Las amenazas a Siria refuerzan el nacionalismo en el mundo árabe
"¿Quién será el siguiente en recibir las amenazas?", se preguntó Abdelaziz Beljadem, ministro de Exteriores argelino. Hacía alusión a las amenazas vertidas contra Siria (e Irán) por el jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld, y el secretario de Estado, Colin Powell, reiteradas ayer por este último en Bruselas.
El que sin haber acabado con Irak, Washington anuncie nuevos objetivos para su cruzada, como muchos la califican en el mundo árabe, está provocando angustia en los dirigentes e indignación en las calles. Fuentes diplomáticas occidentales en El Cairo consideran un "nuevo error" el que Estados Unidos comience a señalar a Siria con el dedo, reforzando así el sentimiento mayoritario entre los árabes de que esta guerra tiene poco o nada que ver con las armas de destrucción masiva, y es una demostración del poder imperial de EE UU y de su connivencia con Israel.
"Sin haber hecho nada para resolver el problema palestino y librando una guerra contra Irak muy impopular, Bush se encara ahora con Siria, el último representante de una cierta dignidad árabe", lamentan esas fuentes. Siria ha rechazado las acusaciones de EE UU de cooperar con el esfuerzo bélico iraquí, y ha reafirmado su firme oposición a esta guerra.
Desviar la atención
El discreto presidente sirio, Bashar Asad, la ha calificado de "error" que "amenaza al mundo entero". Y el Partido Baaz sirio ha declarado que las acusaciones contra Damasco, que también incluyen el albergar oficinas de Hezbolá y Hamás, obedecen al "intento de EE UU de desviar la atención de sus constantes matanzas de civiles iraquíes". Los líderes de Argelia, Libia, Líbano, Egipto y otros países han expresado su solidaridad con Siria. Uno de los más prooccidentales, Hosni Mubarak, califica de "estratégica" la relación entre El Cairo y Damasco. Es una manera de pedir algún tipo de freno.
Bush está llevando el asunto sirio hasta "el extremo de un conflicto inevitable", dice Ghasan Charbel, director adjunto del diario panárabe Al Hayat. De un conflicto no sólo entre Washington y Damasco, sino con todo el mundo árabe. La guerra de Bagdad está provocando el renacimiento del nacionalismo árabe. A él apela todos los días el ministro iraquí de Información, Saed al Sahaf, y con eficacia.
En las calles de Zamalek, el barrio de las embajadas de El Cairo, chavales venden kefiehs con la imagen del dictador iraquí. "La guerra", según el egipcio Butros Butros-Ghali, ex secretario general de la ONU, "está convirtiendo a Sadam, que estaba muy lejos de ser popular, en un símbolo de la resistencia del Tercer Mundo a EE UU".
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