_
_
_
_
Reportaje:

La última batalla de Microsoft

La compañía invierte miles de millones en recuperar la crediblidad y en 'cuidar' a sus clientes frente a la presión de Linux

Patricia Fernández de Lis

Microsoft ha puesto fin a diez años de litigio con el Gobierno de EE UU, y aumenta sus ingresos y beneficios en cada trimestre. Pero la compañía, acuciada por la creciente competencia de Linux, se centra ahora en mejorar su imagen, la seguridad de sus productos y, sobre todo, la atención a sus clientes. Ha invertido miles de millones de dólares en formación de empleados y socios, y en campañas publicitarias, sólo para conseguir un objetivo: recuperar la credibilidad.

El crecimiento de la multinacional vendrá, según Deutsche Bank, de los servidores y las empresas. Allí donde Linux crece más rápido
Más información
Microsoft ofrecerá suculentos descuentos para debilitar a su rival Linux
Microsoft compra la licencia de Unix para competir con Linux
Microsoft deja de desarrollar la versión para Mac de su Internet Explorer
Microsoft aparcará sus inversiones en cable y telecomunicaciones
Bruselas ultima un acuerdo con Microsoft por el caso antimonopolio

Harley Sitner sonríe. El responsable de la estrategia de Microsoft en los servidores -esas enormes máquinas que controlan el funcionamiento de las redes informáticas- esperaba la pregunta sobre Linux, un sistema que, según un análisis de la consultora Gartner, es la "más compleja amenaza competitiva que Microsoft ha afrontado nunca". "Verá", explica Sitner, mientras sigue sonriendo, "nosotros solíamos decir que el mundo sería mucho mejor cuando todo fuera Windows [el sistema operativo de Microsoft]; la hierba sería más verde, los niños estarían más felices", se ríe, y continúa: "Ya no lo decimos. Sabemos que eso no ocurrirá. Así que, ahora, se trata de competir sabiendo que no estamos solos".

La gran amenaza de la que habla Gartner no se ha transformado en un impacto en las cuentas de Microsoft. La compañía fundada por Bill Gates y Paul Allen aumenta sus ingresos todos los trimestres desde que salió a Bolsa, en 1986. Microsoft es, también, la empresa con mayor productividad por empleado del mundo del software. Y sigue controlando más del 96% del corazón de los ordenadores personales de todo el mundo, que funcionan gracias a Windows.

Pero el foco de atención de Microsoft está girando. Un reciente informe de Deutsche Bank exprimía los resultados de la compañía y llegaba a la conclusión de que el crecimiento de la multinacional proviene de dos negocios: los servidores, que han aumentado un 21% en el último año, y las soluciones para empresas (+96%). "Creemos que estos dos sectores", explicaban los analistas, "determinarán el crecimiento de la compañía en los próximos cinco años".

Y es, precisamente, este campo de batalla, el de las infraestructuras tecnológicas de las empresas, el que ha elegido Linux para combatir. Una encuesta de Forrester realizada en marzo a 50 grandes compañías -con facturación superior a 1.000 millones de dólares- indica que el 72% de ellas tiene pensado implantar Linux en sus sistemas informáticos.

Una nueva competencia

No es que la compañía de Bill Gates no esté acostumbrada a competir. Microsoft lleva 28 años luchando en el mercado del software, con agresividad, dice la empresa, o con amenazas y presiones, aseguran sus competidores. Su sistema operativo Windows, su procesador de textos Word, su navegador Explorer...; todos ellos compitieron con productos rivales, y ahora son líderes en sus mercados. Pero Linux es un tipo distinto de amenaza. "Microsoft se siente cómodo", explica Ted Schadler, analista de Forrester especializado en el mercado del software, "cuando compite contra otras compañías, utilizando sus armas: un enfoque basado en simplificar tecnologías complejas, un gran canal de socios y desarrolladores, una estrategia muy agresiva de añadir constantemente funciones a Windows y, claro, una posición de dominio en los PC. Pero Linux", añade "no es un competidor, es una fuerza del mercado".

Y es que el código de Linux puede ser libremente creado y modificado, centenares de miles de programadores escriben para él, y los grandes de la industria, con IBM a la cabeza, han equipado sus máquinas con el programa. Su poder competitivo va en aumento. Una cuarta parte de las compañías entrevistadas por Forrester va a implantar Linux sustituyendo a Microsoft.

¿Por qué hay clientes que se plantean abandonar a Microsoft? Gartner explica que no sólo influyen las virtudes de Linux. Microsoft tiene sus propios problemas, especialmente en su imagen en las empresas, debido a su política de precios y licencias, y la seguridad de sus productos.

La cuestión de la imagen es más compleja de lo que podría parecer. El negocio de venta de informática a una compañía no se basa en vender cajas de software, sino en implantar una solución y establecer una relación de confianza con el cliente. Los comerciales de las grandes, como IBM, HP o Sun, llevan años haciéndolo. Microsoft debe competir con esa relación de confianza; por eso, los ejecutivos de la compañía dedicados a las empresas ya no hablan de productos. "Se trata de pensar menos en aplicaciones y más en procesos de negocio", explica Lindsay Sparks, vicepresidente del grupo Small Business (pequeñas empresas).

