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Reportaje:DOCE CIUDADES | Tarragona | ELECCIONES 25M | Comicios municipales en Cataluña

La memoria de las piedras

Tarragona reconstruye su historia de esclavos, gladiadores y edificios

Tarragona, las piedras. Desde noviembre del año 2000 la ciudad forma parte de lo que la Unesco llama el Patrimonio de la Humanidad. La declaración no supone ayuda económica directa, concreta. Pero el turismo ha aumentado un 30%. Y, en la misma proporción, los presupuestos municipales destinados a la conservación del patrimonio. La ciudad ha tomado orgullosa conciencia de su pasado.

Conjeturas, mano a mano, con el señor Lluís Pinyol, que dirige el museo de historia de la ciudad. El pasado, según Hollywood: tras el combate, ya sometido uno de los gladiadores, la cámara enfocaba el rostro hinchado, francamente pederasta, del gobernador. El gobernador subía o bajaba el pulgar y eso era una vida. El gesto es falso, dice Pinyol. El gesto auténtico era otro: el gobernador cerraba el puño o lo abría señalando al gladiador sometido. Si era lo primero significaba que el gladiador se aferraba a la vida: la vida dentro del puño. Si era lo segundo es que la vida se escapaba y que debía morir. En el anfiteatro de Tarragona, lucharon y murieron gladiadores. Orwell: "Los pocos esclavos de los que se sabe algo. Yo sólo conozco los nombres de tres de ellos: el propio Espartaco, el fabuloso Esopo, y el filósofo Epicteto, que fue uno de aquellos esclavos cultos que los plutócratas romanos se complacían en tener a su servicio. Todos los demás no son ni siquiera nombres. Durante cinco mil años la civilización se ha asentado sobre la esclavitud". Algún esclavo vivía más de seis meses.

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Tarragona hace algo por esos cadáveres. Modesto, poco enfático, pero eficaz. Cada año organiza las jornadas Tarraco Viva que reconstruyen el mundo de esos cadáveres. Pacientemente, y con la colaboración de buenos especialistas, se reconstruyen los fragmentos de verdad perdidos: los ritos guerreros, las ropas y las armas, las técnicas de los gladiadores. La aparición de la Historia es la aparición de la Humanidad. La Historia es la única lucha efectiva del hombre contra la muerte. Énfasis. Sin embargo, en muchos sentidos, la conciencia del pasado es moderna. Sorprendentemente moderna. Pinyol subraya que hasta bien entrado el siglo XIX la conciencia arqueológica era casi inexistente. La memoria es un refinamiento.

El anfiteatro. En la década de 1950 se llevó a cabo una restauración a fondo. Hoy no la harían así. Ahora la conservación de las ruinas se atiene, sobre todo, a dos claúsulas: permitir que cualquier mirada distinga, a primera vista, entre el original y los añadidos, y garantizar la fácil revocabilidad de las intervenciones. Esto quiere decir que la investigación arqueológica puede obligar a modificar los rasgos de una restauración determinada y que así debe poder hacerse sin mayores problemas. Lo que han hecho ahora con los restos del circo romano. Piedras apuntaladas con visibles materiales modernos, con metales incluso. E incluso con la luz. Pinyol me acompaña a lo largo de una inmensa galería. Almacenes. Cuádrigas. Establo de caballos. Dos pasillos de luz recorren la base de la bóveda de cañón. La luz crea el volumen y define el espacio sin necesidad de añadidos estructurales. En el exterior, sobre la pared medianera de un edificio moderno, cosido a las ruinas, se ha pintado una reconstrucción ideal del espacio. Nunca se vio medianera más noble. La ilusión de los arqueólogos modernos es que el pasado flote, ingrávido, sostenido por leyes propias.

El corte de espada. Tall d'espasa, dice Pinyol, mucho más cortante. En la entrada del circo. Es decir, uno de los mayores logros de la arquitectura moderna en Cataluña. Es sólo un gesto. Un ademán, como les gusta decir a los arquitectos. Es obra de Andrea Bruno, turinés. El acceso al circo estaba sellado por dos murallas: la medieval, delante, y luego la romana. Allí cualquier engreído habría organizado un zafarrancho. El turinés, sin embargo, dejó caer la espada y cortó la piedra medieval finamente. El resultado es de una belleza perturbadora. El corte penetra apenas en la primera muralla y permite vislumbrar de inmediato su antecesora. La sucesión, la hermandad de los tiempos. El que mira. A punto de acceder al relato del pasado el que mira se reconoce como la tercera muralla.

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