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Crítica:ESTADOS UNIDOS, FASCINACIÓN Y RECHAZO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El mal del imperio

Josep Ramoneda

Para la mayoría de las personas, América es más una imagen mental que un lugar real". Lo dice en La sombra del águila el periodista Mark Hertsgaard que ha recorrido el mundo preguntándose por la percepción que de EE UU se tiene fuera. La mayor parte de la humanidad nunca tendrá dinero ni posibilidad de viajar a ese país. Y, sin embargo, todos tienen alguna idea sobre el gigante americano, a menudo una mezcla de admiración y rechazo. "Es un lugar muy rico y en el que se disparan muchas pistolas", oyó Hertsgaard en alguna parte. Con el simplismo de todo cliché no es mala síntesis de los dos factores determinantes de la imagen de Estados Unidos: dinero y armas.

Estados Unidos como tierra de promisión y Estados Unidos como amenaza. Esta conciencia bífida que parte del mundo tiene se hace más neurótica a medida que la globalización desterritorializa gustos, costumbres y creencias. Hertsgaard cita a Eco: "Hoy en día, cuando un viajero vuelve a casa, no tiene nada que explicar a sus amigos. Porque, vaya dónde vaya la gente, se viste y se comporta igual que en su país". Se vive la globalización como una expansión americana y, sin embargo, todas las culturas y creencias se globalizan. Pero Estados Unidos tiene fama de poderlo todo. Y ciertas identidades se sienten amenazadas. El poderoso siempre fascina y asusta a la vez. ¿Por qué nos odian tanto?, se preguntan con insistencia los medios de comunicación de Estados Unidos. Hertsgaard da la palabra a Anatole Kaletsky, columnista del Times de Londres: "El mayor peligro lo constituye la arrogancia del poder estadounidense".

La palabra arrogancia está

en todos los papeles. ¿Qué estará ocultando? A ella se atribuye la incapacidad de la Administración de Bush de conservar el enorme capital de simpatía que le dio el 11-S. A ella se atribuye la dificultad de EE UU para encontrar en el mundo el reconocimiento que creen merecer. Y nada hay más peligroso que un redentor que no se siente correspondido por aquellos a quienes ha redimido. Joseph S. Nye, desde la serena literatura del analista metódico, constata en La paradoja del poder americano que muchos extranjeros ven a Estados Unidos arrogantemente preocupado por sus estrechos intereses a expensas del resto del mundo.

Joseph S. Nye se pregunta por el futuro de la hegemonía americana y dibuja un mundo tridimensional: unipolar en poder militar, donde la superioridad estadounidense es incontestable; multipolar en poder económico, donde Europa y Japón hoy y China en un futuro próximo tienen mucho que decir. Y disperso en aquellas formas de poder trasnacional que desbordan el control de los Estados, como la circulación del dinero, el terrorismo, el narcotráfico o Internet. Para Joseph S. Nye, la capacidad de hegemonía de Estados Unidos dependerá a la larga del soft-power, de la capacidad de seducción, de saber conquistar al mundo con sus valores y su modo de vida. Y, por tanto, de no estrellarse con el ejercicio de la arrogancia imperial. Esta arrogancia se manifiesta en el uso incondicionado de la fuerza. Pero también en las ideas: cuando Donald Rumsfeld perdona la vida a la vieja Europa, cuando Robert Kagan ve a los europeos como hijos de Venus disfrutando con inconsciencia infantil en su balneario -¿qué les pasa a los conservadores que siempre les molesta tanto que los demás disfruten?-, cuando Richard Perle convierte en categoría la impotencia europea y da por liquidada la ONU, están cultivando eficazmente la antipatía americana.

Tiene razón Jean François Revel cuando describe el antiamericanismo europeo como un dispositivo de coartada: "Europa en general y su izquierda en particular se absuelven de sus propias faltas morales y de sus grotescos errores intelectuales cargándolos sobre el chivo expiatorio de envergadura que es América", dice en L'obsession anti-americaine. Y tiene razón al señalar -apoyándose en algunas encuestas- que el antiamericanismo ordinario en Europa es más elitista que social. Pero el impulso crítico se convierte en su libro en impulso justiciero y se pierde en una especie de americanismo-leninismo. Siendo totalmente justas las críticas a los clichés del antiamericanismo, construye una serie de tópicos americanistas del mismo nivel de acriticidad y papanatismo. Y así EE UU, patria de la creación y de la innovación, se contrapone a Europa, madre de todas las ideologías totalitarias.

