"Juego con la búsqueda de lo imposible"
El juego del Paraíso se ha practicado en muchos países. Un niño o una niña corre hacia otro y le pregunta: ¿Es aquí el Paraíso? No, en la otra esquina. Y seguían las carreras. El Paraíso era siempre inalcanzable. Flora Tristán (Saint-Mandé, 1803-Burdeos, 1844) lo jugó de niña. También lo hizo su nieto Paul Gauguin (París, 1848-Hiva Hoa, Islas Marquesas, 1903). Son los dos protagonistas de El Paraíso en la otra esquina (Alfaguara), la nueva novela de Mario Vargas Llosa (Arequipa, Perú, 1936).
Flora Tristán, Madame-la-Colère, fue una mujer indomable, que consiguió librarse de un marido brutal, aun a costa de que le pegara un tiro; que luchó a muerte por la independencia de la mujer y que llevó su proyecto de Unión Obrera por Francia en medio de enormes penalidades.
"Las grandes utopías llevan a genocidios, al Holocausto, al gulag, a dictadores intolerables"
"Retrato un mundo que se mueve por una suma de ideologías y de propuestas artísticas"
Paul Gauguin descubrió tardíamente su vocación artística y cuando ésta llegó pensó que "la mal llamada civilización europea" había destruido "la libertad y la felicidad". Se fue a los Mares del Sur en busca de lo natural y lo primitivo. La abuela soñaba con el Palacio de los Trabajadores; el nieto, con la Casa del Placer. A través de ellos recrea Mario Vargas Llosa el XIX, un siglo fascinante, que rebosó utopías.
El Paraíso en la otra esquina, que será presentada hoy a las 19.30, en la Casa de América de Madrid, aparece acompañada del libro Las fotos del Paraíso, de Morgana Vargas Llosa, en el que recorre con la cámara los escenarios de la vida de Tristán y de Gauguin, y de un documental de Canal + sobre el mismo tema.
Pregunta. Flora Tristan nació en 1803. Paul Gauguin murió en 1903. Entre los dos cubren un siglo entero.
Respuesta. No es sólo una cuestión cronológica. Ambos se sumergieron vertiginosamente en la realidad de su tiempo, en la política, las ideas, las artes. Absorbieron su época como esponjas y dejaron huella. Para mí, ha sido muy gratificante zambullirme en ese mundo tan rico y que ha tenido gran continuidad en nuestro siglo.
P. ¿El XX? ¿El XXI?
R. En los dos. Flora Tristán luchó por una utopía bastante pragmática. No alcanzó el Paraíso, pero si comparamos las condiciones en que vivía la mujer en el siglo XIX en nuestro tiempo, se ha dado un paso gigantesco. Se han conseguido también otras de las cosas en que ella creía, como la seguridad social o una reglamentación más justa sobre el trabajo y la educación de los niños.
P. Resulta increíble que pensara que ella sola pudiera montar la Unión Obrera.
R. La gran novedad es que lo hizo en un mundo de hombres. En los últimos ocho meses de su vida logró crear comités, pequeñas corrientes. ¿Qué hubiera ocurrido si no hubiera muerto? Quizá hubiera hecho su revolución.
P. ¿Conoció a Karl Marx, como cuenta en su novela?
R. No se sabe. Lo cierto es que ambos fueron a la misma imprenta; ella, con su libro sobre la Unión Obrera, y Marx, con Los anales francoalemanes. También es cierto que un compañero alemán de Marx fue a visitarla.
P. Y su historia de amor con Olympia Maleszewka, ¿también es cierta?
R. Hay cartas entre ambas, documentadas por el historiador Stéphane Michaud, que lo documentan, pero ¡cuidado! El Paraíso en la otra esquina es una novela no un libro de historia. Los elementos de fantasía prevalecen sobre los hecho reales. Había tantas zonas de sombra en las vidas de Tristán y de Gauguin, lo que pensaron realmente, lo que soñaron, lo qué sintieron, que era una tentación recrearlos en la ficción.
P. Por su libro pasan las utopías de los sansimonianos, de los fourieristas, de los icarianos, de los owenistas, de los cartistas, ¿qué fue de ellas?
