EE UU debate cómo tratar la guerra en las escuelas tras las protestas estudiantiles
Los expertos opinan que debe abordarse con simpleza y recurriendo a ejemplos históricos
La primera guerra transmitida en vivo por la televisión durante 24 horas y siete días (24/7) tenía que recalar también en las escuelas. En Estados Unidos están obsesionados con blindar su retaguardia ante cualquier amenaza externa, pero el frente de las crecientes protestas estudiantiles les ha desconcertado. Profesores, padres y expertos debaten cómo afrontar las lecciones que se puedan extraer de la guerra en los colegios. Y, al parecer, concluyen que el asunto debe abordarse con simpleza y recurriendo a ejemplos históricos, a ser posible recientes.
La guerra, como concepto, forma parte desde hace semanas del quehacer diario de los escolares norteamericanos, desde el grado más elemental hasta los últimos cursos de la secundaria. No existen encuestas importantes fiables, pero en muchos estados algunos sondeos sí han reflejado una mayoritaria posición estudiantil contraria a este conflicto. En muchos campus ha habido protestas y debates.
El concepto de guerra forma parte desde hace semanas del quehacer diario de los escolares
Algunos sondeos han reflejado una posición mayoritaria estudiantil contraria al conflicto
Las direcciones de los centros escolares se han puesto en contacto con los responsables estatales del sistema educativo para coordinar los distintos programas a poner en marcha en este escenario. Y en bastantes supuestos se han recuperado los planes de emergencia aplicados tras los ataques del 11 de septiembre de 2001. Los padres suelen ser, habitualmente, los que se ponen más nerviosos ante la posibilidad de que no se les permita recoger a sus hijos ante determinadas crisis.
Pero el entrenamiento escolar no se limita a los habituales ejercicios de simulación para protegerse ante un ataque terrorista, que se equipara a la irrupción de un tornado o a un simulacro de incendio. Incluso en las escuelas públicas de educación infantil, los profesores cuentan con expertos para trabajar las reacciones de los más pequeños ante situaciones muy emocionales o de estrés. La conclusión es la siguiente: los alumnos que hacen frente mejor a ese tipo de impactos son a menudo sociables, optimistas, flexibles y saben controlar sus sentimientos. Otros colegios han distribuido entre los tutores informes técnicos de reconocidos psicólogos para aportar algunas pistas o pautas.
El director del Servicio de Relaciones Humanas de la Universidad de Wellesley (Massachussets), Robert Evans, lanza dos primeros consejos a padres y profesores: que "lo simple siempre es mejor" y que "la historia es una buena guía". Aunque este psicólogo reconoce que ahora el panorama está más abierto ante lo desconocido que tras el terrible impacto terrorista contra las Torres Gemelas y el Pentágono.
Evans sostiene que los chicos son muchas veces más resistentes que lo que sus padres piensan y recomienda estar siempre a su disposición para aportar seguridad con la simple presencia y para aclarar sus dudas, pero con algunos trucos. Por ejemplo, antes de contestar alguna pregunta compleja, conviene enterarse bien del exacto sentido y origen de la pregunta. Tampoco es bueno responder algo que se desconoce con una invención. Es preferible reconocer que se intentará averiguar la respuesta correcta. Las rutinas, en casa y en la escuela, pueden resultar confortables. Y la televisión, cuando emite imágenes violentas, puede ser censurada sin complejos. El profesor del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Princeton y autor del muy comentado libro Guerras justas e injustas, Michael Walzer, también aboga por los ejemplos históricos. En sus cursos lo mismo habla del estratega griego Tucídides, autor de la guerra del Peloponeso, que de la batalla de Agincourt narrada por Shakespeare en Enrique V, o de guerras más recientes, como Vietnan, la anterior del Golfo, Kosovo o incluso Ruanda. Considera que los alumnos, sobre todo de los cursos superiores, pueden tomar buena nota de lo que significa ser un ciudadano en una democracia ante este tipo de circunstancias.
Las manifestaciones de protesta de muchos escolares han cogido por sorpresa a profesores y padres. Pero numerosos expertos las explican con normalidad con variados argumentos. El Gobierno federal, por ejemplo, lleva invertidos millones de dólares en programas preventivos contra la violencia en casi el 75% de los colegios públicos. El primer objetivo es la tolerancia cero a la delincuencia. Y, aunque también hay quien cuestiona los métodos y su objetivo, las muertes violentas y las intimidaciones han descendido significativamente en muchos centros.
El profesor de Desarrollo Humano de la Universidad de Cornell, James Garbarino -autor de varios libros para padres y profesores sobre esta cuestión-, es pragmático al medir estos resultados: "Para el Gobierno sería muy desalentador haber invertido millones de dólares y de horas en producir un efecto determinado sobre los jóvenes en las escuelas y que al final no se viera ningún progreso". Porque para los jóvenes, no hay duda, la guerra significa, en primer lugar, violencia.
Otros especialistas recurren a los progresos generacionales o incluso a las mejores herencias genéticas para justificar los comportamientos actuales más revindicativos. Joann Malone, que enseña estudios sobre la paz en una escuela del extrarradio de Washington, y que en su juventud fue arrestado por protestar contra el uso del gas napalm, defiende que la juventud ahora "es más independiente y tiene sus propios pensamientos", que en algunos casos pueden estar contaminados por ser hijos de los que formaron el movimiento baby boomer que protestó contra la guerra de Vietnan. Hasta los jóvenes que más apoyan el conflicto - y que proceden, por ejemplo, de los estados donde las armas y la caza se consideran deportes saludables- reconocen que en la actualidad la guerra siempre se asocia con la violencia.
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