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Un mercado con elevada viscosidad

Las normas intervencionistas y la fragmentación nacional limitan la concentraciones en Europa

Jesús Mota

La OPA en curso de Gas Natural sobre Iberdrola y la fusión de Olivetti y Telecom Italia despiertan la ilusión entre los bancos de negocios de que se avecina un nuevo periodo de concentraciones de empresas que acrecentará el negocio de las instituciones financieras que se dedican a estos menesteres. Hay más augurios favorables. Por ejemplo, el volumen de operaciones anunciadas en Europa para el primer trimestre (177.000 millones de dólares, frente a los 136.000 millones del mismo periodo del año pasado) o el elevado porcentaje de operaciones de concentración o compra de empresas que se están realizando en Europa.

Aunque la actividad de merger & adquisitions sigue presentando perfiles muy bajos -los cálculos oficiosos indican que, de mantenerse la tendencia actual, este año se realizarían operaciones por importe de 1,15 billones de dólares en todo el mundo, un tercio de lo conseguido en 1999 y 2000-, el hecho de que los ingresos simplemente no desciendan respecto a 2002 ya se considera un signo de mejora del mercado.

Los inversores desconfían de estas operaciones después de los escándalos empresariales en EE UU y Europa
En Europa se han anunciado operaciones por importe de 177.000 millones de dólares en el primer trimestre de 2003

Intervencionismo

Llama la atención que los bancos de inversiones mencionen tan poco o tan de pasada los factores que de verdad obstaculizan el libre juego de la compraventa de empresas. Y se pueden mencionar varios. A pesar de que la justicia europea se ha manifestado en contra de las golden share o acciones de oro, varios países, entre ellos España, mantienen su derecho a intervenir en operaciones estratégicas de empresas privadas, derecho que, en la práctica, disuade eficazmente a compradores dispuestos.

En España tenemos ejemplos bien próximos de esta viscosidad de los mercados por motivos políticos. El Gobierno parece poco entusiasmado precisamente con la OPA de Gas Natural sobre Iberdrola, aunque lo más preocupante es que ni esta ni cualquier otra operación relevante puede hacerse sin contar con la aprobación oficial. Véanse, como refinamiento añadido, los amagos del Ministerio de Economía en torno a si prohibirá o no a Hidrocantábrico la adquisición de Naturcorp, en nombre de la titularidad estatal de algunas de las empresas que participan en el capital del grupo eléctrico asturiano. Casi al mismo tiempo que se emiten mensajes sobre las cimas de libertad economía conseguidas en España en los últimos ocho años, se amenaza con la aplicación de normas restrictivas fabricadas en nombre de cualquier principio arbitrario.

El intervencionismo del Estado es una norma en la praxis económica y, por cierto, no sólo en España. Pero no es el único obstáculo para el desarrollo de la compraventa de empresas. Los inversores y consumidores muestran hoy un elevado grado de desconfianza en la rentabilidad o limpieza de estas operaciones gracias a escándalos empresariales como los de Enron, Worldcom, Andersen o Global Crossing en EE UU o Ahold en Europa. El coste de los fraudes suele ser muy elevado, porque se paga en desconfianza.

Para los bancos de negocios constituye un obstáculo añadido la fragmentación del mercado europeo, que reduce el volumen empresarial de las operaciones potenciales. Al menos en relación con las que se mueven en EE UU. Un mercado que tampoco está muy boyante. Por todas estas razones y algunas otras de menor cuantía, corren malos tiempos para el mercado de las merger & adquisitions.

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