Sobrados de ayudas
Un ingeniero denuncia la pasividad del Gobierno para dar luz verde a un sistema infalible en la limpieza del chapapote
"Llevo cinco semanas limpiando el mismo metro cuadrado y estoy hasta el gorro de estar aquí. Usted limpia en un minuto dos metros, es increíble", le dijo un operario de Ferrovial que cobra 50 euros al día a José Luis Torres. Eso ocurría a finales de enero en Laracha. Hasta allí se desplazó este ingeniero industrial desde Almería invitado por José Manuel López Varela, el alcalde de aquel municipio gallego afectado, como otros tantos, por el petróleo que desparramó el Prestige. Torres tuvo la oportunidad de explicarle al alcalde minuciosamente el proyecto de fabricación de una máquina que limpiaba de forma rápida y precisa el chapapote. De manera que la fabricación del artefacto se inició el 7 de enero y el 21 ya trabajaba en el Paseo Marítimo quitando el petróleo. "Recuerdo que nosotros estábamos en una punta y los de Ferrovial limpiando con agua en otra. La diferencia era evidente", describe Torres. La máquina inventada por el almeriense está valorada en unos 30.000 euros y lleva acoplada un compresor y un grupo electrógeno. Tiene la capacidad de limpiar dos metros cuadrados por minuto -en roca el ritmo es más lento- y necesita de cinco personas que la manejen. "Limpiar todas las playas desde La Coruña hasta Portugal cuesta sólo seis millones de euros, algo irrisorio si se tiene en cuenta que el Gobierno dio para una playa de 4 kilómetros un millón de euros y no hicieron nada", asegura el ingeniero. Su propuesta, que incluía la construcción de 60 máquinas similares a la empleada en Larache, no ha tenido aún la respuesta que el director general del Departamento de Costas, José Trigueros, se comprometió a dar al respecto. Trigueros se limitó a transmitir el proyecto del almeriense, tal y como se confirma en una carta del Ministerio de Medio Ambiente, a la comisión de limpieza y regeneración medioambiental de playas creada para coordinar y dirigir todas las labores tras la catástrofe.
Ya de vuelta a Almería, el único contacto del ingeniero con la cúpula del PP fue el diputado por Almería Rafael Hernando. "Me dijo que Martín Villa se pondría en contacto conmigo y, a fecha de hoy, no lo ha hecho. Lo que está claro es que las empresas concesionarias de la limpieza están engañando vilmente al Gobierno gallego, ya que el 38% de la venta de una de sus máquinas se va en comisiones", denuncia el ingeniero.
Hasta el día en que la máquina del ingeniero se puso a funcionar en Larache, todas las pruebas de limpieza realizadas en Galicia con anterioridad se habían hecho con aparatos que limpiaban pero depositaban el chapapote en el suelo, para después recogerlo con una aspiradora, luego vertirlo a un capazo y, de allí, volcarlo a un container con un bajísimo rendimiento. Otros sistemas, sin aspiradora, limpiaban con agua caliente a presión. El sistema patentado por Torres lanza un chorro de arena a una presión de 80 bar que deja la roca "totalmente pulida" y al mismo tiempo absorbe la mezcla tierra-crudo que se almacena en un depósito situado en tierra para su posterior destrucción.
Según un informe del departamento de investigación de la Universidad de A Coruña, la aplicación de calor o agua con calor sobre las rocas impregnadas de chapapote es "contraproducente", ya que al licuarse, una parte vuelve al agua contaminándola y otra penetra profundamente sobre la porosidad de las rocas. Más tarde, en el período estival, ese crudo incrustado "volverá a licuarse" y contaminará de nuevo el agua. La Universidad considera la utilización de chorreado de arena como el "más acorde" con el proceso natural marítimo sobre las rocas, ya que es una acción "similar" a la que producen las olas rompiendo con agua y arena sobre ellas.
Limpios en seis meses
Torres basó su máquina en el chorro de arena de sílice a elevada presión que utiliza para limpiar motores que están llenos de grasa o superficies de piedra o metal en muy mal estado. La variante consiste en aumentar la presión hasta 80 bar y adjuntar un aspirador del tipo industrial en tanden. El método se puede aplicar también a los acantilados. "Se ha pensado en una jaula suspendida de una grúa que se anclaría en la roca, por medio de unos clavos accionados neumáticamente y protegiendo al usuario de accidentes", explica. "El único inconveniente es que, al quedar la roca limpia, los biólogos marinos deberían proceder a repoblarla".
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