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Columna
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Los cómplices

¿Quién mató a los reporteros Julio Anguita Parrado y José Couso en Bagdad, cuál fue la razón? Me hago esa pregunta acordándome de una vieja canción de Bob Dylan sobre un boxeador muerto en el cuadrilátero, Who killed Davey Moore?, en la que el narrador pregunta, una y otra vez, ¿quién mató a Davey Moore, cuál fue la razón?, sin encontrar ninguna respuesta, sino sólo cinismo y justificaciones. ¿Quién mató a Davey Moore, cuál fue la razón? Yo no, dice el árbitro que pudo parar la pelea, la multitud se habría sentido estafada; nosotros no, dice el público que pidió más y más, sólo queríamos ver un buen combate hasta el final; yo no, dice el entrenador, si estaba enfermo debió decirlo; yo no, dice el apostador, de hecho, aposté por él mi dinero; yo no, dice el cronista, ni el periodismo ni el deporte tienen la culpa; yo tampoco, dice finalmente el otro púgil, "el hombre cuyos puños / lo hundieron en las tinieblas. / Llegó desde Cuba, / donde el boxeo está prohibido. / Le golpeé, sí, es cierto, / pero para eso me pagaron. / No digáis asesinato, no digáis crimen. / Sólo fue el destino, la voluntad de Dios".

¿Quién mató a José y Julio, cuál fue la razón? Si hiciéramos esa pregunta nunca sabríamos la verdad, pero ya sabemos la respuestas. Yo no, diría George Bush, yo he enviado mis tropas a Irak para combatir el mal y reconstruir el país; mis tanques dispararon al hotel de los periodistas, pero en los Estados Unidos la libertad de la prensa es sagrada; bombardeamos la televisión Al Yazira porque era irremediable, pero respetamos todas las opiniones, no les quepa duda, en eso se basa la democracia.

¿Quién mató a José y Julio, cuál fue la razón? Yo no, diría Tony Blair, yo sólo soy el aliado natural, ayudo a quienes pertenecen a nuestra cultura y hablan nuestra lengua a exterminar el terrorismo; no olviden que hoy nuestros soldados están muy lejos, pero quizá muy pronto tendremos que lanzar algunos misiles y disparar las ametralladoras de algunos helicópteros sobre Belfast, nunca se sabe con estos irlandeses. En todas las batallas hay víctimas inocentes.

¿Quién mató a José y Julio, cuál fue la razón? Yo no, dice Aznar, yo sólo quiero el bien de Irak y la muerte de su tirano, he mandado medicinas para curar a quienes estamos hiriendo, palas para cavar las tumbas de los asesinados, ¿qué más puede pedirse? España se hará grande gracias a esto, pronto nos anegará un río de dólares, siempre es mejor estar con el que aplasta que entre los aplastados. Ya sé que a veces pagan justos por pecadores, pero es el precio de entrar a formar parte de la Historia.

¿Quién mató a José y Julio, cuál fue la razón? Nosotros no, dicen Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón, los candidatos del PP a la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid, nosotros no estamos aquí para eso, sólo hemos venido a dar unos mítines sobre la ciudad, a inaugurar estaciones de metro y parques de nieve artificial, a prometer carreteras, aparcamientos, bosques y hospitales. Ya sé que apoyamos la guerra, que no hemos dicho una sola palabra contra la invasión, pero tienen que comprenderlo, de ello dependen nuestras carreras políticas. ¿Por qué nos llaman asesinos y nos tiran pintura roja? Sólo hacemos nuestro trabajo y obedecemos órdenes. Ésas son las respuestas, las mismas que darán los futuros millonarios gracias a la reconstrucción de Irak, los que se van a incautar de su petróleo, los que se frotan las manos con los beneficios que la victoria de los agresores deparará a la Bolsa, etcétera, qué asco, etcétera. Pero que no haya respuestas no significa que las preguntas deban de cesar. Hoy mismo, muchos ciudadanos de Madrid, como del resto de España, pararán dos horas para seguir preguntando, saldrán a las calles a expresar su opinión y serán insultados, les llamarán, directamente o por extensión, marionetas, extremistas y antipatriotas. Y seguirán preguntando esos jóvenes que han instalado unas tiendas de campaña en San Sebastián de los Reyes para protestar contra esta guerra a la que nos han conducido los delirios de grandeza de un estadista pequeño, y también lo harán los estudiantes de las universidades madrileñas, y algunos quizá les vuelvan a calificar como kale borroka por culpa de cuatro agitadores a quienes sabe Dios quién envía a reventar las concentraciones. Todo eso, hoy mismo y aquí, en Madrid: una pregunta contra ninguna respuesta; una ciudad viva contra la muerte. ¿Quién mató a José y Julio, cuál fue la razón?

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