Dos Kurdistanes en un mismo Irak
Las diferencias entre los dos grandes partidos kurdos rebasan la ideología y pueden complicar la posguerra
Las dificultades con que se ha encontrado la Administración estadounidense para Irak a la hora de formar un Gobierno provisional han puesto sobre la mesa las diferencias entre los dos grandes partidos kurdos, que en el pasado ya trataron de dirimirse por las armas, y que ahora hacen planear la incertidumbre sobre una zona del mundo que ha vivido en la práctica de forma independiente desde que Sadam Husein fuera derrotado en la guerra del Golfo en 1991.
El Kurdistán autónomo está dividido en dos partes: la norte, controlada por el Partido Democrático del Kurdistán (PDK), de Masud Barzani, de tendencia tradicional y más configurado bajo el esquema tribal; y la este, bajo el mando de la Unión Patriótica del Kurdistán (UPK), presidida por Jalal Talabani, más occidentalizada. La división en zonas no es meramente nominal. En las carreteras de ambas son frecuentes los controles de los peshmergas (combatientes kurdos) de uno u otro partido y las administraciones locales están copadas por los leales, ya sea a Barzani, en el norte, o a Talabani, en el este.
Aunque la presión y las amenazas de EE UU pusieron fin a la sangrienta guerra civil kurda (entre 1993 y 1996), un abismo separa a ambas formaciones políticas, tanto que el PDK recurrió a las tropas de Sadam para reconquistar Erbil en 1996, que había caído años antes en manos de la UPK. Tras los soldados iraquíes llegaron los temidos servicios secretos de Sadam, que encarcelaron y asesinaron a todos los representantes, tanto de la UPK como de otros grupos de oposición iraquí, que no pudieron huir a tiempo de la ciudad.
Mientras, los miembros del PDK quedaron a salvo y su líder, Barzani, pudo volver a su feudo. Esta alianza con Sadam, el más odiado enemigo de los kurdos, es un tema tabú entre los miembros del PDK.
Las diferencias de ideología y funcionamiento se trasladan también a la forma de vivir de los lugares que el PDK y la UPK controlan, especialmente en sus respectivas capitales: Erbil y Suleymaniya. En Erbil, controlada por el PDK, a 350 kilómetros al norte de Bagdad, apenas se ven mujeres con la cabeza descubierta, y en su Administración predominan los interminables papeleos y las largas esperas a la puerta de los despachos. En Suleymaniya, capital de la UPK, a 331 kilómetros al noreste de Bagdad, es frecuente ver a las jóvenes vestidas con pantalones tejanos, no son raros los establecimientos públicos donde se sirve alcohol y la Administración regional en su funcionamiento se acerca mucho más a un concepto occidental. Ambas zonas poseen su propio sistema separado de justicia, de educación y de recaudación de impuestos. Prácticamente sólo comparten tres cosas: el idioma, la bandera y la moneda, un dinar diferente al del resto de Irak cuyo papel es impreso en Suiza.
En ninguna de las dos partes quieren hablar abiertamente de independencia, un evento que, dado el statu quo de la región -con la amenaza permanente turca-, supondría más problemas que ventajas. "Queremos una federación iraquí donde uno de los Estados sea Kurdistán. Sobre cómo debe organizarse el resto de Irak, que ellos decidan", explica Kubat Talabani, hijo del dirigente de la UPK, para quien el Kurdistán federado deberá tener competencias en legislación, educación e impuestos, quedando para el Federal la gestión de los recursos, como el petróleo, y la dirección del Ejército. "Nuestra visión del federalismo no es un paso previo a la independencia", subraya Talabani. "Podríamos declarar la independencia, pero perderíamos lo logrado estos años; el apoyo internacional y las buenas relaciones con los vecinos. Nos quedaríamos aislados".
"No renunciamos a un Irak federal y democrático", indica por su parte Akram Mantik, gobernador de Erbil y perteneciente al PDK de Barzani. "Queremos tener a nuestros representantes sentados en Bagdad. Los árabes tienen que entender que no somos ciudadanos de segunda clase".
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