Si Estados Unidos tiene dificultades para que su afán de hegemonía se convierta en reconocimiento es porque ha perdido la capacidad de ilusionar, porque su modelo vive en su propia casa momentos de duda. En Sólo en la bolera,Robert D. Putnam levanta acta del colapso del comunitarismo en Estados Unidos y apela en un voluntarista ejercicio de planificación a la recuperación del capital social perdido. Después de que las generaciones de posguerra tuvieran más participación que nunca en la vida pública y el asociacionismo alcanzara cotas muy altas, en las últimas décadas del siglo el mito del individualismo se impuso a cualquier ilusión comunitarista. A juicio de los propios americanos, "la gente se ha vuelto más incivil". Y, como dice Putnam, la fiabilidad es el lubricante de la vida social y los lazos sociales densos facilitan la conversación y la confianza.

Este triunfo del individualis

mo es el trasfondo del duro retrato de la América profunda que Robert Kaplan traza en Viaje al futuro del imperio. La fractura, la segregación urbanística, la renuncia a los centros urbanos y, por tanto, a la misma idea de ciudad como lugar común, el desarrollo tecnológico como único horizonte de futuro, el incremento abismal de la desigualdad, las contradicciones entre internacionalización creciente y disgregación comunitaria, están ya inscritos en el propio paisaje físico y cultural que Kaplan recorre.

Por su parte, Emmanuel Todd dibuja en Después del Imperio el declive del imperio americano, víctima de su incapacidad para tejer complicidades, de su dependencia económica, de la pérdida de universalidad de su mensaje ideológico y de la aparición de nuevos actores en la escena internacional.

La ruptura del equilibrio es también argumento de Voyous, de Jacques Derrida, que presenta la democracia como un proceso a venir, y que acusa a EE UU de situarse del lado de los Estados-canalla. Partiendo de la teoría de Carl Schmitt sobre la excepción: el soberano es el que decide la excepción y lo que tiene que ver con ella, EE UU rompe con la razón cosmopolita al atribuirse por la fuerza el derecho a decir quién es Estado-canalla, colaborar con los Estados-canalla o expulsarle de la comunidad, según conveniencia. Apropiarse la palabra y negarla a los demás: éste es el principio de arrogancia que tantos autores señalan como mal americano.

¿Qué ha pasado para que el miedo pueda más que la admiración, para que Estados Unidos, que debía ser la solución, se haya convertido en problema? Quizá una de las claves para responder esta pregunta la encontremos en El club de los metafísicos, el estudio de Louis Menand sobre la historia de las ideas en América. En la guerra fría, la reputación de los padres fundadores de la ideología americana se desdibujó. "El valor en el fondo del pensamiento de Holmes, James, Pierce y Dewey es la tolerancia". La filosofía educacional, la concepción pluralista de la cultura, el argumento para las libertades de expresión eran traducciones de la ética individualista y protestante, que venía de Europa, a términos sociales y seculares. "Los pragmáticos deseaban un organismo social que permitiera un mayor margen para la diferencia", "más espacio social para el error, porque creían que eso daría mayores probabilidades de que surgieran mejores resultados". La justificación de las acciones de la ideología americana era la tolerancia, la alternativa es la fuerza. Los creyentes neoconservadores que hoy gobiernan América han optado por la fuerza. Estados Unidos ha renunciado a su ideología de formación, el pragmatismo, "ideado para que a la gente le resultara más difícil llegar a la fuerza por sus creencias". Los neoconservadores americanos se están comiendo la propia alma de América. La que hizo que en todas partes haya gente que tenga un sueño americano.

La sombra del águila. Mark Hertsgaard. Traducción de Albino Santos Mosquera. Paidós. Barcelona, 2003. 253 páginas. 17 euros. La paradoja del poder americano.Joseph S. Nye. Traducción de Gabriela Bustelo. Taurus. Madrid, 2003. 303 páginas. 21 euros. L'Obsession anti-americaine. Jean François Revel. Plon. París, 2002. 300 páginas. 19 euros. Solo en la bolera. Robert D. Putnam. Traducción de José Luis Gil. Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2002. 780 páginas. 35 euros. Viaje al futuro del imperio. Robert Kaplan. Traducción de Josefina Ruiz. Ediciones B. Barcelona, 1999. 462 páginas. 16,83 euros. Después del Imperio. Emmanuel Todd. Traducción de José Luis Sánchez-Silva. Foca. Madrid, 2003. 190 páginas .11,50 euros. Voyous. Jacques Derrida. Galilée. París, 2003. 216 páginas. 28,50 euros. El club de los Metafísicos. Louis Menand. Tradución de Antonio Bonnano. Destino. Barcelona, 2002. 535 páginas. 22,85 euros.

Un soldado estadounidense retira la bandera iraquí e iza la de Estados Unidos en Um Qasr el pasado día 21.
Un soldado estadounidense retira la bandera iraquí e iza la de Estados Unidos en Um Qasr el pasado día 21.REUTERS

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