Más de lo mismo

Matrix 2 es más de lo mismo que Matrix 1, pero al carecer del reclamo de la novedad, peor.

Ciertamente, allí donde se estrena revienta los cines. Es toda una mina de oro, pero es ya una clamorosa evidencia que en el mercado de espectáculos audiovisuales de Hollywood y alrededores, el divorcio entre el negocio del cine y el arte del cine es cada día mayor. Convocará a millones de seguidores, pero se irá finalmente con ellos -tiempo al tiempo- al aliviadero de las cosas pasajeras y que no dejan huella.

En su estreno mundial en Cannes, este opulento y brillante ejercicio de sofisticadas musculatoras digitales recibió una monumental indiferencia en las proyecciones para periodistas y profesionales de cine y, en cambio, fue aplaudida (sin más) en las sesiones de público. De eso precisamente se trata: el espectáculo digital se disfraza de cine y quien quiere mirarlo por debajo de sus ropajes, a ver qué hay bajo el estruendo de su empanada teológica y metafísica, se encuentran con que no hay nada. Pero otros prefieren quedarse ante los ropajes sin levantarlos y disfrutan con ello.

Y su disfrute es completamente respetable, como también lo es que avezados profesionales de la construcción de imágenes cinematográficas, que se cuentan entre los que mejor conocen las herramientas de su oficio, incluidas las empleadas en Matrix 2 -como Lars von Trier y Michael Haneke-, se hayan pronunciado sobre los méritos de este producto de Hollywood y hayan coincidido en decir que es muy fácil -"demasiado fácil", machacó Trier, "está al alcance de cualquiera"- montar un tinglado visual tan aparatoso como éste.