La cuenca madre del movimiento nacionalista
La coalición PNV-EA ha capitalizado como nadie el aumento de la participación electoral en estos comicios locales, así como el veto judicial a Batasuna. Aunque las elecciones municipales y forales del pasado domingo no eran las más propicias para remover y atraer a sus fondos abstencionistas, el nacionalismo ha conseguido revestirlas de un alto contenido político y hacer de ellas una reedición de las pasadas autonómicas de 2001. Ciertamente, la coyuntura le ha facilitado mucho la tarea. La ilegalización de Batasuna, el cierre cautelar del periódico Egunkaria, la posición española en la guerra de Irak, el proyecto soberanista y el conflicto abierto entre el Parlamento vasco y el Tribunal Supremo han actuado de referentes movilizadotes para su electorado.
Ya se sabe que en los momentos de zozobra o entusiasmo patrio, cuando lanza sus grandes apuestas o se siente amenazado, el nacionalismo vasco recupera con celeridad los viejos reflejos reactivos que le permiten desplegarse en movimiento político. Bajo la divisa oficial de "Euskadi, un pueblo en marcha" y la ponencia no menos oficial del PNV, Ser para decidir, el PNV y EA han habilitado con su unión una cuenca propicia para encauzar las adhesiones del conjunto del nacionalismo. Como la cuenca madre que recoge las aguas para vertirlas en el mismo río, la coalición PNV-EA se ha nutrido de los desencantados de Batasuna, de los entusiastas soberanistas, de los agraviados por las actuaciones del Gobierno central y el Estado, además, claro esta, de los caudales propios.
A pesar de que no ha conseguido remover los obstáculos de Álava y Vitoria, ni conquistar San Sebastián, Eibar, Irún y otras ciudades, como seguramente pensaba, el resultado electoral le permite asentar el proyecto soberanista dentro de su propio campo, le estimula a dar nuevos pasos en la misma dirección. Cuenta con que el voto nulo de Batasuna, mucho más resistente en Guipúzcoa, irá erosionándose por sí mismo y, en buena medida, acabará confluyendo en el cauce común.
Enfrente, los partidos constitucionalistas no han conseguido movilizar suficientemente a su electorado, ni entrar en el campo nacionalista para poder disputarle al PNV-EA el voto moderado, autonomista, centrista. Claro que a estas alturas, hay quienes dudan ya de la existencia misma de ese espacio. El PP vasco, que ha atemperado su discurso para no fomentar la reacción nacionalista, ha acusado su desgaste general, mientras que el PSE-EE, desdibujado en Vizcaya, ha defendido exitosamente sus alcaldías guipuzcoanas.
Puede decirse que los votantes socialistas y populares se han comportando de manera más convencional, como correspondería a unas elecciones locales, sin compartir el grado de efervescencia del nacionalismo, como si el 25-M fuera una escaramuza más de una batalla pendiente.
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