No sobra nadie
Sostiene el autor que ante las cifras de siniestralidad laboral tan altas, el Gobierno vasco ha asumido el compromiso de combatir este fenómeno tan terrible.
El Día Internacional de la Seguridad y la Salud en el Trabajo que mañana lunes recordamos representa una magnífica oportunidad para la reflexión sobre el elevado coste humano, social y económico que supone tanto los accidentes laborales como las enfermedades profesionales. Pensar, además, sobre el enorme sufrimiento que los accidentes y la enfermedad ocasionan tendría que servirnos de estímulo para aunar esfuerzos en evitarlos.
Porque mejorar las condiciones laborales de los trabajadores, poner en marcha políticas activas de prevención de riesgos, desarrollar medidas eficaces contra la siniestralidad no es bandera para enarbolar en solitario ni objetivo del que nadie deba apropiarse en exclusiva. Parece, sin embargo, que hay quien tiene interés en hacerlo cuando si algo es hoy necesario para asegurar la salud de los trabajadores es un trabajo coordinado y un compromiso de todos los agentes implicados en el común objetivo de luchar contra la siniestralidad.
A todos nos asola el sobresalto, demasiado frecuente, que nos da cuenta del último accidente laboral. Las cifras que resumen la siniestralidad son altas, pero no es menos cierto que a lo largo del año 2002 se ha observado un descenso del número de accidentes. Debe quedar claro que desde el Departamento de Justicia, Empleo y Seguridad Social no observamos las estadísticas ni con resignación ni con fatalidad de encontrarnos ante lo inevitable.
Más bien al contrario, tenemos una rotunda y decidida determinación para considerar que todo accidente debe y puede ser evitado con tal de que se arbitren las necesarias medidas para ello.
Aun a riesgo de que alguien confunda o, mejor, quiera confundir esta voluntad con un impropio afán de notoriedad, tenemos que insistir en que el Gobierno ha asumido la responsabilidad y el compromiso de combatir un fenómeno terrible y al que también reconocemos, por múltiples factores, como difícilmente combatible.
El trabajo de Osalan es una prueba de ello y no hay triunfalismo alguno en la afirmación porque no puede haberla cuando de lo que hablamos es de un coste que se escribe con nombres y apellidos, con ciudadanos que pierden la vida o que la dejan marcada para siempre.
El Plan de lucha contra la siniestralidad que durante el año 2002 puso en marcha el Instituto Vasco de Salud Laboral ha tenido sus efectos. Debemos recordar que si bien el nivel general de reducción de accidentes no fue muy llamativo (se pasó de una tasa de incidencia de 76,36 a 73,65), el grupo de empresas integradas en el Plan registró una reducción de 21,85 puntos en la tasa de incidencia.
La reducción fue más importante en lo referido a los accidentes graves y mortales que, comparados con los datos del año anterior, fueron de un 32,18% y un 64,94%. También se observaron mejoras en el nivel de cumplimiento normativo de las empresas y en la formación específica de los trabajadores que es un elemento clave.
No podemos olvidar en esta fecha que estamos comprometidos en el Plan de choque contra la siniestralidad en la construcción que pivota sobre tres ejes: una actuación coordinada desde el Departamento, implicando a la dirección de Trabajo, a Osalan y a la inspección de Trabajo; un acuerdo interprofesional y un acuerdo interdepartamental. Este Plan se puso en marcha después de contrastar datos que, sin ningún tipo de enmascaramiento, reflejaban la realidad de un sector muy atomizado, con alta precariedad en el que proliferan el empleo temporal, las subcontratas, la escasa representación legal de los trabajadores o los bajos índices de formación en la cultura de la prevención.
El descarnado diagnóstico nos emplazaba a tomar una serie de medidas que ya están en marcha y cuya efectividad esperamos incrementar desde mayores niveles de exigencia. Los agentes sociales saben que su aportación y colaboración es fundamental si queremos que funcione y a nadie deben quedarle dudas de que ese es el objetivo.
La conmemoración que mañana nos emplaza a desear un horizonte más seguro en el mundo del trabajo debe actuar como acicate. Nuestras tasas de accidentalidad son suficientemente elevadas, y así se han reconocido siempre, como para no conformarnos con el camino recorrido. En él, la Administración vasca asume la parte de compromiso que le corresponde porque una sola muerte en accidente laboral es ya demasiada.
Mañana día 28, la efemérides se presta a la reflexión y a la reivindicación, pero lo esencial es que cada día trabajemos, cada cual desde donde le compete para conseguir que la seguridad laboral mejore y la cultura preventiva se extienda. En esa tarea, no sobra nadie.
Ignacio Murgia es director de Osalan.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.