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VISTO / OÍDO
Columna
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Saramago, Castro y los nacionales

Saramago tuvo uno de los sobresaltos de conciencia que han hecho de él un hombre trascendental, y decidió no seguir con Cuba: "Ha perdido mi confianza, ha dañado mis esperanzas, ha defraudado mis ilusiones. Hasta aquí he llegado". Eran unas emotivas líneas publicadas aquí el lunes: la misma noche, las radios de los nacionales se volcaban contra él como siempre: ¡ha esperado demasiado! ¿No se había dado cuenta antes? ¿Es un pretexto para poder seguir atacando a Estados Unidos? Están enloquecidos. No es cuestión política: son sus cargos, sus sueldos, sus prebendas (¿o es eso la política?). Habían recuperado la finca España, y se les va de las manos. ¿Qué pasará si Aznar tiene que ir a Siria con el ultimátum? ¿Se ha ofrecido él para colocar empresas en la reconstrucción de Irak, cuyos beneficios se duplicarán si empieza la guerra con Siria? Más remunerativa: los gastos ya se han hecho, y allí están barcos, bombas, aviones y saqueadores de tesoros.

Están, pues, los nacionales atacando a Saramago, como blanco favorito, y agitando el espectro de Castro como agitan el de Sadam y sus armas y su terrorismo, para justificarse, humanizarse, evangelizarse. Su lenguaje es el de siempre, ellos son los de siempre, y leo en Américo Castro (Sobre el nombre y el quién de los españoles, Taurus) proponer las palabras "improperiología" o "dicteriología" para ese lenguaje burdo. Ah, pero dice uno de ellos en la noche de Saramago que se vivía mejor en la España de Franco que en Cuba. La verdad es que se mataba infinitamente más, y unos vivían bien y otros muy mal. Esto que oigo por la noche siempre que puedo, las cuatro emisoras del terror hablado, es reconfortante: permite saber que nada ha cambiado, y que con democracia o sin ella, los nacionales son siempre ellos mismos.

Dentro de un año, oigo decir, habrá elecciones en Irak: y esto les parece un paso adelante, importante y serio, en el camino de la civilización. La democracia sobre las ruinas producidas por la democracia. Ay, Saramago es un niño, como otros novelistas de izquierdas. Yo he renegado de los fusilamientos -éstos y antes- en Cuba: pero si el diablo me da a elegir, los elijo antes que los bombarderos liberadores demócratas.

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