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46º FESTIVAL DE CANNES

Gus van Sant gana la Palma de Oro

Dos actores turcos, uno de ellos recientemente fallecido, y Marie-Josée Croze, mejor interpretación

El más célebre francotirador del cine independiente de EE UU, Gus van Sant, ganó anoche la Palma de Oro -además del Premio al mejor director- por su formidable, en los bordes de lo genial, filme fuera de norma Elefante, que es un experimento formal extraordinariamente aventurado, casi temerario, pero de desconcertante precisión. En él emprende una difícil y apasionante averiguación, mediante una inmersión de la cámara dentro de los mecanismos del comportamiento que desencadenaron la espantosa matanza, por dos compañeros suyos, de más de una decena de muchachos estudiantes de la escuela Columbine, en los alrededores de Denver, Colorado, en 1999.

Es un premio comprometido, que desconcertará e irritará a muchos, pero que tiene el valor impagable de alentar la busca, cada día más imprescindible, de nuevos techos de la expresión cinematográfica. Se trata de una descarga de originalidad y energía formalmente revolucionaria, que hace saltar las rutinas y da rienda suelta a la probada, pero hoy adormecida, capacidad de mutación del lenguaje del cine, que da síntomas de encontrarse estancado en caminos ya recorridos e incluso trillados. De ahí que se eche de menos, junto a este notable filme renovador, el del danés Lars von Trier, Dogville, que fue injustamente silenciada por el jurado, que en compensación supo distinguir las calidades, inusuales en el cine convencional, que hay en el filme turco Lejano, de Nuri Bilge Ceylan, que ha obtenido el Gran Premio del Jurado.

La película Dogville, de Lars von Trier, fue injustamente silenciada por el jurado

Fue justo -aunque a costa del olvido de la grave, honda y compleja creación que hace el estadounidense Tim Robbins en Mystic River- el Premio de interpretación masculina a los dos protagonista de Lejano, Muzaffer Özdemir y Mehmet Emin Toprak. Pero en cambio parece excesiva su réplica femenina a la canadiense Marie-Josée Croze, por su -ciertamente bueno, pero es dudoso que el mejor- trabajo en Las invasiones bárbaras, de Denys Arcand, que también ganó sin convencer el Premio al mejor guión. Muy convincentes, en cambio, fueron el Premio del Jurado a la iraní Samira Makhmalbaf por su poema afgano A cinq heures de l ´ après-midi y el Premio Cámara de Oro a la ópera prima al danés Christoffer Boe por Reconstruction.

El jurado que concedió estos premios fue presidido por el director de teatro y cine francés Patrice Chéreau y lo formaban la actriz estadounidense Meg Ryan, el guionista y director bosnio Danis Tanovic, el actor y director chino Jiang Wen, la actriz hindú Aishwarya Rai, el actor francés Jean Rochefort, la actriz francesa Karin Viard, el escritor italiano Erri de Luca y el director estadounidense Steven Soderbergh.

Los premios esenciales, destinados a Gus van Sant y Denys Arcand, coinciden con las encuestas realizadas ayer por la tarde entre cinéfilos y periodistas acreditados por el Canal + de Francia, que así lo puso de manifiesto poco antes de su retransmisión en directo de la lectura del palmarés. Los filmes favoritos eran hacen unos días otros, pero la opinión ambiental cambió de signo el sábado, y ayer, domingo, cristalizó en un vaticinio certero como el que daba como ganadores a los actores turcos, uno de los cuales, Mehmet Emin Toprak murió en un accidente de tráfico cuando viajaba a Cannes a recibir su premio.

Tras la entrega de galardones se dio a conocer, en un avanzado sistema de proyección numérica -con copia admirable restaurada fotograma a fotograma por un equipo de última generación de reconstrucción digital de imágenes- Tiempos modernos, la última aparición en la pantalla, en 1936, del legendario personaje del vagabundo Charlot, que se convirtió y a su vez convirtió a su creador, el británico Charles Chaplin, en uno de los artistas cumbre de este tiempo, creador de una obra cuyo alcance sobrepasa las fronteras del cine y forma parte del ramillete de gloriosos signos identificadores del siglo XX.

Homenaje a Chaplin

Con la proyección anoche de Tiempos modernos culminó la serie de actos -presididos por algunos de los hijos y nietos del cineasta: Michael, Geraldine, Carmen, George, Annie y Dolores Chaplin- que el festival ha convertido los días pasados en reclamo central de un mensaje de vivificación de la memoria del cine clásico a través del rescate de la portentosa obra de Charles Chaplin. Estos actos comenzaron con la proyección de dos preciosos documentos, uno muy minucioso, de casi dos horas y media de duración, realizado por el historiador estadounidense Richard Schikel y titulado Charlie: vida y arte de Charles Chaplin; y otro de 26 minutos titulado Chaplin hoy, que es un trabajo analítico que pone de relieve la vigencia plena del artista londinense, realizado por tres documentalistas eminentes, el francés Philippe Truffaut y los belgas, ganadores en 1999 de la Palma de Oro de este festival con su Rosetta, Luc y Jean-Pierre Dardenne.

Es el arranque de una ambiciosa reconstrucción de la obra completa de Chaplin, emprendida por el productor francés Marin Karmitz, que distribuirá lo esencial de esa obra en selectos circuitos de exhibición de todo el mundo, de forma paralela con la edición en DVD de todo el Catálogo Chaplin, que ha sido adquirido por Karmitz, en palabras suyas, "con objeto de que uno de los artistas mayores del siglo XX tenga de una vez por todas el lugar que le pertenece en el cine y así dar a conocer a las generaciones jóvenes una obra fundacional del cine cuya modernidad nos deja estupefactos".

Basta su empujón a este rescate de Chaplin para cargar de sentido a esta 56ª edición del festival de La Croisette, que a causa de sus pronunciados altibajos se ha mostrado este año algo insegura y balbuciente, sin la redondez y firmeza de criterios selectivos de los años precedentes. Finalizó anoche probablemente una edición de transición, de salto de filmes de cineastas consagrados - cuyo pulso creador comienza a estancarse, a hacerse reiterativo y ya sabido- a aventuras imaginativas de cineastas abiertos al futuro y que pugnan por abrirse paso y hacerse con un lugar entre los aristócratas de su oficio, cosa que difícilmente puede alcanzar sin el espaldarazo bautismal de este todopoderoso festival, convertido ya en supremo suceso cinematográfico mundial, que hace y deshace jerarquías a su antojo y que a veces, como ha ocurrido este año, incurre en errores mayúsculos, que sólo el tiempo corregirá.

El director Gus van Sant levanta la Palma de Oro del 56º Festival de Cannes por <i>Elefante.</i>
El director Gus van Sant levanta la Palma de Oro del 56º Festival de Cannes por Elefante.AFP

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