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Columna
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Cinismos

El miércoles pasado, cuando yo mismo esperaba ingenuamente que el plazo dado por los aliados al dictador iraquí para que saliera del país con sus hijos no implicaba necesariamente que de no ser así se iniciaría de inmediato el ataque militar, decidí no escribir sobre el conflicto que nos mantenía a todos en expectativa y dejé que transcurriera el plazo del ultimátum para tener perspectiva con la que abordar nuevos juicios sobre lo que todo el mundo ya vaticinaba como inevitable.

Ahora, una semana después del inicio del ataque aéreo y simultánea invasión terrestre de Irak por parte de los aliados, los opinantes en litigio desvelan aceleradamente sus posiciones y la inmediatez de la guerra genera un clima de polarización donde la voz de los contrarios a la guerra inunda a las sociedades de los países del mundo libre. Parece como si incluso quienes analizan (analizamos) el desenlace de las hostilidades como una consecuencia de la lógica de las complejas y contradictorias relaciones internacionales debiéramos callar ante la marea de la abstracción que supone un no a la guerra basado en argumentos donde se mezcla la respetable aversión por el recurso a la violencia con el ajuste de cuentas contra el enemigo tradicional imperialista, cuando no la irrupción de una suculenta ocasión para, primero, movilizar políticamente a desencantados de la izquierda y, después, llevarlos a las ubres electorales de partidos cuyos programas, experiencias de gobierno, excesos y errores anteriores habrían contribuido de manera muy directa al inopinado triunfo electoral del centro-derecha español desde las Europeas del 94 hasta la fecha (con las salvedades territoriales de todos conocidas). Quiero decir, que el festival de especialistas apresurados en interpretación del Derecho Internacional, el de los moralistas sobrevenidos aquejados de una delicada amnesia que les hace olvidar situaciones controladas por regímenes e individuos nocivos para la dignidad humana, y el de los que esperan sacar tajada a corto plazo de su grito cínico apenas si dejan espacio para serenos análisis de los terribles hechos a que nos enfrentamos con la invasión de Irak por parte de un ejército que cumple, en los términos que las usuales carga eufemística y ambigüedad de los acuerdos del Consejo de Seguridad de la ONU permite, con el mandato de hacer efectivas "las graves consecuencias" a que se exponía el estado de Irak si dejaba transcurrir el plazo contenido en la Resolución 1441 sin dejar manifiestamente claro si había destruido las armas que declaró tener, o destruía las que aún conservase.

El desvarío de los enfurecidos detractores de la solución militar, no contentos con afear la conducta habitual de los EE UU de América (olvidando al resto de países del mundo que dan apoyo a la opción adoptada) ensayan guiones para vestir una causa donde los objetivos no tienen nada que ver ni con el Derecho Internacional, ni con los daños colaterales que se derivan de la guerra, ni con el horror que a todos -y digo bien, todos-, nos produce aquella, entregándose a un monarquismo tronado (el Rey ha apelado simplemente a las instituciones y sus competencias en respuesta), al subterfugio de negar que el apoyo material de España lo es sólo a efectos humanitarios sin negar el acuerdo básico con la opción militar que protagonizan otros, o a la desvergüenza de amenazar con llevar ante el Tribunal Penal Internacional al presidente del Gobierno.

Vicent.franch@eresmas.net

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