Defensas caseras contra una tecnología de vanguardia
El arsenal norteamericano dispone de un tipo de misiles aire-tierra conocidos como HARM -High Speed Anti Radar Missile-. Son armas capaces de detectar un haz de radar enemigo y seguirlo hasta su origen, destruyendo así el emisor. Han estado en uso desde más de un decenio y se las considera un arma muy efectiva.
Las fuerzas de la OTAN las utilizaron hace cuatro años en Yugoslavia, aparentemente con menos éxito del esperado. A este respecto, corre por Internet una historia con bastantes visos de verosimilitud: Habla de un profesor ruso de Teoría de Señales, llamado Valentin Kashinov, que sugirió emplazar hornos microondas alrededor de objetivos militares para despistar a los misiles antirradar.
Basta con dejarlos en el suelo, con la puerta abierta apuntada hacia lo alto. Por lo visto, los hornos domésticos radian muy intensamente en la misma gama de frecuencias que algunos radares militares (entre 400 y 10.000 megaciclos) y constituyen un cebo apetitoso para los HARM.
Máscaras
El mismo Kashinov diseñó un pequeño sistema de enmascaramiento de las señales transmitidas por los satélites GPS. Estas señales, originalmente diseñadas para usos militares, se consideraban razonablemente protegidas por el propio sistema de modulación que emplean. Sin embargo, en la práctica son muy sensibles a interferencias externas.
Tanto que por 200 dólares puede construirse un emisor de baja potencia (sólo 1 watt) que, embarcado en un avión, puede cubrir un radio de más de 100 kilómetros. Eso bastaría para desbaratar no sólo los sistemas de guiado de misiles crucero sino también los de las bombas inteligentes que podrían errar sus blancos por más de 500 metros.
El Gobierno de Bagdad dispone desde hace años de planos y especificaciones del sistema (aunque cualquier radioaficionado podría fabricárselo sin problemas). Probablemente dista mucho de ser efectivo al 100% pero algunas fuentes hablan de casi un centenar de misiles de crucero desviados de su curso lo suficiente como para activar su mecanismo de autodestrucción.
Es difícil confirmar estas informaciones. En todo caso, lo que sí es cierto es que Estados Unidos está renovando con urgencia su flota de satélites GPS, en la que llevan invertidos 80.000 millones de dólares y más de 20 años de trabajo. Se estima que la mitad funcionan ahora utilizando alguno de sus sistemas de repuesto.
También se sabe que la cobertura resulta irregular o débil en muchos casos, lo que obligará a programar los ataques con munición guiada por GPS a las horas en que haya más satélites a la vista en el teatro de operaciones.
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