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GUERRA EN IRAK | Análisis jurídico sobre la actuación del Gobierno
Columna
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Desastres de la guerra

Carlos Clausewitz insiste en que la política debe definir el objeto de la guerra porque "la guerra tiene su propia gramática, pero carece de una lógica peculiar a sí misma". Enseguida aclara que la "gramática" de la guerra es la estrategia y la "lógica" de la guerra es la política. Por eso conviene seguir de cerca lo dicho por Liddell Hart en la Estrategia de la aproximación indirecta para quien la perfección consistiría en lograr el objetivo de la guerra sin necesidad de dar batalla porque el concepto de "victoria" es político y el triunfo militar en batalla es sólo un medio para conquistar la "victoria".

Llegados aquí los de la nueva Yalta, los del tridente de las Azores a base de Bush, Blair y Aznar, tienen pendiente explicarnos por qué si fue posible contener el poderío militar de la URSS durante cuarenta años, en esta ocasión era inaplazable terminar con la amenaza de Sadam Husein en 48 horas rehusando cualquier plazo adicional a la tarea de los inspectores de Naciones Unidas y saltándose a la torera al Consejo de Seguridad, mientras invocaban la defensa de la legalidad internacional que estaban arrasando. En particular, nuestro presidente del Gobierno, que hasta el pasado miércoles se empleó a fondo para denigrar a Francia y Alemania, aliados en la OTAN, socios en la UE y miembros del Consejo de Seguridad, debería aclarar cómo ha logrado, dado que nuestra aportación en Irak es de carácter humanitario y cuenta con efectivos inferiores a los enviados por Chirac y Schröder, que seamos sólo nosotros quienes figuremos en calidad de promotores de la guerra con las consecuencias internas españolas que a la vista están.

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Entre tanto, la marcha de la guerra suscita distintas reacciones incluso entre quienes comparten la misma aversión hacia la satrapía del presidente iraquí. Algunos, adversarios de la intervención militar tal como se ha desencadenado, claman en este momento a favor de su más rápida conclusión porque entienden que de ese modo se restan probabilidades a nuevos emprendimientos bélicos contra Irán, Siria y otros muchos países también bajo regímenes dictatoriales susceptibles de ser sumados en cualquier momento conveniente al eje del mal. Otros, alineados desde el principio de modo indudable con las democracias afines, estiman por el contrario que la rapidez del desenlace militar cargaría de razón a los halcones fundamentalistas de Washington e incentivaría los proyectos de nuevas hazañas marciales más o menos preventivas.

En todo caso, debe reconocerse, como ha señalado Hendrik Hertzberg en el último número de la revista The New Yorker, que en modo alguno la guerra iniciada el 19 de marzo por los invasores angloamericanos ha intentado ni remotamente causar los horrores de la guerra total propios de los conflictos habidos durante la pasada centuria, que incluyeron la muerte masiva deliberada de civiles. Pero se impone admitir que la guerra de Irak es una nueva clase de guerra total. Porque, si bien el actual enfrentamiento armado está muy circunscrito en el espacio, en el tiempo y en el número de participantes, resulta ilimitado en cuanto a sus efectos psíquicos habida cuenta de su incidencia en las vidas de cada una de las inteligencias sentientes en el mundo civilizado o por civilizar.

En definitiva, porque si la guerra en su escenario físico no es total, la audiencia sí lo es. Otra cosa es que las versiones difieran, de modo que quienes se exponen al tubo de rayos catódicos en Estados Unidos vean sobre todo a generales retirados comentando las operaciones con mapas y punteros mientras en otros lugares las pantallas de los receptores de televisión muestren el espanto de las víctimas causadas. Y el consuelo de nuestros Gobiernos no puede residir en que la mayoría de los telespectadores en lugar sostener su compromiso para lograr que la guerra termine acaben sencillamente por devenir en indiferentes afectivos, porque, como recuerda J. Pinatel, los criminólogos nos tienen hace tiempo advertidos de que "la indiferencia afectiva es la última condición para el paso al acto criminal". ¿Era necesario que el Gobierno del PP nos hiciera este embarque y abriera semejante fisura en la sociedad española?

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