La clase alta tiene cinco veces más posibilidades de ir a la Universidad
Mejora el nivel general educativo, pero no la igualdad de oportunidades
Nuestra sociedad consagra la igualdad de oportunidades. La realidad es otra. El capítulo de la Encuesta Metropolitana 2000 sobre los niveles de estudios de la población de la provincia de Barcelona revela que los jóvenes de clase baja tienen la quinta parte de posibilidades de acceder a la Universidad y acabar una carrera que los de clase alta. En los últimos años el nivel de estudios de la población ha aumentado, pero también la distancia entre clases.
"El capital cultural del futuro se deberá a un efecto de transmisión generacional"
La Encuesta Metropolitana es una precisa fotografía de las tendencias estructurales en la provincia de Barcelona y se realiza cada lustro desde 1985. Los resultados echan por tierra algunos mitos sobre la igualdad de oportunidades y la universalidad de la educación. Ciertamente, conforme pasan los años van desapareciendo las generaciones con un bajo nivel de estudios al tiempo que llegan las más escolarizadas.
El 40,5% de los barceloneses tiene estudios de primaria; el 30,7%, de secundaria, y el 13% son titulados universitarios. El 15,9% no tiene ningún tipo de estudios y el 13,1% no acabó los de primaria. Sólo el 2,8% son analfabetos. Estos datos hay que matizarlos según la edad: una de cada 10 personas mayores de 65 años es analfabeta y una de cada dos no concluyó primaria. En cambio, en la franja de entre 26 y 35 años, sólo una persona de cada 100 no finalizó los estudios de primaria. En esta franja, el 68% de los ciudadanos acabó secundaria y uno de cada cuatro tiene un título universitario.
Donde la revolución ha sido más espectacular es entre las mujeres. En la generación mayor de 65 años sólo hay una universitaria por cada 60 mujeres, mientras que en la que se sitúa entre los 26 y los 35 años, una de cada cuatro mujeres tiene un título superior.
En este aspecto, los datos que se desprenden de la encuesta son claramente positivos; sin embargo, la lectura se enturbia cuando se analiza la relación que hay entre la categoría socioprofesional de los padres y los niveles de estudios que alcanzan sus hijos. La encuesta constata en primer lugar que, de forma creciente -y desmintiendo el tópico aplicado por más de un sociólogo de que la Universidad es una escuela de parados-, los estudios superiores garantizan un mayor acceso a un puesto de trabajo y son imprescindibles para alcanzar categorías profesionales elevadas.
La concejal de Educación del Ayuntamiento de Barcelona, Marina Subirats, que presentó ayer este análisis, insistió sobre el cambio que se ha producido en este aspecto. "Hace unas décadas", dijo, "se podía llegar a gerente sin ningún tipo de estudios. Ahora esto ya no es posible".El estudio clasifica la población en tres categorías socioeconómicas y profesionales que corresponden a la clásica división de las clases sociales: baja, media y alta. Pero no sólo lo hace en función de los ingresos económicos, sino también de los niveles profesionales y culturales. Según la encuesta, dos de cada 10 personas de familia de clase baja no han completado los estudios de primaria, mientras que en la clase alta la proporción es de una por cada 40. La creciente universalización de la educación ha permitido de forma casi generalizada el acceso de los jóvenes de clase baja a los estudios de primaria y secundaria.
Sin embargo, las cifras muestran que la igualdad de oportunidades se detiene en la puerta de los estudios superiores: las personas procedentes de familias de categoría social alta tienen cinco veces más probabilidades de obtener un título universitario que las de familias más humildes.
Las diferencias se mantienen en la Universidad. El segmento de origen socioprofesional más bajo se detiene en los estudios de diplomatura y, en menor medida, licenciatura, mientras que los pertenecientes al segmento alto son mayoritariamente licenciados y en un porcentaje de casi el 6% cursan doctorados o masters.
El número de jóvenes de clase humilde que llegan a la Universidad se ha duplicado desde 1985. El incremento más espectacular se ha dado en los hijos de familias con categorías tradicionalmente excluidas de la Universidad, pero su participación es aún baja y la desproporción no se rectifica, sino que tiende a aumentar. La presencia en las aulas de estudiantes hijos de personal administrativo o comercial se ha incrementado el 100% entre 1985 y 2000, y la de los hijos de obreros cualificados, contramaestres o trabajadores de servicios ha aumentado el 80%.
"No obstante, al leer bien los datos se constata que si bien desde 1985 el nivel de estudios tiende a igualarse, a partir de 2000 esta tendencia disminuye", advirtió ayer Marina Subirats, quien teme que "tras la apertura de la democracia y los años ochenta y noventa, pueden volver a reforzarse las desigualdades". Subirats, catedrática de Sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona y autora de este capítulo de la encuesta metropolitana, subrayó ayer que estas diferencias de oportunidades según el nivel socioeconómico "son uno de los secretos mejores guardados por esta sociedad, que siempre habla de igualdad y de ayudas con becas para los más desfavorecidos".
La situación excepcional que vivió el país "lo transformó todo, y también la educación", pero este periodo de expansión social "empezó a extinguirse coincidiendo con la llegada del PP al Gobierno", explica la concejal, quien añade: "Ahora nos encontramos en el proceso contrario política y socialmente". Como buena socióloga, Subirats recuerda que "lo fácil es reproducir el orden social, y lo difícil, romperlo".
Si bien el nivel social y profesional de la familia es determinante para adquirir estudios superiores, otra pista esclarecedora que aporta la encuesta metropolitana se refiere a la influencia del nivel cultural que se vive en casa. Los datos son contundentes: uno de cada dos jóvenes cuyos padres tienen altos niveles de estudio ha acabado la Universidad, mientras que uno de cada 25 hijos de padres sin estudios obtiene el título. Aunque la encuesta recuerda que normalmente estas tres variables -nivel social, profesional y cultural- van de la mano, destaca que la influencia de la denominada herencia del capital cultural es apabullante. Así, en 1990 el 6,9% de las personas de 26 a 35 años procedentes de familias sin estudios obtenían un título universitario, frente al 61,6% de los que vienen de progenitores con un alto nivel cultural. En 2000, del primer grupo se licenció el 7,2%, mientras que del segundo grupo lo hizo el 71,3%.
Las posibilidades de las personas que proceden de familias sin estudios apenas aumentan, mientras que las de quienes que provienen de hogares con alto nivel cultural continúan mejorando. Por tanto, parece claro que la distribución del futuro capital cultural no se deberá a méritos estrictamente individuales, sino a un efecto de mera transmisión generacional. Y es que la cuestión del nivel cultural parece ser más potente aún que la económica. "Actualmente están en marcha muchos mecanismos para que todo vuelva a ser como antes: cada uno en su sitio y con grandes diferencias sociales", concluye Subirats.
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