El suicidio como forma de asesinato
Es Con amor, Liza una inteligente película, de esa especie tan escasa cuya imagen invita -y el respeto hacia el espectador por parte del director y el guionista nos dejan libres de no descender allí con ellos e irnos a otra película menos abrupta- a sumergirse bajo ella y, por debajo de su sencillez, intentar hacer pie en sus fondos rugosos. Es el relato del suicidio, aparentemente incausal, de una muchacha representado desde su víctima, que no es ella misma, que hizo su voluntad y eligió irse, sino el hombre que la ama, su marido, convertido en un muerto errante, en portador de una vida destruida por decisión ajena.
Si todo suicidio lo es siempre contra alguien, éste -que representa con genio el magnífico Philip Seymour Hoffman, uno de los actores más capaces y de mayor singularidad con que cuenta hoy el cine estadounidense- es un caso extremo de esa infernal evidencia, que convierte el hecho de quitarse la vida en una forma devastadora de quitársela a otro, o al otro, dejándolo vivo. La escritura del suceso, que valió al guionista Gordy Hoffman un reconocimiento en el Festival de Sundance, está escalonada con impecable gradualidad y con esa limpieza y tacto exquisitos que necesita, para apoderarse de la lógica del relato, lo no evidente, lo sugerido, lo elíptico. El filme arranca su elocuencia del laconismo. La nitidez de su despliegue trágico, aun estando llena de giros argumentales, se sostiene sobre una severa austeridad. Es una película despojada y sin ornamentos; ascética, pero no árida, sino jugosa, invadida su amargura por ráfagas de ironía y de humor. Y casi no hace falta añadir que se trata de un humor tenue, velado, oscuro, muy de la marca de quien lo maneja, un Seymour Hoffman -flanqueado nada menos que por Kathy Bates, otro gran nombre de su estirpe, ajena a las oquedades del glamour al por mayor de Hollywood- con su talento en pleno rendimiento, que logra la hazaña de dar varias voces a su monólogo, de hacer poblarse a su lugar solitario y de dar claridad de cordura a su viaje a la locura.
CON AMOR, LIZA
Director: Todd Louiso. Guión: Gordy Hoffman. Intérpretes: Philip Seymour Hoffman, Kathy Bates, J. D. Walsh, Jimmy Raskin, Erika Alexander, Sarah Koskof, Wayne Duvall. Género: drama. Estados Unidos, 2002. Duración: 93 minutos.
Y apena un poco que el director Todd Louise, forjado lejos de las cunetas de Hollywood, no logre arrancar del guión algunos vuelos de imagen y de ritmo interior que no dependan del ingenio de Seymour Hoffman y quienes lo rodean. Hace este buen artesano lo que lleva dentro: es generoso y libre pero un poco alicorto, porque no pone en la pantalla huellas dactilares de artista de fuste. Afronta el reto de los rostros y es fiel a la escritura, pero este pequeño gran filme alcanzaría alturas mayores de haberse filmado con golpes o pinceladas de ingenio escénico menos contemplativo, menos paralizado por el empuje de la tragedia que nos propone.
Babelia
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