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Jürgen Habermas cuestiona la autoridad de Estados Unidos

Dos días después de que el poeta y ensayista Hans Magnus Enzensberger expresara su "triunfal alegría" por el derrocamiento de Sadam Husein y arremetiera contra quienes habían advertido de las funestas consecuencias que podría tener el ataque a Bagdad (Libertades ciegas. Epílogo a la guerra de Irak, reproducido ayer en las páginas de opinión de EL PAÍS), otro gran pensador alemán, el filósofo Jürgen Habermas, asumió ayer una postura contraria. "La autoridad normativa de Estados Unidos está hecha pedazos", sentencia el heredero de la Escuela de Francfort en un artículo publicado ayer en el Frankfurter Allgemeine Zeitung.

En el texto, titulado ¿Qué significa el derribo de un monumento, en alusión a la destrucción de la estatua de Sadam Husein, Habermas no se refiere explícitamente a Enzensberger, aunque sí apunta en su dirección, al hablar de los que, "ya sea por oportunismo o convicción, capitulan ante el poder de lo fáctico y empujan a un lado lo que consideran el dogmatismo del derecho internacional con el argumento de que éste por sensibelería posheroica (...) cierra los ojos ante el verdadero valor, la libertad política".

Esta postura, sin embargo, se queda corta ante el alcance de lo planteado por neoconservadores como Paul Wolfowitz, el subsecretario de Defensa de EE UU. Habermas sintetiza de la siguiente manera una visión que de todas formas considera "revolucionaria": "Cuando el régimen del derecho internacional fracasa, la imposición políticamente más exitosa de un orden mundial liberal se justifica incluso cuando se vale de medios contrarios al derecho internacional".

Doctrina Bush

El autor de la Teoría de la acción comunicativa contrapone a esta también llamada doctrina Bush el "paso decisivo hacia un derecho cosmopolítico" que supuso la Carta fundacional de las Naciones Unidas, y considera incongruentes los intentos del Gobierno estadounidense de vincular la guerra en Irak con la lucha contra el terrorismo. En la visión que se ha impuesto en Washington, según analiza el filósofo, esto último de por sí es secundario. "Guerras que mejoran el mundo no necesitan ulteriores justificaciones. Con despreciables daños colaterales, remueven un mal unívoco, que seguiría existiendo bajo el mando de una débil comunidad internacional. Sadam, que cae del pedestal, es suficiente como argumento".

La disyuntiva, entonces, está en si "el contexto de una legitimación a través del derecho internacional pueda y deba ser sustituido por la política unilateral de un poder hegemónico que se basta a sí solo y pretende imponer orden en el mundo". La visión de Wolfowitz conlleva problemas tanto prácticos como normativos, según Habermas. "Un Estado que reduce todas las opciones a la tonta alternativa entre la guerra y la paz pronto se topará con los límites que marcan su propia capacidad organizativa y recursos". Asimismo, "el núcleo universal de la democracia y los derechos humanos prohíbe su imposición unilateral a sangre y fuego".

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