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Crítica:CRÍTICAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Denuncia y desvergüenza

Desde que, en 1995, debutara en la realización de largometrajes con el polémico Kids, una, más que cruda, repelente radiografía de la juventud urbana estadounidense, Larry Clark ha sabido unir su nombre y sus innegables dotes de vendedor de humo a un mismo tipo de filmes: siempre protagonizados por jóvenes, denuncias vitriólicas sobre una condición y unos personajes situados siempre un punto más acá de la imbecilidad, con una cotidianidad hecha de sexo bruto y drogas de toda ralea y un olímpico desprecio por la asunción de responsabilidades. Vamos, que Mr. Clark parece decirnos, una y otra vez (y tiene el espectador esta semana la ocasión de ver no una, sino dos películas de nuestro hombre), que con estos mimbres la sociedad del futuro tiene bastante de preocupante.

BULLY

Director: Larry Clark. Intérpretes: Brad Renfro, Bijou Phillips, Racher Miner, Nick Staht, Michael Pitt II, Leo Fitzpatrick. Género: criminal. EE UU, 2001. Duración: 113 minutos.

Este mensaje catastrofista, no obstante, no discurre por las películas de Clark como por las de cualquier moralista ultraconservador al uso: él es más astuto, tiene, y hay que reconocérselo, un ojo mucho más certero para la puesta en escena; sus productos presentan un duro, acerado aire documental que ayuda a que sean vistos como auténticos fragmentos de verdad, como trozos congelados de una realidad no maquillada y, desde luego, inédita en las pantallas comerciales. Pero el tufo que suelen presentar todas -y Bully no es, en este sentido, ninguna excepción- es el de un oportunismo descarado, de una explotación sexual tan artera como efectiva: los imberbes y desconocidos protagonistas de su primera película han dejado su lugar a atractivos jovencitos (véase a Brad Renfro o a Bijou Phillips, y compáreselos con las criaturas sudorosas y llenas de espinillas de Kids, y se entenderá mejor la operación), su cámara parece siempre dispuesta a mostrar la mayor porción de carne posible, sus personajes parecen siempre a punto de bajarse los pantalones...

Con lo cual, cualquier operación de denuncia queda lastrada por la búsqueda desembozada del escándalo fácil. Y de esta manera, esta historia basada en un hecho real, el asesinato de un criptohomosexual, inteligente y posesivo, por parte de un grupo de amigos suyos, en la que queda patente una notable ausencia de valores morales y un escalofriante desprecio por la vida ajena, diluye sus indudables logros -la radiografía de algunos jóvenes, el sinsentido vital, la falta de cualquier salida razonable para unas vidas directamente parasitarias- en las arteras, despreciables tácticas del vendedor de escándalos.

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