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Todos los ingredientes para un genocidio

En el saturado hospital de Bunia, los supervivientes yacen alineados en el suelo, según relataba ayer un periodista de BBC desde ese lugar. Son cientos de personas que no se separan ni por un momento de sus machetes. Las heridas de bala y los cortes de machete están a la orden del día.

Es un verdadero milagro que todas esas personas estén en el hospital, vivas, y que puedan contar su historia. Muchos de ellos están demasiado traumatizados para hablar. Casi todos han visto cómo acuchillaban o asesinaban a sus hijos ante sus propios ojos. El granjero Basil Uzelo forcejea entre la gente para relatar su historia a la BBC. Cuenta que él es el único de su familia que ha sobrevivido a la matanza. Eran seis. Ahora sólo queda él. Su garganta tiene una cuchillada, pero sin saber muy bien cómo, él ha sobrevivido.

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"Si usted puede, dígale al mundo que mande tropas", dice. "Tropas para que impongan la paz por la fuerza". Pero el mundo exterior parece no escuchar. Un pequeño grupo de observadores militares de Naciones Unidas permanece prácticamente asediado en su campamento. Se sienten impotentes. Carecen de mandato y armas para parar la carnicería que se está produciendo y están desesperados porque lleguen refuerzos.

Las fuerzas uruguayas de Naciones Unidas desplegadas en la zona están desbordadas. Han sido duramente criticados por no hacer nada por parar los asesinatos. Pero ellos aseguran que esas críticas son injustas, pues su mandato original era vigilar el alto el fuego. A pesar de que conceden que no han sido capaces de parar la orgía de sangre, aseguran que su presencia ha evitado algunos asesinatos. "Aquí los problemas pueden empezar en cualquier momento", dice un comandante francés. "Hay dos milicias étnicas luchando por el control de la ciudad y estamos completamente a su merced".

Puede verse a numerosos niños soldados en los alrededores de Bunia; muchos de ellos drogados; todos muy peligrosos. "No es asunto de los extranjeros traer la seguridad aquí, nosotros podemos hacernos cargo de eso", dice uno de ellos. Un joven de 17 años relata a la BBC cómo su AK-47 sirve de protección para el resto de los chicos.

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No hay agua potable, ni médicos, ni comida para los niños. Miles de pequeños se apiñan alrededor de las instalaciones de la ONU. Es demasiado peligroso estar en ningún otro lugar. La situación en la ciudad es muy tensa. Los civiles son un objetivo. Durante décadas, los lendu, mayoritarios, y los hema, minoritarios pero con el control económico, han estado enzarzados en disputas por cuestiones de tierras y de propiedad de ganado. Todos los ingredientes para el genocidio están aquí servidos, en Bunia, en la República Democrática de Congo.

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