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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Pacto del Gobierno y la industria farmacéutica

En un reciente artículo, Un pacto en beneficio de todos (EL PAÍS, 22-4-2003), el presidente de Farmaindustria, don Jorge Gallardo Ballart, viste de rosa un acuerdo que es una calamidad para la sanidad pública y el país.

Al firmarlo en 2001 la ministra de Sanidad y Consumo, entonces Celia Villalobos, el Gobierno adquirió de hecho la pasmosa e ilegal obligación de amparar el despilfarro del dinero público destinado a la prestación farmacéutica. Por el pacto: a) el Gobierno se compromete a no hacer lo necesario para contener el gasto en medicamentos: el pacto sólo permite el uso de dos medidas moderadoras, genéricos y precios de referencia, de muy corto alcance en España e incapaces de filtrar el torrente de nuevos y de pseudonuevos productos, corazón del crecimiento del gasto. Pero además limita el ahorro que esas dos flojas medidas puedan conseguir: el gasto no podrá reducirse más de 300 millones de euros (50.000 millones de pesetas) al año.

b) El Gobierno renuncia al poder económico de un comprador monopsónico de, nada menos, 10.190 millones de euros en 2002, 7.970 en farmacias y 2.220 estimados en hospitales (1 billón, 696.000 millones de pesetas). De este dinero, la industria farmacéutica percibe unos 6.290 millones de euros (1 billón 46.000 millones de pesetas) y aporta al Gobierno 112 millones de euros (18.635 millones de pesetas), un 1,8% de lo que ingresa, porcentaje ridículo muy distante del que un comprador único y billonario podría y debería obtener.

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Y c) el Gobierno deja en ma-nos de la industria farmacéutica la investigación avanzada en España: las aportaciones anuales de la industria, variables en función del incremento del gasto, se destinan a financiar la investigación en centros científicos de vanguardia. Así, una actividad fundamental se privatiza de modo encubierto y su desarrollo queda subordinado a los intereses de la industria: la aportación a la investigación será mayor cuanto más crezca el gasto farmacéutico.

En fin, un pacto deplorable que perjudica a todos en descarado beneficio de la industria farmacéutica.

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