas elevadoras en los centros de distribución o palés para almacenar los alimentos", añadió. El proyecto durará en principio hasta el mes de septiembre, a la espera de que se decida cuál será el tipo de economía que regirá en Irak.

Hasta la caída del régimen de Sadam Husein, el pasado abril, los alimentos, comprados en su mayoría con los ingresos de las ventas de petróleo que la ONU permitía a Irak, eran entregados al Ministerio de Comercio iraquí, que se encargaba de su distribución. "Era un sistema corrupto. La tarjeta de racionamiento podía ser retirada por motivos políticos y los distribuidores de los barrios hacían lo que querían", asegura Akram al Jalidi, un ingeniero de 29 años, residente en el barrio bagdadí de Dora.

A pesar de sus defectos, el sistema funcionaba y permitía que al menos el 60% de la población iraquí tuviera acceso gratuitamente todos los meses a harina, legumbres, aceite, azúcar, té, leche en polvo y leche para niños pequeños, entre otros alimentos. Husein y su círculo nunca lo vieron con buenos ojos y lo consideraban una injerencia en los asuntos de Irak. De hecho, el programa de ayuda alimentaria pudo haber comenzado en el verano de 1991, apenas tres meses después de la derrota iraquí en la primera guerra del Golfo, pero Sadam lo rechazó. Además, las cifras de mortalidad infantil revelaron las irregularidades del reparto de alimentos. En el Kurdistán autónomo, donde Naciones Unidas tenía un mayor control del proceso, ésta era considerablemente menor que en el sur, donde el Ministerio de Comercio iraquí se hacía cargo de todo. Durante los últimos años del régimen de Sadam, la ayuda del Programa Mundial de Alimentos era la única fuente de ingresos para unos 16 millones de iraquíes, según datos que maneja la propia ONU. Cuando recibían la ración mensual, muchas familias vendían una parte de ésta para poder cubrir otras necesidades. Antes de que comenzara la guerra, Sadam ordenó que se repartieran entre los ciudadanos las raciones correspondientes a varios meses para asegurar que no hubiera falta de alimentos y evitar una insurrección por descontento popular. "Calculamos que la gente todavía tiene alimentos suficientes en casa hasta julio", señaló Paradela.

En Bagdad, los almacenes de alimentos están custodiados en su mayoría por soldados estadounidenses a bordo de vehículos blindados. "Tuvimos mucha suerte porque sólo uno de los almacenes fue asaltado. El resto pudo ser protegido", explicó el responsable de un almacén que ya trabajaba en el lugar durante el régimen de Sadam. Al otro lado de la puerta, varias personas se agolpan tratando de saber cuándo volverá a recibir comida. "Es una vergüenza", opina un hombre, padre de siete hijos. "Los que están ahí dentro", dice, "son los mismos que repartían la comida con Sadam. ¿Qué ha cambiado en este país?".

Colegialas de una escuela basorí conviven con una bomba sin explotar.
Colegialas de una escuela basorí conviven con una bomba sin explotar.REUTERS

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Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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