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El objetivo, la tecnología en las escuelas

Patricia Fernández de Lis

El sector educativo es, probablemente, el campo de batalla más disputado en la guerra del software. Hay varios motivos. Los centros escolares comienzan a tomarse en serio la informatización de sus sistemas y la formación de profesores y alumnos en tecnología, por lo que el puro negocio está creciendo. Además, habituar a los niños a trabajar en un determinado programa puede suponer que lo utilicen el resto de su vida.

La lucha española comenzó cuando la Junta de Extremadura decidió implantar una versión de Linux, llamada Linex, en su sistema educativo. Los responsables extremeños aseguran que, gracias a Linex, hay un ordenador para cada dos alumnos a un precio muy inferior -ellos aseguran haber ahorrado millones de euros- de lo que les habría costado comprar las licencias a una compañía comercial. Además, han distribuido cientos de miles de copias de Linex en todo el mundo. Hace unos días, el presidente extremeño, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, y el andaluz, Manuel Chaves, firmaban un acuerdo de colaboración para la implantación de Linex en Andalucía.

Microsoft donará software por 25 millones a colegios de regiones desfavorecidas, como Extremadura, donde Linux ya está implantado
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El movimiento fue observado muy de cerca por Sun Microsystmes, uno de los mayores fabricantes de equipos y programas, y competidor de Microsoft. En enero, la multinacional estadounidense decidió donar su software de aplicaciones para oficinas (StarOffice, competencia del Office de Microsoft) a las instituciones de RedIris, la red de investigación española, por valor de 150 millones de euros. El acuerdo alcanzaba a dos millones de universitarios y 250 instituciones académicas.

El último movimiento lo ha hecho Microsoft, esta misma semana, donando software por valor de 25 millones de euros a las escuelas de las regiones españolas más desfavorecidas, es decir, aquellas cuyo PIB no supere el 75% de la media europea -entre las que se incluyen Andalucía y Extremadura-. Esta iniciativa, que supone la posbilidad de acceder a los programas de Microsoft a un precio inferior al de venta, unida a la intención de la compañía de compartir el código de Windows con las instituciones y gobiernos que lo pidan, modifica sustancialmente la oferta de Microsoft de hace tan sólo un año -programas muy caros para las escuelas más pobres, y cerrados-, y trata de combatir las dos grandes virtudes que se le suponen a Linux: su bajo precio, y la posibilidad de examinar y modificar el código.

Para los partidarios de Linux, esta iniciativa tiene otra cara: la intención de las compañías que venden software comercial de enganchar a las escuelas como clientes permanentes, obligándoles a actualizar su software. En el caso de Microsoft, el acuerdo tiene una vigencia de tres años, y tanto la compañía como el Ministerio de Ciencia y Tecnología -que firmó el acuerdo- aseguran que la licencia no compromete a las escuelas que la firmen a seguir comprando software de la compañía.

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Sobre la firma

Patricia Fernández de Lis
Es redactora jefa de 'Materia', la sección de Ciencia de EL PAÍS, de Tecnología y de Salud. Trabajó diez años como redactora de economía y tecnología en EL PAÍS antes de fundar el diario 'Público' y, en 2012, creó la web de noticias de ciencia 'Materia'. Los fines de semana colabora con RNE y escribe, cuando puede, de ciencia y tecnología.

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