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Columna
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El euro, testigo de cargo de Blair

Joaquín Estefanía

La decisión sobre el momento de la entrada del Reino Unido en el área euro es de naturaleza más política que económica: es una opción existencial que decidirá la posición geoestratégica británica para mucho tiempo. Esta tesis del comisario europeo Chris Patten adelanta el formidable debate que está pendiente en la Administración de Blair y, más allá, en el conjunto de la sociedad británica.

Blair ha anunciado que el próximo día 9, en la Cámara de los Comunes, expondrá su postura sobre el euro. Pocos analistas esperan que concrete en el corto plazo la fecha del referéndum sobre la desaparición de la libra esterlina y el ingreso del Reino Unido en el euro, sino más bien un nuevo retraso, que será posterior a la postura teóricamente favorable al mismo del Gobierno laborista.

Mientras tanto, las diferentes posiciones se hacen explícitas. Hace unos días, los presidentes de las 25 principales empresas británicas (nacionales o multinacionales) mandaron una carta al primer ministro en la que le advertían de las serias consecuencias económicas para la prosperidad del país de la no incorporación al euro. Los mandatarios de Vodafone, British American Tobacco, KPGM, Accenture, British Airways, Ford, Philips, Unilever, Siemens... apelaban a las convicciones del Gobierno británico para acelerar la entrada en la moneda de 12 de los 15 países que forman la Unión Europea. No hay reunión empresarial con miembros del Ejecutivo británico que no comience con la pregunta de cuándo se incorporan al euro.

Más allá de las empresas, se acaba de constituir el Consejo Económico del Reino Unido en Europa, un organismo al que pertenecen más de tres centenares de expertos (entre los que figuran el anterior presidente de la Reserva Federal, Paul Volcker; el subgobernador del FMI, Stanley Fischer; el ex gobernador del Banco de Inglaterra Robin Leigh-Pembeeton...) con el mismo objeto de promover la entrada del país en el área euro. Y más de 200 cuadros del Partido Laborista han hecho público un manifiesto demandando que Blair convoque el referéndum en esta legislatura, sin más demoras.

En el lado contrario, el Partido Conservador, y sobre todo el ministro de Economía de Blair, Gordon Brown. Las dificultades que atraviesa actualmente la economía continental (con Alemania al borde de la recesión y Francia estancada) no ayudan precisamente a los partidarios del euro. Las pequeñas y medianas empresas se manifiestan a favor de "esperar y ver", y los sondeos indican que la mayoría de los ciudadanos (un 60%) está a favor de mantener la libra esterlina y la soberanía monetaria.

Para cambiar el sentido de los sondeos es preciso que Blair y su Gabinete despejen cualquier ambigüedad. El ex ministro Robin Cook, que lidera las filas de los laboristas descontentos por el entreguismo de Blair a los EE UU de George Bush, ha dicho, irónicamente, que el Ministerio de Economía ha conseguido una autonomía respecto a Blair parecida a la que el Banco de Inglaterra tiene del Gobierno. El eterno chiste, comenta Cook, es que las relaciones entre el primer ministro y el ministro de Economía son la versión británica de la cohabitación francesa entre un presidente de izquierdas y un Gobierno de derechas.

¿Por qué Blair, tan ensimismado en su papel de gran líder mundial en la guerra contra Irak, no lidera a la opinión pública británica hacia el euro si está convencido de su necesidad? Además de las dimisiones en su Ejecutivo por el seguidismo respecto a EE UU y al escaso entusiasmo por socializar y sacar a la calle el debate sobre el euro, Blair se encuentra metido en una reforma sobre los servicios públicos y sobre el Servicio Nacional de Salud, que pilla a trasmano de la que también se está promoviendo en Europa continental. Con una diferencia: en el Reino Unido no se trata de reducir el ámbito de los servicios públicos y del Estado de bienestar, sino de proporcionarle más dinero público. Y una peculiaridad: ya no se habla de privatizaciones de la propiedad de los hospitales y de los servicios, sino de privatizar la gestión manteniendo la propiedad pública.

No sólo el euro es testigo de cargo de la acción de Blair.

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