R. Fueron barridas por la utopía marxista.
P. ¿Ha pasado el tiempo de las utopías?
R. Ahora las utopías están en manos de los integrismos religiosos, pero ya no se lucha por una sociedad sin clases, sino por Alá, Mahoma o el Corán.
P. ¿Y las ideas surgidas en torno a Porto Alegre?
R. De Porto Alegre han surgido sentimientos que movilizan a grandes sectores de la población en todo el mundo, pero no se han articulado ideológicamente. Tienen una actitud de rechazo, pero no han dicho aún con qué quieren sustituir lo que rechazan.
P. ¿Cuál es el futuro, pues, en estos tiempos confusos?
R. La democracia, aunque avance poco a poco, superando los obstáculos, buscando un equilibrio entre lo colectivo y lo individual.Tenemos que seguir avanzando más por un camino pragmático que por uno utópico.
P. ¿Ya no hay espacio para los grandes sueños?
R. ¿A dónde nos llevaron las grandes utopía sociales? A genocidios, a campos de concentración, al Holocausto, al gulag, a la Revolución Cultural, a dictaduras intolerables. Hay que seguir buscando el Paraíso, la utopía, pero en las artes, en las ciencias, en los proyectos estéticos. En el campo social, no.
P. Gauguin abjura de la civilización europea.
R. Creía que estaba marchitándose por su ensimismamiento y que el arte había perdido su vitalidad, monopolizado por una pandilla de artistas, críticos y galeristas. Con Gauguin surgió una idea extraordinariamente fértil de grandes consecuencias para el futuro del arte: el encuentro de Europa con otras culturas. Después de Gauguin vino el encuentro con el arte africano, que fue fundamental para artistas como Picasso, para el expresionismo alemán o para el muralismo mexicano de Rivera, que se quedó fascinado con la primera exposición de Gauguin que se hizo en París después de su muerte.
P. El profesor y crítico José Miguel Oviedo afirma que en su primera etapa primaba un estilo instintivo y de altísima carga dramática y que, en cambio, en El Paraíso en la otra esquina la acción narrada a través de reflexiones y recuerdos agudiza la cualidad reflexiva de un ensayo.
R. En esta novela las ideas tienen mucha importancia. Retrato un mundo que se mueve por una suma de valores, de propuestas artísticas, de ideologías.... No podía escamotearlas. Quizá las ideas juegan aquí un papel más importante que en otras de mis novelas, pero funcionan como un contexto, como un telón de fondo. Está narrada desde la propia intimidad de los personajes, que son de carne y hueso.
P. La idea de escribir sobre Flora Tristán le rondaba a usted desde hace mucho tiempo, quizá por su conexión con Perú.
R. Desde que era estudiante. Sabía vagamente que Gauguin era su nieto, pero sólo cuando comencé la novela se me ocurrió incorporarlo. Hay muchas coincidencias entre ambos: su carácter, su voluntad de ir a contracorriente, su temeridad. Eso me dio idea de contraponerlos.
P. ¿Con cuál de los dos se queda usted?
R. Con los dos. La idea social de Flora y la idea individual de Gauguin son fundamentales y complementarias. Juego con la búsqueda de lo imposible. La pasión de lo imposible es una frase que Lamartine escribió en un ensayo sobre Los miserables, de Victor Hugo. Decía que es muy peligroso inocular en los pueblos la pasión de lo imposible. Estoy trabajando ahora en un ensayo sobre Los miserables y creo que lo titularé así: La pasión de lo imposible.
P. Algunas novelas, escribe en su libro, tuvieron un cierto papel en el XIX independientemente de su calidad. Por ejemplo, Rerahu, de Pierre Loti, o Viaje por Icaria, de Éttiene Cabet.
R. Eran malísimas, pero Rerahu, la primera novela de Loti, despertó en artistas como Gauguin o Van Gogh esa pasión por la Polinesia, por el Paraíso natural. Viaje por Icaria, aparte de mala, era didáctica y aburrida, pero en alla aparece por primera vez el concepto de comunismo. Arrastró a muchos seguidores.
P. ¿Cree que ahora, en los primeros años del siglo XXI, alguna novela podría tener esa capacidad de convicción.
R. No, por eso yo me siento un escritor decimonónico.
Babelia
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