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Reportaje:

Las heridas abiertas de Serbia

El asesinato del primer ministro, Djindjic, no ha aplacado las batallas internas en la alianza en el poder en Belgrado

La desaparición del primer ministro de Serbia Zoran Djindjic, asesinado por un francotirador el pasado día 13, no ha servido para que las fuerzas democráticas cierren filas. La coalición que derribó el régimen despótico de Slobodan Milosevic se vino abajo ya hace tiempo. A los 10 días del magnicidio de Belgrado continúan las luchas políticas entre los sectores nacionalistas y modernizadores. Si la sacudida producida por el crimen no ha causado un impacto duradero en la sociedad serbia, las fuerzas proeuropeas, que catalizaba Djindjic, pueden incluso retroceder en beneficio de los nacionalistas con el apoyo ahora del ex presidente de Yugoslavia Vojislav Kostunica.

En la política serbia no se advierten muchos signos que inviten a la esperanza. Sigue la pelea de Kostunica con sus antiguos aliados de la Oposición Democrática de Serbia (DOS) que le llevaron a la presidencia de Yugoslavia al derrotar en las urnas a Milosevic el 24 de septiembre de 2000. Después, Djindjic se enfrentó a Kostunica por la extradición de Milosevic a La Haya. Siguió un vía crucis de disputas y un permanente intercambio de los peores insultos y acusaciones.

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Djindjic se desembarazó de Kostunica tras la anulación de las elecciones presidenciales de Serbia por falta de quórum y la creación del nuevo Estado Serbia y Montenegro. Pese a tres victorias arrolladoras, anuladas, Kostunica quedó marginado y en paro al desaparecer Yugoslavia.

Todo indica que ahora Kostunica se prepara para volver y espera su oportunidad de hacer pagar las ofensas recibidas. Por su parte, Zoran Zivkovic, el heredero de Djindjic como primer ministro de Serbia, y su Partido Democrático (DS), han rechazado todas las propuestas de Kostunica sobre el estado de excepción, de formar un Gobierno de concentración nacional y la convocatoria anticipada de elecciones.

El Partido Democrático de Serbia (DSS) de Kostunica se ha situado en la oposición contra la coalición de la DOS en el Parlamento. La fuerza de la gravedad política lleva a Kostunica al lado de los socialistas de Milosevic y los nacionalistas de Vojislav Seselj, que calientan el banquillo de La Haya y han dejado sin líderes a sus seguidores, en torno a un tercio del electorado serbio. Por sus posiciones nacionalistas, Kostunica está llamado a recoger esa herencia, en votos e ideología, para su guerra contra la DOS.

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Los partidos y grupúsculos agrupados en la DOS cuentan, por ahora, en el Parlamento serbio con una precaria mayoría, casi de quita y pon. Por añadidura, Djindjic ha dejado un hueco casi imposible de llenar y existen dudas sobre la capacidad de su sucesor, Zivkovic.

A Djindjic se le podía odiar, pero nadie negaba su talento como animal político. De Zivkovic se recuerda su mote, el pachá de Nis, en alusión a sus días al frente de la alcaldía de la segunda ciudad de Serbia. Se considera a Zivkovic como un hombre de escasa formación. Nada comparable con el doctor en filosofía Djindjic. Esto no asegura capacidad política, pero el escepticismo se palpa y se teme que la jaula de grillos de la DOS no resista mucho tiempo el embate de Kostunica y los nacionalistas.

A esto se añade la inquietud de si, ante lo trabado de la trama mafia-política-policía, se abrirá a fondo el melón del crimen organizado en Serbia. Se critica en Belgrado que mantener al frente del Ministerio del Interior de Serbia a Dusan Mihajlovic, un antiguo aliado del ahora preso en La Haya Milosevic, equivale a encargar al conde Drácula de la custodia del banco de sangre de la Cruz Roja.

No obstante, queda un resquicio de esperanza: que el asesinato de Djindjic haya tenido un efecto catártico y abra el camino a un cambio cultural profundo en la sociedad serbia.

Un militar de Serbia y Montenegro se aproxima a un proyectil que no estalló en 1999 cerca de Nis.
Un militar de Serbia y Montenegro se aproxima a un proyectil que no estalló en 1999 cerca de Nis.REUTERS

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