Miradas a Unamuno
La mirada que Juan Marichal vierte sobre la personalidad y el pensamiento de Miguel de Unamuno (1864-1936) es esclarecedora. Esta magnífica recopilación de ensayos pertenecientes a distintas épocas -desde 1953 hasta 1998- aporta una visión inequívoca: un don Miguel fascinado por el pensamiento de autores de todas las naciones, gran lector, sabio y erudito, autor experimentado en todos los géneros literarios; pero, sobre todo, intelectual y hombre público comprometido en cuerpo y alma tanto con los problemas de España como con la integración de ésta en una Europa a la que también los españoles podían enseñar mucho desde la periferia.
Los cuatro epígrafes generales en que se divide el libro acogen varios artículos que tratan temas relacionados con la denominada "voluntad de estilo" de Unamuno, su independencia como hombre de letras original -aunque compañero de algunos otros autores "periféricos" europeos como Pascal, Rousseau o Kierkegaard-; su interés por integrar a España dentro de Europa, su liberalismo político o, finalmente, con la visión que de él tuvieron otros grandes intelectuales de su época: Ortega y Gasset, Américo Castro y Azaña. En general, se trata de textos breves pero de gran intensidad y que antes que cualquier otro afecto traslucen la profunda simpatía que Marichal siente por Unamuno. El prestigioso historiador, que es también un buen psicólogo y un excelente narrador, esboza con maestría el retrato de un hombre extrovertido, profuso quizá; desmesurado en ideas como español típico, imbuido de "yo" y que, sin embargo, carecía de esa soberbia que suele hacer tan repulsivos a algunos eruditos. Así, vemos a un Unamuno que era honesto y profundamente serio en el cumplimiento de lo que él creyó un designio vital: ser persona y ser veraz. De ahí sus numerosas dudas y sus vacilaciones existenciales, producto de su naturaleza fieramente humana, y de ahí también su apasionamiento al defender lo que creía justo -recuérdese su divisa: "Antes la verdad que la paz"-. Socialista en su juventud, liberal siempre -en las mejores acepciones de estos dos términos hoy tan tergiversados-, fue ante todo un buen demócrata. Lector y escritor en varias lenguas, desde su adorado rincón provinciano en Salamanca se erigió en ciudadano del mundo que, incansable, procuraba dejar oír su voz en todas partes, desde Buenos Aires hasta Roma. Un carácter, por tanto, bien dispuesto para seducir al lector, que acaso concluya el libro deseoso de ahondar más en la vida y la obra del autor de La agonía del cristianismo o Contra esto y aquello.
EL DESIGNIO DE UNAMUNO
Juan Marichal
Taurus. Madrid, 2002
227 páginas. 16,50 euros
UNAMUNO
María Zambrano
Edición e introducción de Mercedes Gómez Blesa
Debate. Barcelona, 2003
203 páginas. 15 euros
El Unamuno de María
Zambrano (1904-1991) es un texto inédito que ahora se publica por primera vez de manera impecable. Posee el mérito de ser una de las primeras reflexiones de envergadura escritas sobre el gran pensador. Es probable que la lúcida autora elaborase su ensayo en el bienio de 1940-1942, con motivo de un curso en el Ateneo de Puerto Rico. Aunque no se trata de un libro terminado y revisado, sino más bien de una aproximación a lo que podría haber sido una obra independiente, el resultado es literalmente arrebatador; tan ameno y a la vez tan profundo que poco tiene que ver con ese estilo conceptista y barroco típico de la pensadora en otras obras posteriores de contenido más especulativo. Zambrano transmite asimismo su admiración incondicional por don Miguel, pero centrándose sobre todo en el autor que filosofaba y escribía de sí mismo y de sus angustias existenciales -no lo considera un "filósofo estricto"-. Los grandes temas del pensamiento de Unamuno fueron también los de la autora; por ejemplo, la relación del hombre individual con el Dios escondido y quizá inexistente o esa necesidad vital por captar conceptualmente la esencia de lo español y de España, la patria que, precisamente por aquel entonces, la misma María Zambrano tuvo que abandonar a raíz de la vergonzosa "guerra incivil".
La perspicacia de la filósofa al adentrarse en los temas que le interesan es abrumadora y se muestra magistral tanto en sus reflexiones de amplio vuelo como en los breves fragmentos en que sabe expresarse con la absoluta autoridad de sus conocimientos y su intuición. Su formación "orteguiana", su amor por el pensamiento y la literatura en general dotan al ensayo de un atractivo ineludible. Unamuno fue también para ella un insigne contemporáneo de Freud, Husserl y Bergson; como éstos, luchó contra el dilema de la razón y la sinrazón humanas, se consagró al estudio de las profundidades del alma y buceó hasta los fondos de todo lo humano. Dentro de su realismo de carne y hueso, tan español, la pensadora malagueña lo consideraba asimismo un autor inmerso en la crisis de la conciencia europea de comienzos del siglo XX y ello se refleja en una exposición que en ningún momento pierde de vista el amplio panorama del pensamiento extrapeninsular. En definitiva, las variadas reflexiones que contiene el texto son admirables, pero las ideas de María Zambrano sobre la envidia, ensayadas al tratar el unamuniano Abel Sánchez, me parecen antológicas, pues raro será que en tan escasos párrafos se haya retratado y fundamentado con tanto acierto esta negra marca del carácter hispano.
Tras la lectura de los artículos de Marichal es curioso constatar la gran coincidencia de su amplia mirada con esta otra anterior en el tiempo de la autora de España, sueño y verdad. Y es que María Zambrano supo ver con mucha antelación en Unamuno al hombre para la posteridad y evocar una imagen esencialmente distinta de la que a menudo se divulgaría de él como el padre cerril de un españolismo ultramontano -en oposición, por ejemplo, a ese Weltman que fue Ortega y Gasset-.
En suma, estos dos libros memorables con sus oxigenantes visiones serán de gran ayuda para quienes desconozcan al vasco universal e idóneos para refrescar la memoria de cuantos, conociéndolo, han dejado de tener presente su figura modélica cuyo trato es tan conveniente frecuentar aún en la actualidad, pues el solitario de Salamanca tiene mucho que decir a unos españoles que, como siempre, se empeñan en seguir divididos por apasionados dogmatismos varios, difíciles de conciliar en un país en el que, ciertamente, "los Unamunos no son cosecha".
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