Microsoft se gastó 2.550 millones de dólares el año pasado en comprar dos compañías de aplicaciones, Navision y Great Plains, lo que en sí ya es noticia porque cada dólar que se gasta tiene que estar perfectamente justificado -ya que, dicen, es un dólar que se resta al I+D, la niña de los ojos de Bill Gates-. Con estas compras, Microsoft aumenta su oferta de programas a empresas, y su plantilla dedicada e ellas(unas 4.200 personas).

No se trata sólo de captar nuevos clientes. Cuidar a los actuales se ha convertido en una obsesión. Los ejecutivos de Microsoft reconocen que la compañía ha pecado, en ocasiones, de prepotente, como cuando decidió modificar unilateralmente su política de licencias.

"Hemos crecido", resumía esta semana Steve Ballmer, presidente de Microsoft, en su visita a España. "Y las expectativas de nuestros clientes han crecido con nosotros".

Todos los empleados de Microsoft tienen la orden expresa de pensar en sus clientes actuales antes que en ninguna otra cosa, y esa filosofía afecta a todos los trabajadores. En los niveles ejecutivos, Ballmer ha decidido reestructurar la empresa en siete divisiones y publicar, por primera vez, los resultados desglosados de cada una de ellas. El responsable de cada unidad supervisa y responde, a su vez, de la marcha de su negocio en las subsidiarias. Los comerciales, por su parte, tienen 72 horas para responder a las quejas de los clientes que llegan al departamento de reclamaciones. Si no lo hacen, la protesta llegará a su jefe. Y después, al director general.

En el escalón más cercano al producto, el de la programación, la compañía reconoce que hay mucho trabajo, ya que no se puede "competir en el mercado empresarial sin tener un software fiable", en palabras de Steiner. El 74% de los clientes entrevistados por Forrester dice no confiar en la seguridad de los programas de Microsoft, y este jueves se hizo público un fallo que dejó al descubierto los datos de sus usuarios en Internet. Por eso, los programadores que diseñan los productos tienen orden de dejar de hacerlo si encuentran un fallo. Cada línea de código que escriban está, además, vinculada a su nombre, así que si hay un problema, se sabrá el responsable. Es una iniciativa llamada informática fiable, con la que Microsoft pretende conseguir que, en diez años, sus programas estén libres de virus y puertas traseras.

El corazón de la empresa

Hay un último detalle. Para Microsoft, el código de Windows es el corazón de la compañía, su secreto mejor guardado, el alma de su propiedad intelectual. Lo es todo. Pero la creciente complejidad de los sistemas de información -como los de los grandes bancos o las infraestructuras nacionales de defensa- provoca que quienes los controlan no se conformen con comprar un programa y cruzar los dedos para que funcione. Los clientes quieren observar, estudiar y controlar el código, y modificarlo allí donde sea necesario. Linux les permite hacerlo. Microsoft, no.

La iniciativa código compartido trata de solucionar la desventaja. A grandes rasgos, permite a los gobiernos de 62 países y a las empresas de otros 28 acceder al código de Windows. En el caso de España, todas las empresas, organismos públicos y centros educativos que quieran estudiar los millones de líneas de Windows pueden hacerlo; el Servicio Andaluz de Salud ya lo hace. Hay restricciones. Quien acceda al código debe renunciar a programar para otro sistema operativo rival. Y no es un acceso completo. Microsoft calcula que el 85% de su código está disponible, dependiendo de la versión de Windows. La licencia más amplia es la de CE, la miniversión del programa para dispositivos portátiles, donde la compañía permite modificar el código e, incluso, distribuirlo a terceros. La razón de esa generosidad es muy simple: la cuota de mercado de CE es del 24,6%. "Probablemente, la idea es atraer a nuevos desarrolladores", explica Matusow.

Microsoft, que ya tiene 50.600 empleados en todo el mundo, reconoce que la conquista del mundo empresarial "es un camino muy largo, en el que hay mucho trabajo por hacer", en palabras de Sitner. Diseñar productos fiables, convencer a las empresas de que lo son y recuperar la confianza de los clientes son sus objetivos declarados.

Por eso, Susan Koehler, responsable de la iniciativa trustworthy computing, también sonríe si se le habla de la seguridad de los productos de Linux frente a los de Microsoft: "Nuestra batalla no es contra Linux. Es contra nosotros mismos".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Patricia Fernández de Lis
Es redactora jefa de 'Materia', la sección de Ciencia de EL PAÍS, de Tecnología y de Salud. Trabajó diez años como redactora de economía y tecnología en EL PAÍS antes de fundar el diario 'Público' y, en 2012, creó la web de noticias de ciencia 'Materia'. Los fines de semana colabora con RNE y escribe, cuando puede, de ciencia y tecnología.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_