Atraco perfecto
Nunca he sufrido un atraco en el que me haya sentido tan inerme, vulnerable e indefenso como cuando he sido expoliado por la Agencia Tributaria y visto con alarmante claridad la pavorosa ausencia de garantías que sufre el ciudadano.
Si un buen día, tras una breve ausencia, te encuentras en el buzón un extracto bancario adeudándote un embargo y, como única molestia por parte de Hacienda, un aviso de notificación caducado, sin que antes, ni después, hayas recibido documento alguno al respecto, bienvenido al club de víctimas del expolio legal denominado "embargo ejecutivo". El robo perfecto; primero, porque ¿a quién y ante quién denuncias cuando te roba el recaudador, ladrón tan sigiloso que te quita el dinero del banco sin entregarte siquiera una resolución que impugnar?; segundo, porque resulta que la propia ley, al par de regular un procedimiento con todas las garantías, establece increíble, incomprensiblemente, la manera en que la Administración se las puede saltar: basta con publicar una notificación en el Boletín Oficial de la Provincia, ese diario que todos leemos, claro, cada mañana para ver si tenemos algún mensaje de la Administración.
Así que hay garantías, sí, pero sólo para el fisco; de modo que impugnar se convierte, si no lo fuera ya en cualquier caso, en una pérdida de tiempo.
Encima, a la Agencia Tributaria toda la prepotencia se le agota en lo fácil: abusar del dócil contribuyente "legal", el tonto de siempre, mientras los listos, los inembargables piratas que figuran como insolventes, gozan sin traba de sus ocultos patrimonios. Y, para colmo, tras quitarnos lo que le place, cada primavera Hacienda nos pide con cínica amabilidad que seamos buenos y hagamos la declaración. Pues a mí, cansado de ser dócil, me seduce cada vez más lo del pirateo.
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