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LA OPINIÓN | ELECCIONES 25M | El PSOE aspira al primer cambio de gobierno en Jerez
Columna
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Continuidad y cambio

Cuando se celebran conjuntamente elecciones municipales y autonómicas, es más fácil extraer alguna conclusión acerca de la posición en que quedan los diferentes partidos políticos tras la manifestación de voluntad del cuerpo electoral. Cuando las que se celebran son únicamente municipales, como ha ocurrido en Andalucía, tal conclusión es mucho más difícil de extraer.

Es así por la confluencia de varias circunstancias que apuntan todas en la misma dirección: en primer lugar, la fragmentación del cuerpo electoral, que en las elecciones autonómicas es mucho menor, ya que la circunscripción electoral es la provincia; en segundo lugar, el mayor número de escaños, de manera significativa por lo general, en la circunscripción electoral para las elecciones municipales que para las autonómicas, lo que facilita el ingreso en el sistema electoral de nuevos actores, al anular prácticamente el efecto penalizador de la fórmula D'Hondt; y en tercer lugar, el peso mayor del factor humano al operar la influencia del candidato o candidatos sobre un cuerpo electoral más pequeño.

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La confluencia de estas circunstancias hace que el peso de los partidos, especialmente de los grandes, sea menor en las elecciones municipales que en las autonómicas o generales y que, como consecuencia de ello, puedan producirse "sorpresas" en las primeras que son inimaginables en las segundas. Los dos grandes partidos españoles, PP y PSOE, suelen acaparar entre ambos casi el 80% del voto en el conjunto del Estado en las elecciones generales y no llegan entre ambos al 70% en las elecciones municipales. Hay más margen en estas últimas para partidos pequeños y para agrupaciones de electores que el que suele haber en las elecciones autonómicas y generales y, en consecuencia, desde la perspectiva de la posición de los distintos partidos en el sistema político y de su proyección futura los resultados de una elecciones exclusivamente municipales son más difíciles de interpretar.

Pero el que sean más difíciles de interpretar, no quiere decir que su análisis no arroje resultados que pueden ser muy expresivos de cómo está el patio y de cómo puede estarlo en el inmediato y no tan inmediato futuro. Las celebradas el pasado domingo en Andalucía son un buen ejemplo.

En lo que a los dos grandes partidos se refiere, los resultados del pasado domingo han sido unos resultados continuistas. El PP mantiene su fortaleza en las provincias de Málaga y Almería, en las que vuelve a ganar, así como en las grandes poblaciones en general y en las capitales de provincia en particular. Baja algo en Sevilla y Córdoba, aunque en esta última menos de lo que cabía esperar, pero compensa con creces este descenso con la recuperación de Granada y Almería y el mantenimiento en las cuatro capitales en las que ya gobernaba. El fortalecimiento municipal del PP en las capitales de provincia, que empezó a manifestarse en 1991 y que se confirmaría en 1995 y 1999, se mantiene intacto en 2003. En las demás poblaciones, por el contrario, la debilidad relativa del PP se hace muy visible.

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El otro gran partido, el PSOE, mantiene intacta su fortaleza general en el conjunto de la comunidad autónoma, aunque sigue teniendo asignaturas pendientes en las capitales de Cádiz, Málaga, y Huelva, en las que la distancia que lo separa del PP es extraordinaria. Los efectos del "suicidio" prolongado en Cádiz desde 1995, que únicamente en esta campaña de 2003 han empezado a ser corregidos, todavía se dejan sentir, de la misma manera que lo hacen los efectos de la "guerra civil" entre PSOE e IU entre 1995 y 1999, a pesar de que también están siendo contrarrestados. En Córdoba también es muy débil la posición del PSOE, pero en este caso es en la fortaleza de IU donde hay que encontrar la explicación.

Los resultados, por el contrario, no arrojan continuidad, sino cambio, respecto de los partidos menores, IU y PA. IU parece decidida a ocupar la posición que naturalmente debería haber ocupado en el sistema político andaluz en 1994 y de la que ella misma se excluyó al pactar con el PP, en lugar de hacerlo con el PSOE, en la desgraciada legislatura de la "pinza". Esa autoexclusión de IU posibilitó que el PA ocupara su lugar a partir de 1996, conjurando de esta forma el riesgo de desaparecer que lo tenía a la vuelta de la esquina. Da toda la impresión de que IU parece dispuesta a recuperar su lugar natural, desalojando del mismo al PA.

Los andalucistas son los que parecen encontrarse en una situación con difícil salida en el corto plazo. Y no porque no exista una reserva potencial de votos a su disposición. Los resultados indican que hay un voto andalucista en el aire significativo. Lo que no existe es la capacidad política para articularlo. De la misma manera que los personajes de Pirandello estaban a la busca de un autor, los votantes andalucistas están a la busca de una dirección política digna de tal nombre, que canalice la energía de que ellos son potencialmente portadores. Esta última campaña electoral lo ha puesto claramente de manifiesto. Los andalucistas han expresado una concepción patrimonial de la política más que una opción política propiamente dicha. Y de esta manera es imposible articular con un mínimo de amplitud territorial al electorado. Se pueden alcanzar victorias locales, pero nada más. El riesgo de desaparición del andalucismo vuelve a estar a la vuelta de la esquina.

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