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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Neumonía asiática

La neumonía atípica asiática (síndrome respiratorio agudo y severo: SARS, según su sigla en inglés) no sólo constituye una amenaza sanitaria de alcance mundial, sino un desastre económico. El Banco Mundial ha reducido las previsiones de crecimiento en las zonas de Asia oriental y sureste asiático más afectadas por la epidemia -los expertos estiman un impacto negativo en el PIB de un 0,5% a un 1%- y no descarta graves repercusiones mundiales en sectores como el turismo, el transporte y el comercio al por menor. De momento, la neumonía asiática ha supuesto un nuevo golpe a las líneas aéreas, cuya crítica situación no acaba de enderezarse tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.

Se comprende que ante esta mezcla de riesgo sanitario y desastre económico que representa la nueva enfermedad, el presidente Bush se haya apresurado a ofrecer ayuda a China, foco originario de la infección y cuyo secretismo en los momentos iniciales del brote ha contribuido de manera esencial a su actual expansión. Con demasiado retraso, el Gobierno chino ha comenzado a exigir responsablidades -ha destituido, entre otros, al ministro de Sanidad y al alcalde de Pekín- y a tomar medidas drásticas, como el cierre de escuelas y locales de ocio, incluidos restaurantes, para frenar la propagación de una epidemia que ya se ha cobrado unas 300 vidas, la mitad de ellas en China, y que se contagia por el aire, si bien mediante un contacto muy directo con el virus.

La incertidumbre respecto del coronavirus causante de la neumonía no se concentra sólo en Asia. La rápida actuación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha logrado frenar la expansión de la epidemia en el resto del mundo, pero la existencia de un foco importante en Canadá -21 fallecidos y algunas centenas de afectados- y la aparición de casos aislados en países tan alejados del foco principal como Italia y Suiza muestra que la batalla no está ganada. España, de momento, sólo ha registrado tres falsos casos de contagio de ciudadanos que habían viajado a Hong Kong, China y Toronto. Pero no hay que bajar la guardia y es necesario intensificar las medidas de precaución y control sobre las personas relacionadas con las zonas de riesgo.

La aparición en el inicio del nuevo milenio de un brote epidémico singular, del que se tiene escasa información, es un ejemplo más de la vulnerabilidad de las sociedades modernas, caracterizadas por la movilidad y los intercambios comerciales, frente a cualquier incidencia infecciosa o crisis alimentaria que se produzca en cualquier parte del mundo. Frente a ese riesgo sólo cabe reaccionar a tiempo y con transparencia y no boicotear, como ha sucedido en China, la intervención inmediata de los organismos sanitarios internacionales.

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