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Entrevista:MIGUEL NAVEROS | Novelista y poeta | Signos

"No sé pensar sin estar escribiendo, veo la vida como una ficción"

A Miguel Naveros (Madrid, 1956) le obsesiona la coherencia. Él, hijo de un republicano radical de izquierdas que recuerda el año 1963 como el del fusilamiento de Julián Grimau, observa la realidad social con guantes antisépticos y mascarilla oxigenada. Sólo así el escritor opera sobre el papel y escribe novelas como La ciudad del sol (1999) en el que se duele de la "dilapidación" del comunismo -obtuvo Mención de Honor del Premio Ramón Gómez de la Serna- o Al calor del día (2001), donde reflejan a la perfección las contradicciones de la sociedad actual. Licenciado en Filología Italiana y poeta por encima de todo -en su haber tiene editados los poemarios Óxido en cuerpo (1986), Trifase (1987) y Futura memoria (1998)- Naveros ultima El malduque de la luna, la historia de una persona de herencia progresista que acaba chapoteando en la picaresca de cuello blanco.

Pregunta. ¿Hasta dónde puede llegar el compromiso político de un escritor?

Respuesta. Considero la participación política como un hecho cívico. Pertenecí al Partido Comunista de los Pueblos de España hasta su escisión en Madrid. Y luego me afilié al PSOE cuando perdió por primera vez unas elecciones al Parlamento Europeo. Pero no me considero un militante como lo fui en el PCE. No tengo ni tiempo ni interés.

P. ¿Hasta qué punto marca ser hijo de un republicano nato como su padre, José Miguel Naveros?

R. Hasta el punto de que en mi casa se hablaba de política y de libertades desde que tengo uso de razón. Los amigos de mi padre eran hermanos de Gabriel Pradal. Y otro hombre que impregnó mi vida fue Altabella, un librepensador y primer catedrático de Historia del Periodismo que hubo en España, muy decimonónico él. De manera que he visto sufrir tanto la prohibición de lo político que creo que jamás seré ajeno a lo político.

P. Su tío materno, el escritor Jesús Pardo, tiene unas palabras de recuerdo muy cariñosas en sus memorias al respecto...

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R. Él me menciona y dice de mí que era un comunista convencido al que un óptimo ejercicio de la literatura le dio el humanismo suficiente.

P. Todo un halago...

R. Me llevo muy bien con él. Soy de la parte de su familia que sí se habla con él. Las memorias de Jesús han cambiado el género en España. Después de ésas ya no se pueden escribir unas memorias católicas en este país. Las memorias en España siempre han dejado muy bien al que las escribe, por encima de los demás. Jesús es tremendamente duro consigo mismo y con su familia.

P. ¿Y usted cómo entiende la literatura?

R. La literatura es mi manera de entender la vida. No sé pensar sin estar escribiendo. Veo la vida como una ficción. Incluso mis enamoramientos adolescentes eran infinitamente más literarios que carnales.

P. ¿Y qué ficción escribe ahora?

R. Estoy metiendo las últimas correcciones de El malduque de la luna, la historia de una persona de herencia progresista cuyo progresismo deviene en una picaresca de cuello blanco. Es muy ácida, la más ácida de las tres que llevo. No tengo una visión muy optimista ni del mundo ni del ser humano. Estamos en medio de un mundo muy egoísta, aunque me haya entusiasmado estos meses al ver una reacción sobre ideas. Son muy pocos los que ponen en cuestión los grandes ejes de este mundo.

P. ¿Qué hace cuando se siente abrumado por ello?

R. Tengo unos amigos estupendos. Tengo a Salinas, a Machado, a Neruda. Me consuela la Novena Sinfonía de Beethoven o Joan Manuel Serrat.

P. Usted trabaja en una redacción periodística. ¿Qué me dice del periodismo?

R. Es lo único que me consuela. En lo personal es lo único que me gusta porque creo que ha vuelto a su función de informar. Aquí hemos tenido un periodismo del que se ha hecho hampa y desinformación.

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