Cameron descubre los fantasmas del 'Titanic'
El director canadiense desvela, en un documental en 3D, los secretos del interior del transatlántico
El fantasma del Titanic persigue a James Cameron. El cineasta canadiense observó y filmó la proa del trasatlántico por primera vez en 1995. La imagen, ya mítica, del coloso navío en el fondo del mar introdujo a la audiencia en su reconstrucción de la tragedia de 1912, en la que perecieron cerca de 1.500 personas. El filme cosechó 11 oscars y batió récords de taquilla aún no superados. Desde su estreno en 1997, Titanic lleva recaudados 1.800 millones de dólares, pero su realizador sigue inquieto por esta historia de ambición tecnológica y desastre humano.
A Cameron, de 48 años, le gustan los desafíos tecnológicos y la aventura hacia lo desconocido. En el lustro de su ausencia de los grandes escenarios realizó un documental sobre el hundimiento del buque de guerra Bismarck y siguió en Moscú entrenamientos de cosmonautas rusos para un viaje a la Estación Espacial Internacional. Pero, sobre todo, ha retornado al lecho del Titanic. Una veintena de veces se ha sumergido a 4.000 metros de profundidad con cámaras-robot que dirigió hasta las entrañas del trasatlántico. Su documental The ghosts of the abyss (Los fantasmas del abismo) recoge imágenes nunca vistas y desvela objetos -un sombrero, un vaso de cristal, vidrieras...- que conservan su forma original. El realizador habló en Londres de su reencuentro con el Titanic, una impactante hazaña en 3D de profunda carga emocional.
La primera visión del Titanic, con las imágenes de la proa cubierta de algas, enlaza el documental con la película. Cameron buscaba un nexo de conexión. "Sí", responde el director, "es el punto de unificación en dos contextos diferentes. En el documental llevamos a la audiencia en una expedición oceanográfica, paso por paso. Es un viaje a ultramar y hay que prepararse psicológica, física y tecnológicamente. Durante la inmersión sientes aprensión y claustrofobia. Navegas después por el fondo del mar hasta dar con el Titanic. La imagen es familiar pero, de buenas a primeras, te das cuenta de que estás en un lugar extremadamente remoto. Menos gente ha bajado hasta el Titanic que subido a la cumbre del Everest o viajado al espacio. Es un escenario remoto y exótico a la vez".
El narrador de la aventura, el actor Bill Paxton, parece asustado en el filme, pero Cameron no temió en ningún momento que abandonara la misión. "Bill representa todos nuestros miedos. Me encantan las expediciones marinas y, aunque me mareo en alta mar, me fuerzo a mí mismo porque las recompensas son mayores".
Cameron se sorprendió del estado del barco. "Todas las teorías sugerían lo contrario. Enviamos una ROV (cámara teledirigida) por el hueco de la escalera, un gran espacio abierto donde no queda nada. Pero cuanto más nos adentramos en el barco, en áreas protegidas por las corrientes y por el impacto inicial de la colisión, descubrimos un nivel muy alto de conservación. Allí todo permanece intacto. Este descubrimiento me permitió establecer relaciones con las historias humanas de los pasajeros del Titanic.
El rescate de las piezas es el siguiente paso lógico a llevar a cabo. "Teóricamente, se pueden rescatar, pero yo no lo haría. Mejor dejarlas tal cual. Tiene más fuerza saber que la vidrieras siguen en su sitio original que verlas expuestas en un museo. La proa asomándose entre las tinieblas posee un poder que se perdería de cortarla en piezas y subirla a la superficie. Es el emplazamiento correcto y las imágenes del barco en el fondo del mar funcionan mejor en la conciencia e imaginación del público. El Titanic tiene una fuerza propia como monumento conmemorativo".
Y tal condición exigía un rodaje especial. "La metodología de trabajo fue diagonalmente opuesta a la de mis películas anteriores. Planificamos cada detalle de la expedición, pero no teníamos ningún plan para el documental. No había guión y el proceso consistió en imaginar qué planos funcionarían y cuáles no. Fue lo más opuesto a los artificios cinematográficos", asegura el director estadounidense.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.