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Reportaje:

La convivencia en el barrio

Las entidades y el consistorio de Santa Coloma de Gramenet fraguan un plan para resolver conflictos entre inmigrantes y autóctonos

Lluís Pellicer

Los sábados por la mañana, una multitud recorre los comercios situados en las inmediaciones de la plaza del Rellotge de Santa Coloma de Gramenet. Los numerosos locutorios que exhiben los precios de las llamadas al extranjero dan cuenta de la diversidad de una ciudad de unos 120.000 habitantes, de los que, según el padrón, el 8,5% procede de 74 países extracomunitarios. Las diferencias lingüísticas y culturales han complicado en ocasiones las relaciones vecinales. Por ello, asociaciones locales y de inmigrantes y el Ayuntamiento han puesto en marcha un programa para fomentar el diálogo y la participación de todos y resolver los conflictos de convivencia que puedan surgir.

Kuan-Li y su marido regentan una frutería en el barrio de Fondo. Hace unos días, un mediador cultural les llevó una guía en cinco idiomas con recomendaciones para preservar la convivencia vecinal. "Me gusta que esté también en chino, porque paso todo el tiempo con mi marido hablando en mi idioma y me cuesta aprender el castellano", dice la mujer.

Oshman trabaja en una carnicería halal. Pese a que en las últimas dos semanas un equipo de 10 mediadores ha efectuado 2.274 visitas a tiendas y domicilios, él aún no conocía la publicación. Al ver que también figura en árabe, va a un locutorio a fotocopiarla. "De momento no he tenido ningún problema ni me ha costado vivir aquí porque estoy con gente de Marruecos, pero me gustaría integrarme más en la vida del barrio", afirma.

En marzo se aprobó por unanimidad el Plan por la Convivencia Intercultural, aunque los mediadores llevan más de dos años trabajando en la resolución de los conflictos entre vecinos. La comisionada para el plan, Esperança Esteve, cree que la guía es sólo un medio para un primer diálogo. "Las conversaciones nos permiten observar los problemas. Si se advierte algún conflicto, actúa un segundo equipo de mediadores e inspectores. Cuando se complica mucho, intervengo yo misma", explica.

De las 250 mediaciones necesarias en 2001, sólo en 10 la resolución resultó costosa y requirió de la intervención de las autoridades. En la mayoría de casos, las trifulcas entre vecinos se ciñeron a ruidos molestos, el olor de la comida o los horarios de tirar la basura.

Las partes implicadas en el plan esperan que en 10 años se resuelvan los conflictos que dificultan la integración de la población inmigrada y, en especial, la percepción de los ciudadanos hacia este fenómeno. En una encuesta que efectúa todos los años el consistorio, el 26% de los ciudadanos manifestaba que su principal preocupación era la inmigración.

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Los impulsores del plan creen que, en parte, estos resultados se deben al desconocimiento entre culturas. "La interculturalidad busca puntos en común entre los grupos para llegar a un entendimiento", asegura Otman Ben Mahjoub, miembro de Wafae, una asociación formada sobre todo por estudiantes universitarios especializada en la mediación.

El primer paso es romper los tópicos. "Visitamos comercios y viviendas para disipar rumores y explicar que nadie recibe trato de favor ni discriminaciones por parte de las autoridades. Y a su vez, hacemos recomendaciones para convivir, en especial en las comunidades de vecinos, espacios públicos y comercios", explica Esteve.

Para fomentar el diálogo también se han creado los consejos de barrio, donde las asociaciones ponen en común sus preocupaciones, entre las que prima buscar una salida para los jóvenes que viven en la calle. La presidenta de la entidad vecinal de Can Mariné, Encarna Olivencia, valora los esfuerzos del consejo para integrar a los inmigrados, pero lamenta que en las últimas asambleas no haya acudido ningún miembro de las asociaciones de extranjeros. "Las primeras reuniones fueron muy útiles, pero en las últimas la participación ha sido muy escasa", afirma. Sin embargo, reconoce que conseguir la plena participación es una tarea complicada, ya que en muchos de los países de procedencia el asociacionismo es casi inexistente.Oshman dice que el principal obstáculo para participar de la vida social es el idioma, algo que solucionará pronto si encuentra un curso de castellano que se ajuste a sus horarios.

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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Nacional de EL PAÍS. Antes fue jefe de Economía, corresponsal en Bruselas y redactor en Barcelona. Ha cubierto la crisis inmobiliaria de 2008, las reuniones del BCE y las cumbres del FMI. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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