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Entrevista:LUIZ INÁCIO LULA DA SILVA | Presidente de Brasil

"Si mi proyecto fracasa, fracasa todo el movimiento de izquierdas"

Juan Arias

Por primera vez en sus cinco meses como presidente de la República de Brasil, el ex tornero mecánico Luiz Inácio Lula da Silva, que visitará oficialmente España en julio, recibió en su despacho de Planalto, en Brasilia, a los corresponsales extranjeros de EL PAÍS y de otros grandes diarios internacionales. En hora y media de conversación informal, Lula hizo alarde de optimismo y sentido del humor, e hizo alguna confidencia, como su propósito de perder peso y dejar de fumar. "Cada mañana me despierto más convencido de que vamos a construir un Brasil mejor", dijo.

Lula comenzó la entrevista al revés, haciendo él una pregunta a los corresponsales sobre cómo se ve a Brasil desde fuera. Y la respuesta fue unánime: "Con grandes expectativas". El presidente quiso saber después cuántos de los periodistas presentes vivían en Brasilia y cuántos en Río, y al constar que la mayoría estaban en Río preguntó: "¿Es por la protección del Cristo del Corcovado o por las garotas [chicas] de Ipanema?", y se respondió con humor: "Debe de ser más bien por las garotas, no?".

"Bush no es el presidente que me gustaría ni yo el que él desearía, pero tenemos que entendernos"
"Mi partido no ha cambiado ideológicamente, pero ahora gobierna para todo el país"
"La policía de Brasil se preparó para luchar contra ladrones de gallinas, no contra los 'narcos"
Lula propondrá ante el Grupo de los Ocho un Fondo Mundial contra el Hambre

Lula se mostró convencido de que el Parlamento va a aprobar las dos grandes reformas presentadas: la de la Seguridad Social y la fiscal. Comentó que es curioso que cuando ganó las elecciones, sus adversarios decían que cómo iba a gobernar sin mayoría en el Congreso y que ahora que ha conseguido esa mayoría le reprochan que haga alianzas con partidos conservadores. Explicó que su táctica es la de crear mayorías políticas para cada asunto importante. "De poco valen las mayorías matemáticas", dijo, recordando que su antecesor, el presidente Fernando Herrique Cardoso, había llegado a tener mayoría absoluta y no consiguió aprobar las reformas.

"Estamos en el buen camino", dijo Lula, subrayando que la gente de la calle entiende que debe andar despacio y que éste es aún "un año de tolerancia", como cuando uno se cambia de piso y le faltan muebles o no le encajan del todo.

¿Es verdad que su Partido del Trabajo ha cambiado mucho? Lula dijo que "ideológicamente" no, pero que todo cambia como la vida y que, además, ahora "es un partido que tiene que gobernar al país". Y contó una anécdota: un conocido suyo se iba a casar y les dijo a sus amigos que tenían que saber que nada iba a cambiar. Lula le dijo con humor: "Vaya si va a cambiar. Mira, basta que a tu mujer no le gusten tus viejos amigos para que no puedas volver a verlos".

Lula, que ha instaurado una forma de gobernar carismática y popular, aunque no populista, lucha cada día con su seguridad para que dejen a la gente acercarse a él. "Es que los que más me han votado, que son los más pobres, no consiguen acercarse a mí, a veces sólo para llorar sus penas, y los que no me votaron pueden entrar cuando quieren a este despacho y siempre para pedirme miles de millones".

En su próximo encuentro en Francia con los miembros del Grupo de los Ocho, Lula va a proponer dos cosas: la creación de un Fondo Mundial contra el Hambre, tal vez con los recortes en gastos militares de los países ricos y que los países desarrollados ayuden a Brasil, y al resto de América del Sur, a crear infraestructuras. "Algo parecido a lo que la UE hizo con España y Portugal para ayudarles a desarrollarse", dijo. "¿Cómo podemos hacer un proyecto de América, si para ir de Brasil a Quito no tengo aviones. Si no tenemos carreteras, ni puentes para atravesar el río que nos separa?".

Pero Lula no va a ir al G-8, como un pobre pidiendo limosna: "Les voy a decir que serían tontos si no nos ayudaran a desarrollar nuestras economías, pues ellos serían los más aventajados, ya que nosotros podríamos importar y contarían con nuevos millones de consumidores".

A la pregunta de EL PAÍS sobre los problemas que plantea a las grandes ciudades la violencia de los narcotraficantes, Lula respondió que su Gobierno tiene un plan nuevo de seguridad con las policías integradas, con la creación de 7.000 policías federales más y la construcción de cinco presidios de máxima seguridad para los grandes criminales. "Tiene que entender que la policía de Brasil fue preparada para luchar contra ladrones de gallinas, y no contra la guerra del narcotráfico, que está mejor equipada militarmente que ella".

Lula ironizó sobre el hecho de que a veces la televisión presenta a la policía secuestrando 400 kilos de cocaína y los responsables detenidos son "tres pobres miserables que no saben de dónde viene ni adónde va la droga". Afirmó que de nada sirve invadir las favelas (chabolas) en busca de los grandes traficantes, ya que éstos están bien instalados en los áticos de lujo de São Paulo, Río, Nueva York o Londres, y que por eso Brasil necesita de "servicios de espionaje mejor preparados".

Lula explicó cuál es su filosofía en la búsqueda de consensos para conseguir llevar adelante su proyecto de hacer de Brasil un país próspero y moderno. "Mi convicción es que nadie en el mundo es al cien por cien malo o bueno. Y yo intento dialogar con la parte mejor de cada uno". Dirigiéndose al corresponsal de The New York Times, Larry Rohter, dijo: "Sin duda [George W.] Bush no es el presidente que a mí me gustaría, y seguro que tampoco yo soy el presidente que él desearía, pero tenemos que entendernos. Y quizás hasta...", y Lula dejó la frase sin acabar, sonriendo.

Lula estaba en mangas de camisa. Cuando entraron los fotógrafos alguien corrió a por su chaqueta. El presidente la rechazó: "¡Pero por qué el presidente no puede estar sin chaqueta! Además, con ella se me nota más la barriga!", dijo riendo.

"Este país necesita crecer económicamente. Y lo va a hacer", dijo Lula. Aseguró que no va a gobernar dirigido "por los titulares de los periódicos". Ha pedido a sus ministros que viajen por todo Brasil "para escuchar a la gente", y está convencido de su gran responsabilidad: "Sé muy bien que si mi proyecto fracasa, no soy yo quien fracasa, sino todo el movimiento de izquierdas que me ha llevado al Gobierno, el cual ya no levantaría cabeza en otros 50 años". Su receta para conseguirlo, dice, es la de la virtud de los revolucionarios: la paciencia. Y su suerte es que no conoce el estrés. No le quitan el sueño, afirma, ni siquiera los disgustos de los radicales de su partido. Acabada la charla, dijo a este corresponsal en tono bromista: "Voy a ir a España en julio. ¿Cree que [José María] Aznar me va a apoyar?".

Lula da Silva, durante la campaña electoral que le llevó a la presidencia.
Lula da Silva, durante la campaña electoral que le llevó a la presidencia.REUTERS

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